La doctora Sheinbaum la reparte... ‘¿Y el p*tazo que me diste?’
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Los desconcertados mandatarios estatales apenas y alcanzaron a sonreír, por pura sumisión y miedo a la investidura presidencial
Los clásicos navideños se cuentan por docenas: “A Christmas Carol” por ejemplo, en cualquiera de sus múltiples versiones, resulta imprescindible para estas fechas. “¡Qué Bello es Vivir!” (“It’s a Wonderful Life”), de Frank Capra de 1946, no es tan conocida en nuestro país, pero bien vale la pena incorporarla a nuestro catálogo.
Para la generación que ya debe ir pensando en su Afore no es diciembre hasta que no ven, en Permanencia Voluntaria, “Home Alone” (AKA “Mi Pobre Angelito), de Chris Columbus, 1990 y “Duro de Matar” (“Die Hard”), John McTiernan,1988.
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Y los que ya nos alegramos si Santa nos regala una cuponera de descuentos para Salud Digna, nos gusta evocar con “La Navidad de Charlie Brown” (“A Charlie Brown Christmas”) Melendez 1965; o “El Grinch” (“How The Grinch Stole Christmas!”), pero la versión de 1966, dirigida por el gran animador de la Warner, Chuck M. Jones, basada en el cuento de Dr. Seuss.
Desde luego, la lista sigue y sigue y le conmino a que deje por aquí sus recomendaciones.
Los millennials y centennials tienen, sin embargo, su propio clásico de la época decembrina: Con una duración de apenas 23 segundos, viralizado en 2012 por YouTube y plataformas afines, el clip lacónicamente titulado “¡Y el Putazo que me Diste!” se ha convertido en la pieza de culto que realmente enciende la chispa navideña en los corazones de chicos y grandes.
Esta auténtica obra de “neo cinema verité” nos presenta un pequeño drama familiar en el que un hijo sufre la impotencia de no poder cumplir con las altas expectativas y demandas de su tiránica progenitora.
Encaramado en un indeterminado taburete, el hijo está de hecho guardando, en la parte superior del closet, las esferas y otros preciados y delicados adornos navideños, mientras su madre, a nivel de piso, supervisa la maniobra al tiempo que “detiene” ¡dos puertas dos! al mismo tiempo con un ridículo palo no más grueso que el de una escoba.
La madre expresa su preocupación, no obstante la que está poniendo en riesgo toda la maniobra es ella y, en efecto, su instrumento falla miserablemente dejando caer ambas puertas sobre la cabezota de su abnegado chamaco, quien a su vez no puede evitar dejar caer la caja de esferas al suelo.
Al escuchar los ornamentos estrellarse contra el piso, la madre no puede evitar hacer patentes su disgusto y total decepción hacia su vástago, aunque fue ella y sólo ella la única responsable, intelectual y material, de esta pequeña tragedia doméstico-navideña.
El hasta ahora mudo testigo de los acontecimientos, el ojo detrás del registro electrónico para la posteridad, presumiblemente un hermano de esta víctima de la injusticia, comienza a reírse (sin dejar de grabar) como una alegoría de Dios, que observa siempre con divertida indiferencia nuestro sufrimiento. ¡Esto es cine, joder!
Durante la segunda semana de diciembre, la Gerenta de la República, la doctora Claudia Sheinbaum, sostuvo una reunión con gobernadores a quienes hizo una curiosa recomendación a manera de advertencia.
Los instó a asumir su responsabilidad en el delicado tema de la inseguridad, problemilla que tiene a México como uno de los países más peligrosos del mundo; más incluso que algunas naciones en guerra.
Creo que en algún momento la doctora entendió que, por más que sea la ejecutora del legado de AMLO, ¡ella no es AMLO!, pues no cuenta con el liderazgo, el carisma, ni la adoración popular para asumir el costo político de un país azotado por la criminalidad.
El veterano tlatoani sólo tenía que salir en su mañanera, decir algunos dislates, apelar a su superioridad moral, cuestionar a sus adversarios, así como a pasadas administraciones para sacudirse la responsabilidad de los hechos más atroces que pudieran suscitarse.
Pero para doña Clau no es tan fácil. Aunque por ganas no queda y no ha dejado de ensayarse en el cinismo y la socarronería, a ella sí se le va percudiendo poco a poco el plumaje con el que arribó al poder hace un par de meses y que de por sí ya venía con sus propias máculas.
AMLO incluso podía darse el lujo de atravesar el cuerpo para cubrir las fallas, omisiones y hasta las corruptelas de sus tutelados, incluyendo desde luego a los gobernadores. Como mesías no resultó ser tan falso, pues con su sola palabra bastaba para borrar los pecados de otros. Pero no la Sheinbaum, quien desde luego es incapaz de dichos prodigios. Incluso ella misma tuvo que refugiarse en el manto del macuspano cuando la línea 12. El Presidente personalmente dijo que él respondería a todos los cuestionamientos al respecto con tal de que no se desgastara la imagen de su ya entonces corcholata favorita.
Ahora la Jefa del Ejecutivo tuvo que comunicarle a los virreyes de cada entidad que era mejor que fueran asumiendo su parte de la responsabilidad, porque ella no va a estar cargando con el dudoso prestigio de tanto canijo bueno para nada.
Lo dijo muy seria, luego quiso matizar con una malograda broma (que los presentes aplaudieron con mucho miedo), pero el mensaje era ese: ¡Pilas, papacitos! ¡Pilas!
Y no porque la cifra de muertos le quite especialmente el sueño o porque no pueda seguir negando la gravedad de que una entidad como Sinaloa continúe sitiada por las bandas de narcotraficantes luego de tres meses de hechos violentos; sino porque no hay día de Dios en que no la cuestionen al respecto, y los subterfugios y las evasivas, aunque sólo son aire caliente expelido por la boca, no son infinitas.
Pero he aquí la gran injusticia: Pedirle a los estados que afronten la delincuencia organizada, que combatan a grupos delictivos mejor armados que cualquier policía local, que implementen operativos sin equipo, sin efectivos, sin inteligencia ni recursos, porque todo ello (inteligencia, recursos, equipo, presupuesto, efectivos) se decidió concentrar en una sola fuerza paramilitar de orden federal, dizque ciudadana, dizque de mando civil: La Guardia Nacional.
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Diversos analistas y expertos internacionales coincidieron en que era una pésima idea debilitar a las entidades y concentrar toda la fuerza del Estado en la milicia para enfrentar al delito. De hecho, lo más aconsejable era obrar en el sentido inverso: Fortalecer a los estados y sólo coordinar como Federación.
Pero resulta que después de haber casi desaparecido las corporaciones estatales para cumplir el capricho del viejito cotonete; y luego de aprobar la consolidación de la GN como un brazo armado del Ejército, ahora es tiempo de que los Estados y sus gobernadores asuman su parte de responsabilidad.
Es decir, igual que la madre de aquel célebre video viral; encima de que se los madrean, todavía será culpa de ellos, la situación en general y todo lo que pueda llegar a ocurrir, desde luego.
Los desconcertados mandatarios estatales apenas y alcanzaron a sonreír, por pura sumisión y miedo a la investidura presidencial; que de haberse tratado de su madre le habrían espetado: “¡Y el putazo que me diste!”.