El milagro de Morena: Creer sin evidencia

Opinión
/ 12 diciembre 2024

No es coincidencia que esa Morena que hoy cobija con su manto del bienestar a millones de mexicanos exija también un impresionante salto de fe

Si alguna vez se quedó desquehacerado en la habitación de un hotel, quizás hurgó en los cajones en busca de algo con que matar el tedio y terminó topándose con el Libro de Mormón, el texto sagrado de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Lo menciono sólo para que sepa en cuál texto puede usted constatar las extrañas afirmaciones de la “peculiar” cosmovisión de esta secta.

De acuerdo con sus creencias, los pueblos originarios de Norteamérica serían descendientes de un grupo de judíos de la época de la Torre de Babel que habrían cruzado el océano mil 700 años antes que Colón.

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Dichos pueblos americanos habrían recibido la visita del mismísimo Cristo resucitado tras la Crucifixión (supongo que el martirio y sacrificio bien valían unas buenas vacaciones). De manera que por aquí se habría paseado el buen Mesías, por lo que hoy son los Estados Unidos, durante una temporadita antes de su partida y Ascenso definitivos al Reino de los Cielos.

Si usted, como casi todos por aquí, fue criado bajo los preceptos católicos, encontrará absurdas estas afirmaciones, irrisorias, casi blasfemas.

Pero entonces, ¿cómo es que la Santa Madre Iglesia no tiene empachos en aceptar que la Madre de Cristo vino de gira a la Nueva España, 15 siglos después de su presunta existencia, a sacarse la selfie más famosa de México?

Las apariciones marianas tampoco son canon, no están consignadas en las Escrituras ni nada parecido; y más de una autoridad eclesiástica se ha pronunciado en contra del mito guadalupano por las endebles evidencias en que se “respalda”.

Pero la devoción del pueblo mexicano por la Virgen morena es tal que los altos jerarcas ya mejor prefieren no contradecir a los creyentes y aceptar −a regañadientes− todas las muestras de fervor que el pueblo tributa en especie y efectivo.

Y mire, no es que me esté aprovechando de que esta columna aparece el mero día de la celebración guadalupana para poner en tela de juicio esta creencia, como si a mí me gustara cuestionar la fe de las personas... Lo que sucede es que me encanta cuestionar la fe de las personas.

Y me parece esencial que reconozcamos que estamos condicionados desde nuestra más elemental formación (desde nuestros orígenes como individuos y como nación) a creer en prodigios y milagros sin exigir a cambio la más tenue, débil, pálida, delgada, minúscula, tímida y exangüe evidencia.

Lo que propone Joseph Smith, el profeta de la iglesia mormona, sobre Jesús haciendo shopping en “los Yunaites” (¡qué bueno que no fue en la actualidad!, o Trump nos lo repatriaba con todos los países sudacas) suena bastante descabellado, incluso para alguien que ya asimiló todos los preceptos que la tradición judeocristiana exige deglutir.

Pero no podríamos tachar a los mormones de poco rigurosos (por decirlo de una manera amable) sin mordernos la lengua.

Vaya, que si vamos a consagrar nuestra vida o una parte importante de ésta a cualquier idea, lo menos que podríamos hacer sería cuestionarla, ponerla a prueba y no conformarnos con meras argumentaciones testimoniales.

Dígame usted si es miedo ancestral o mero acondicionamiento, la razón por la cual entregamos nuestra credulidad incondicionalmente a una leyenda que involucra prodigios y desafíos a las propias leyes de la física establecidas por el mismo Creador objeto de nuestra veneración.

Pero bueno, no se moleste. Redireccionemos mejor nuestra disertación hacia otros derroteros (aunque es probable que se moleste aún más).

Ya en alguna ocasión reflexionamos en que la denominación del hoy partido oficial y hegemónico de México (un nuevo partido de Estado, sin más, como el mejor PRI de antaño), Morena, no puede ser de ninguna manera coincidencia.

Está estrechamente relacionado con la idiosincrasia pigmentaria del mexicano (de cierto mexicano), que deduce que entre más prieto, más mexicano, más auténtico, más autóctono y desde luego más chingón... una especie de contra-racismo o supremacismo acomplejado.

Pero a no dudar que el nombre Morena toca esos botones como también algunas fibras de la religiosidad mexicana.

Y no es tampoco coincidencia que esa Morena que hoy cobija con su manto del bienestar a millones de mexicanos exija también un impresionante salto de fe.

Un salto con cuatro mortales hacia atrás y no pocas veces con doble y triple grado de dificultad.

Según la narrativa oficial, hemos experimentado una transformación sólo equiparable a los tres grandes movimientos sociales que constituyen los pilares de nuestra Historia. Y hay que creerlo pese a que la realidad nos esté gritando otra cosa completamente distinta.

Sólo por poner un ejemplo: Hay que creer que algún día el proyecto del Tren Maya será redituable, siendo que hoy no alcanza a transportar al 20 por ciento del pasaje que se tenía proyectado para esta fecha (cálculo hecho no sé por quién o bajo qué criterio, pues dudo que haya existido cualquier estudio de viabilidad económica o no sería esa su actual realidad).

Y hay que creer en la transparencia del proyecto (cuyo costo se triplicó), no obstante que toda la información concerniente ha sido reservada por varios años por motivos de “seguridad nacional”. Hay que creer, sin chistar, sin cuestionar.

Lo mismo en materia de seguridad, diariamente se nos recita que se está trabajando en “mantener la paz”. ¡Mentira! Para mantener la paz primero es condición indispensable que dicha paz exista y hay por lo menos tres entidades en llamas; el cobro de piso a negocios y transportistas es la norma y hay más posibilidades de que la Guardia Nacional acabe con la vida de un civil antes que defenderla.

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Son meros ejemplos, podríamos seguir revisando prácticamente cada área del servicio público (salud, Pemex, reforma al Poder Judicial, elección de jueces y magistrados, combate a la corrupción, al narco, a la piratería, relaciones internacionales...) para darnos cuenta de que el milagro de Morena no son, sino las meras ganas de creer de sus más fieles y fervientes devotos.

Pero por hoy mejor ahí le dejamos, no quiero ser yo un obstáculo en su devoción morenista, si es que tal cosa profesa.

Ni quiero ser hoy el que ponga en duda su fe... su fe absoluta en que culminará con éxito el Maratón Guadalupe-Reyes que hoy inicia. ¡Salud!

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