La era del fuego: la tragedia de Los Ángeles

Opinión
/ 13 enero 2025

A diferencia de la furia de un sismo o un huracán, donde a veces algo queda para el rescate, para el recuerdo o el recomienzo, el fuego lo reduce todo a polvo

Los Ángeles, la segunda ciudad con más mexicanos en el mundo, vive días devastadores. Los incendios que comenzaron hace una semana han consumido miles y miles de hectáreas, borrado del mapa por lo menos 10 mil estructuras, la gran mayoría hogares. Una multitud ha tenido que evacuar las zonas afectadas. Cuando vuelvan, cientos de miles no tendrán donde vivir. Su vida entera está en cenizas. A diferencia de la furia de un sismo o un huracán, donde a veces algo queda para el rescate, para el recuerdo o el recomienzo, el fuego lo reduce todo a polvo. “Esto ha sido bíblico”, me dijo un colega que ha cubierto cientos de incendios a lo largo de su carrera en la zona. No exagera.

Las zonas afectadas no son sólo áreas residenciales privilegiadas o blancas. Altadena, la comunidad más afectada por el incendio “Eaton”, es 30 por ciento hispana. Uno de cada cinco residentes es inmigrante. Para la enorme comunidad hispana del sur de California, los incendios han sido una tragedia múltiple. Mucha gente ha perdido su casa, pero muchas más perderán el sustento diario. Los latinos (en su mayoría mexicanos) dependen de las industrias de mantenimiento, cuidado del hogar, la jardinería y una larga lista. Con miles de empleadores sin hogar, negocio o futuro en la zona, trabajadores hispanos perderán su ingreso.

TE PUEDE INTERESAR: Claudia Sheinbaum: La innecesaria batalla contra el New York Times

¿Por qué ocurrió la tragedia? ¿Cómo explicar que una de las grandes ciudades de Estados Unidos y la gran urbe del estado de California −quinta economía del planeta− no haya conseguido controlar a tiempo el fuego? Los angelinos dirigen su ira contra la alcaldesa Karen Bass y el gobernador Gavin Newsom, ambos demócratas. La frustración es natural y, en el caso específico de Bass, una burócrata de medio pelo con una carrera en el legislativo, pero sin experiencia ejecutiva, justificada. En cualquier caso, la carrera política de ambos se ha terminado (Bass podría enfrentar una revocación muy pronto). Lo cierto, sin embargo, es que el infierno de Los Ángeles no comenzó ahora ni es producto sólo de malas decisiones coyunturales o mala suerte.

El infierno de Los Ángeles se veía venir.

Viví ahí por más de una década. En Los Ángeles nacieron dos de mis hijos. Le tengo un amor y agradecimiento profundo y la conozco bien. Es una ciudad de una peculiar belleza y, en su extensión, muestra de los alcances testarudos e irresponsables de la expansión urbana −y humana−. Buena parte de la ciudad se extiende hasta las faldas de varias cadenas montañosas: Santa Mónica, San Gabriel, San Bernardino. Desde hace décadas, conforme la severidad de los incendios forestales ha aumentado, las autoridades han dejado claro que vivir en esas zonas se ha vuelto de alto riesgo. La zona residencial de Palisades, que no existe más, era de alto riesgo. Lo mismo Altadena. “Décadas antes de que conociéramos el cambio climático, sabíamos que este tipo de crecimiento urbano era un gran riesgo”, le dijo al Washington Post Timothy Ingalsbee, director ejecutivo de Bomberos Unidos por la Seguridad, la Ética y la Ecología.

El sur de California también lucha contra el cambio climático. La región no ha logrado salir de una tremenda sequía que ha durado meses. La sequía no sólo limita los recursos hídricos. También transforma esas montañas en millones de hectáreas de combustible. El gobierno de California dedica miles de millones de dólares a limpiar maleza. El estado tiene también, por cierto, la flota aérea de combate de incendios más extraordinaria del mundo. De nada sirve si no llueve, si se prende una chispa y si los vientos de Santa Ana, que son un soplido siniestro, arrecian a cientos de kilómetros por hora. Es una lucha imposible de ganar.

A eso habrá que sumar un sistema hídrico que no está diseñado para luchar contra un incendio de esta magnitud, y circunstancias de verdad desafortunadas, como el hecho de que una de las reservas de agua más importantes y cercanas a la zona de Palisades estaba vacía por reparación.

TE PUEDE INTERESAR: Suben a 16, cifra de muertos por incendios forestales en Los Ángeles

Pero incluso si la reserva estuviera llena a capacidad, su uso quizá habría ayudado a la presión del agua, pero probablemente no habría detenido el fuego. El destino de esas comunidades, en una zona cada vez más propensa a incendios horrendos, ya estaba sellado. Los angelinos seguramente pedirán la cabeza de su alcaldesa y la conseguirán. Pero la pregunta central que enfrenta la ciudad es muy parecida a la que tiene que hacerse el mundo: después de nuestra irresponsabilidad ya quizá irreversible, ¿cómo vamos a vivir en un planeta en el que el cambio climático desata furias como este horror? Quizá, como ha adelantado por años el experto Stephen Pyne, estamos en la era del “piroceno”. La era del calor imposible, la era del aire irrespirable, la era del fuego. Eso es lo que le hemos dejado a nuestros hijos.

@LeonKrauze

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM