La elección del acordeón, la destrucción del Poder Judicial desde las urnas
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Todo el proceso electoral fue un rosario de decisiones para imponer los intereses del régimen sobre una supuesta voluntad popular. Los ciudadanos fueron marginales
Debe haber un amplio espacio de generosidad para conceder que hay que esperar para juzgar el desempeño del nuevo. Poder Judicial Federal. Es fácil asumir que las personas que integrarán el nuevo órgano jurisdiccional superarán a quienes sucedan. No es un tema de cómo se llegó al cargo, sino de perfiles y, sobre todo, de reglas e inercias. Se procedió a defender a lo mejor del Poder Judicial en aras de candidatos, no todos, indefendibles.
La elección fue deficiente y un engaño en dos sentidos. Primero, su objetivo de tratar de apoderarse del Poder Judicial Federal, no de mejorar la justicia. Segundo, una farsa de elección popular. No sólo el ridículo de la muy baja participación, todo el proceso electoral fue un rosario de decisiones para imponer los intereses del régimen sobre una supuesta voluntad popular. Los ciudadanos fueron marginales. Algunos pocos participamos con autenticidad; la mayoría por inducción, como quedó claro en el escándalo de los acordeones, promovido por las autoridades y consentido por el INE, hasta la última hora calificada como práctica fraudulenta. Los acordeones tienen autor y destino: el régimen y subvertir la voluntad mayoritaria.
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El INE hizo su trabajo. Mi testimonio: un centro de votación desairado en una colonia de clase media popular en Mérida, Las Américas, con autoridades de casilla preparadas y con poco ánimo. Los contados votados, ciudadanos movidos por un opinable sentido de responsabilidad, como el que esto escribe. No se trata de la jornada electoral, sino de la degradación de todo el proceso, incluyendo el procedimiento de escrutinio y generación de resultados, que excluye la transparencia, la participación ciudadana en el conteo de votos y la oportunidad en la difusión de los resultados.
El INE hizo lo que pudo; inexplicable que el régimen ni siquiera apostara por un proceso a la altura de los precedentes; seguramente porque la farsa no fue un accidente, sino diseño. Explicable que las autoridades federales, en voz de su presidenta, eleven la voz para calificar como exitoso el ejercicio. Efectivamente, fue una elección exitosa para sus intereses, no para los del país, menos para la democracia electoral mexicana. Nada que presumir.
Larga espera para saber lo que todos anticipan, ganarán los de casa, no la de todos, sino la del régimen, particularmente para los cargos que realmente importan. Los elegidos serán producto justo de la elección del acordeón. Aun así, las numerosas boletas y complicadas hacen pensar que pueda haber sorpresas. Para celebrar el escrúpulo de algunos afines al régimen por calificar como fracaso la experiencia y llamar a una reforma urgente para que el ridículo no se repita. Son los menos, pero importan, porque no puede prevalecer como código de pertenencia al proyecto prescindir de un elemental sentido de respeto y dignidad, no se diga de principios o valores.
Para el régimen la participación ciudadana no importa; al contrario, preferible que no exista. Habrá de recordarse que con López Obrador en el poder se inauguró en una consulta popular sobre el hub aeroportuario del Valle de México de Texcoco, en la que supuestamente se decidió el futuro no tanto de la aviación comercial como del sentido de responsabilidad en el ejercicio del poder. Al igual que esa elección, en la que participó el 1% de los ciudadanos, el mensaje es el mismo: “el poder soy yo” o “tengan para que aprendan”. La supuesta voluntad popular no llega ni siquiera a simulación.
Andrés Manuel López Obrador debe estar muy satisfecho con los acontecimientos, a la medida de sus pulsiones, pasiones y encuentros. La presidenta Sheinbaum ha honrado a plenitud su compromiso con él. La justicia es lo de menos, importa el poder, y qué mejor que prescindir de la legalidad o más bien, erigir una constitucionalidad a modo del poder presidencial o del partido en el poder. El problema es lo que sucede en la base. El envilecimiento de la justicia abre la puerta a los peores demonios de la sociedad: la justicia por propia mano o el garrote y el despojo disfrazado de legalidad, particularmente cuando los jueces quedan expuestos a los intereses con poder de intimidación o de corrupción.
La elección del acordeón es la respuesta a la altura de la visión de justicia de quienes ahora deciden y se imponen.