La educación en México: ¿entre pendejos te veas?

Opinión
/ 10 diciembre 2023

Va usted a un Oxxo o a una tortillería, un mercadito o una gasolinera y se presenta un problema que escapa al intercambio rutinario de compra-venta.

La persona que le atiende manifiesta problemas para entender el problema y encontrar soluciones. Usted se desespera e indignado piensa para usted mismo: “¡cómo es pendeja esta persona!”. Ocasionalmente, arropado usted por ínfulas de superioridad de clase social o estatus intelectual, podría expresar su enojo y verbalizar dicha pendejez.

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Bueno, en ambos casos estaría equivocado, porque las dificultades de la persona que le atiende no son estrictamente personales.

Son el resultado de un sistema educativo −público y privado− que profundiza las desigualdades estructurales de la sociedad en la cual vivimos. Por ello, ese sistema no democratiza las competencias y habilidades de nuestros niños y jóvenes para fortalecer una sociedad más igualitaria y democrática, en general.

Como tampoco catapulta una mayor movilidad social entre niños y jóvenes del sistema educativo público que les permita romper el círculo de pobreza en el cual nacieron y aspirar a una mejoría laboral, social y cultural, en particular.

El gran sociólogo de la educación, Pierre Bourdieu (1930-2002), nos invita a reflexionar el cómo nuestro sistema educativo “fabrica” a nuestros niños y jóvenes en su forma de pensar y actuar con relación directa con sus familias. Y el cómo ese sistema educativo −público y privado− “crea, además, las diferencias sociales, etiquetadas y legítimas, para reproducir las estructuras sociales con sus desigualdades estructurales inherentes”.

No es un tema estrictamente relacionado con la posición económica en la cual nacieron esos niños y jóvenes, sino también del capital cultural heredado por sus familias a ellos. De tal suerte que, mientras las expectativas de un niño, de extracción popular, serían estudiar para continuar el oficio de su padre y ser carpintero, herrero, albañil u obrero; las de un niño de clase media y/o alta serían ser doctor, ingeniero, abogado o administrador.

Dado que tenemos un sistema educativo que reproduce las desigualdades estructurales de nuestra sociedad; ¿qué margen, entonces, tienen los niños y jóvenes del sistema educativo público para “subir en la escalera socioeconómica” y aspirar a una mejoría integral?

El Informe de Movilidad Social en México (2019) del Centro de estudios Espinosa Yglesias es contundente: “Los resultados muestran que 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social, se quedan ahí toda su vida. Y aunque la otra mitad logra ascender, 25 de ellos no logran superar la línea de pobreza. Lo anterior implica que 74 de cada 100 mexicanos que nacen en la base de la escalera social no logran superar la condición de pobreza”.

Imaginemos por un segundo el impacto que tienen estos datos en el estado actual de la educación en México de 2018 a 2023 en el cual, como lo apunta el editorialista Raymundo Riva Palacio, “la educación de las niñas y niños mexicanos viene en picada (sin) ninguna política pública en el horizonte que lo impida”.

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Y abunda: “al contrario, la anarquía educativa y el desinterés del presidente Andrés Manuel López Obrador por la preparación de los menores nos lleva, si no se corrige el rumbo, a una nación de analfabetas funcionales –¿cuántos ya existen hoy en día?– cuyo rol en la división internacional del trabajo será de mano de obra intensiva y no calificada, es decir, barata y remplazable”.

La anarquía y el desinterés encuentran su explicación: los niños de educación básica aprenden con tres modelos educativos diferentes. El presupuesto educativo bajó en términos reales. Los niños y jóvenes “perdieron (por la pandemia) aprendizajes equivalentes a dos años de escolaridad”. La violencia escolar creció, a la par de los problemas de salud mental. Y las escuelas de tiempo completo desaparecieron.

¿Cuál es el resultado de esa anarquía y desinterés? Primero: los resultados trianuales de la prueba PISA (Programa para la evaluación internacional de alumnos) en matemáticas, lectura y ciencia de nuestros niños y jóvenes regresaron a nuestro país a los avances obtenidos de 2003 a 2009.

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Segundo: nuestros niños y jóvenes “no tendrán las herramientas para competir en los mercados laborales, salir de la pobreza u afianzar su desarrollo social y emocional” en el tiempo.

Y tercero: el sistema educativo −público y privado− continuará reproduciendo −de manera cada vez más profunda− las desigualdades sociales en nuestro país.

Por ello, a partir de todo lo anterior, le invito a no pendejear a la gente que le atiende, a lo pendejo. Para no verse reflejado en su pendejez.

Nota: El autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución

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