La moralidad de la especulación y de los especuladores

Los grandes magnates viven de la especulación. Los grandes archimillonarios y los grandes capitales encontraron en ella el mejor instrumento de enriquecimiento. ¿Qué es lo que implementa el presidente Trump? Justo eso
En el mercado, los negocios y la economía, la especulación es una herramienta ordinaria que campea en la frontera de la moral vigente –acuerdos, protocolos y leyes económicas– y la posesión de información privilegiada, chantajes, amenazas, campañas publicitarias de miedo o manipulaciones discursivas.
Lo ideal, como se comentaba en la entrega anterior, sería pervivir en una economía ética. El problema se encuentra en que lo que para algunos es éticamente correcto, para otros no lo es. En un ambiente y en un mercado como en el que pervivimos, realistamente lo dicho se encuentra en la categoría de “sueños guajiros”.
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En el tema que nos ocupa, la Real Academia Española (RAE), cuando habla de la especulación, se remite a “reflexionar en un plano exclusivamente teórico”; lo otro es “hacer conjeturas sin conocimiento”, y hay una tercera definición, que es “efectuar operaciones comerciales o financieras con la esperanza de obtener beneficios aprovechando las variaciones de los precios o de los cambios”. Con las tres nos damos una idea de por dónde va la interpretación actual, sobre todo con la tercera.
¿Qué se espera, por tanto, en este sentido? Efectivamente, un comportamiento ético. Perdón, pero eso no va a ocurrir u ocurrirá en unos cuantos que sean conscientes de la importancia de vivir en una sociedad mejor y, sobre todo, bajo las condiciones actuales, en un mundo sostenible.
Como Uber, que no tiene un sólo coche, o Amazon o Mercado Libre, que no tienen ni un sólo producto o libros que vender, así es la especulación, no existe nada de lo que se afirma y todo está en la mente, en el discurso y, días después, en los bolsillos del especulador. Los grandes magnates viven de la especulación. Los grandes archimillonarios y los grandes capitales encontraron en ella el mejor instrumento de enriquecimiento.
¿Qué es lo que implementa el presidente Trump? Justo eso, porque sabe que, en el plano legal, nada va a pasar. Al final del día, todos especulamos y nadie de quienes lo hacen está en la cárcel a pesar de que ha complicado la vida a millones de personas. Ordinariamente se asocia con amenazas (cfr. lo que ahora ocurre con la política económica norteamericana), con subidas de precios, con desabastecimientos, con encarecimientos o con subida de aranceles. Por supuesto, los especuladores no tienen una buena fama pública, pero tampoco les interesa tenerla. Bajo el marco de los valores del mercado, tienen lo más importante.
Primero, dejemos en claro que el mercado es un sistema de asignación de recursos para producir bienes y servicios que la sociedad demanda. Y lo otro, es necesario, humanamente se requiere de su existencia. Por tanto, es importante que sean lo más completos posible, aquí me remito a que sean −si fuese posible− lo más equitativos posible.
Sin embargo, en la mentalidad neoliberal la idea es ganar más, con menos y, si es posible, siempre ganar, no importa cómo, finalmente el fin justifica los medios. La eficiencia, como valor del mercado, juega un papel importante. Si se trata de que los mercados sean líquidos –espacios donde se realizan transacciones rápidas con buenos precios, donde todo está estandarizado y existe la demanda–, dicen algunos, para eso están los especuladores. ¿Mal necesario para darle liquidez al mercado?
Lo que hemos visto históricamente con quienes puntean las listas de Forbes es justamente todo lo contrario, de ahí la mala fama, de ahí el encono de una buena parte de quienes les adjudicamos responsabilidad en este mundo desigual. Lo ordinario es que manipulen el escenario económico, que se aprovechen de la ignorancia de la población o simplemente de que se beneficien sin que haya consecuencias legales. Además, por maquinar no hay penas legales.
Hay quienes hablan de la moralidad de la especulación y de los especuladores, y se afirma que, si contribuyen al beneficio del bien común, la acción es moralmente correcta. En concreto, si es posible el principio utilitarista de “el mayor bien del mayor número”, pero no es la esencia de la especulación o al menos no lo ha sido cotidianamente.
La especulación ha acompañado a los hombres de negocios desde siempre. Los actuales, probablemente como no le entienden al tema de los acuerdos y los protocolos, ignoran que existe un Global Compact, un Caux Round Table o un Fair Trade; pero finalmente a muchos de ellos les viene mejor la utilidad y el dinero que el respeto y el vivir en las tierras de la economía ética, como ya se decía.
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La importancia de compartir unos mínimos de convivencia –ética cívica– es fundamental, pero pareciera que para los poderosos el dinero precede a la justicia. Lo otro que también hay que considerar es que las leyes del mercado, bajo las condiciones de este sistema, no permiten la intromisión del Estado.
De ahí la importancia de que en el comercio internacional se legisle y que lo legislado se haga valer e impidan que quienes lucran con el miedo, escudados en el puesto y protegidos por los vacíos legales, se sigan inflamando los bolsillos de dinero; por eso decíamos que la especulación se encuentra en las fronteras de la inmoralidad. Así las cosas.