La fantasía de revivir la energía nuclear
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La industria nuclear tiene un largo historial de poder cumplir sus promesas
Por Stephanie Cooke, The New York Times.
Los líderes mundiales no ignoran el largo historial de incumplimiento de promesas de la industria nuclear ni el debilitamiento de sus signos vitales. Sin embargo, muchos siguen actuando como si un “renacimiento nuclear” pudiera estar a la vuelta de la esquina, a pesar de que la cuota de la energía nuclear en la generación mundial de electricidad ha caído casi a la mitad desde su máximo de casi el 17 por ciento en 1996.
En busca de ese renacimiento, representantes de más de 30 países se reunieron en Bruselas en marzo en una cumbre nuclear organizada por el Organismo Internacional de Energía Atómica y el gobierno belga. Treinta y cuatro naciones, entre ellas Estados Unidos y China, acordaron “trabajar para liberar plenamente el potencial de la energía nuclear”, incluyendo la ampliación de la vida útil de los reactores existentes, la construcción de nuevas centrales nucleares y el despliegue de reactores avanzados.
Sin embargo, incluso durante esa cumbre, reconocieron la dificultad de su empresa. “La tecnología nuclear puede desempeñar un papel importante en la transición hacia una energía limpia”, les dijo Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, a los asistentes de la cumbre. Pero añadió que “la realidad actual, en la mayoría de los mercados, es una realidad de un declive lento pero constante en la cuota de mercado” de la energía nuclear.
Las cifras ponen de relieve ese descenso. La energía solar y eólica juntas empezaron a superar a la nuclear en todo el mundo en 2021, y esa tendencia continúa mientras la nuclear se tambalea. La energía solar por sí sola añadió más de 400 gigavatios de capacidad en todo el mundo el año pasado, dostercios más que el año pasado. Eso es más que los cerca de 375 gigavatios de capacidad combinada de los 415 reactores nucleares del mundo, que permanecieron relativamente invariables el año pasado. Al mismo tiempo, la inversión en tecnología de almacenamiento de energía se está acelerando con rapidez. En 2023, BloombergNEF informó que los inversionistas destinarían por primera vez más dinero a almacenamiento de energía estacionario que a energía nuclear.
Aun así, el clamor a favor de la energía nuclear se ha acentuado. En la conferencia de la ONU sobre el clima celebrada en Dubái en diciembre, el gobierno de Joe Biden convenció a dos decenas de países para que se comprometieran a triplicar su capacidad de energía nuclear para 2050. Entre esos países se encontraban aliados de Estados Unidos con programas nucleares problemáticos, en particular Francia, el Reino Unido, Japón y Corea del Sur, cuyas burocracias nucleares se verán apuntaladas por la declaración, así como las industrias nucleares nacionales que intentan salvar.
“No le estamos diciendo a nadie que esto vaya a ser una alternativa absoluta para toda fuente de energía”, comentó John Kerry, el enviado del gobierno de Biden en materia climática en aquel momento. “Pero sabemos, porque la ciencia y la realidad de los hechos y las pruebas nos lo dicen, que no se puede llegar al cero neto en 2050 sin algo de energía nuclear”.
Este punto de vista ha ganado adeptos entre los planificadores energéticos de Europa del Este, que ven en la energía nuclear un medio para sustituir al carbón, y varios países —entre ellos Canadá, Suecia, el Reino Unido y Francia— están ejerciendo presión para ampliar la vida útil de las centrales nucleares existentes o construir otras nuevas. Algunos ven en los reactores más pequeños o “avanzados” un medio para suministrar electricidad en zonas remotas o de descarbonizar sectores como la calefacción, la industria o el transporte.
Hasta ahora, la mayor parte de estos proyectos se encuentran en sus primeras fases, con solo tres reactores nucleares en proceso de construcción en Europa Occidental, dos en el Reino Unido y uno en Francia, cada uno de ellos con más de una década de retraso. De los otros casi 54 reactores en construcción en todo el mundo, en marzo había 23 en China, 7 en la India y 3 en Rusia, según el Organismo Internacional de Energía Atómica. El total representa menos de una cuarta parte de los 234 reactores que había en construcción en 1979, año de máximo desarrollo, aunque 48 de ellos se suspendieron o abandonaron más tarde.
Incluso si se está de acuerdo con el argumento de Kerry, y muchos expertos en energía no lo están, comprometerse a triplicar la capacidad nuclear para 2050 es un poco como prometer que vas a ganar la lotería. Para Estados Unidos, significaría agregar 200 gigavatios adicionales de capacidad operativa nuclear (casi el doble de lo que el país ha construido) de los casi cien gigavatios que existen ahora, generados por más de 90 reactores comerciales que llevan funcionando en promedio 42 años. A escala mundial, supondría triplicar la capacidad existente construida en los últimos 70 años en menos de la mitad de ese tiempo, además de sustituir los reactores que dejarán de funcionar antes de 2050.
El Departamento de Energía calcula que el costo total de una iniciativa de este tipo en Estados Unidos ascendería a unos 700.000 millones de dólares. Sin embargo, David Schlissel, director del Instituto para la Economía de la Energía y el Análisis Financiero, calculó que los dos nuevos reactores de la central de Vogtle en Georgia —los únicos reactores nuevos construidos en Estados Unidos en una generación— cuestan en promedio 21,2 millones de dólares por megavatio en dólares de hoy, lo que se traduce en 21.200 millones de dólares por gigavatio. Utilizando esa cifra como referencia, el costo de construir 200 gigavatios de nueva capacidad sería muy superior: al menos 4 billones de dólares, o 6 billones si contamos el costo adicional de sustituir los reactores existentes a medida que envejecen.
Por mucho menos dinero y en menos tiempo, el mundo puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mediante el uso de energías renovables como la solar, la eólica, la hidroeléctrica y la geotérmica, y transmitiendo, almacenando y utilizando la electricidad de forma más eficiente. Un análisis reciente de la Agencia Alemana del Medioambiente examinó múltiples escenarios climáticos a nivel mundial en los que se cumplen los objetivos del Acuerdo de París sobre el clima, y concluyó que las energías renovables “son el motor crucial y principal”.
La lógica de este planteamiento quedó atestiguada en la cumbre sobre el clima celebrada en Dubái, donde más de 120 países firmaron un compromiso más realista para triplicar la capacidad de las energías renovables de aquí a 2030.
El impulso más reciente del Departamento de Energía estadounidense a favor de la energía nuclear tiene algo de inevitable. La predecesora de la agencia, la Comisión de Energía Atómica, nos trajo Átomos para la Paz bajo el mandato de Dwight Eisenhower en la década de 1950, en un intento de desarrollar el lado “pacífico” del átomo, con la esperanza de que conseguiría la aceptación pública de un arsenal de armas nucleares en expansión, al tiempo que suministraba electricidad “demasiado barata para medirla”.
Avancemos 70 años y oiremos una variación sobre el mismo tema. En particular, Ernest Moniz, secretario de Energía del expresidente Barack Obama, argumenta que un sector nuclear comercial vibrante es necesario para mantener la influencia de Estados Unidos en los esfuerzos de no proliferación de armas nucleares y la estabilidad estratégica mundial. Como motor político, este argumento podría explicar en parte por qué el gobierno sigue impulsando la energía nuclear como solución climática, a pesar de su enorme costo y largo plazo de entrega.
China y Rusia brillan por su ausencia en la lista de signatarios del compromiso de Dubái de triplicar la energía nuclear, aunque China firmó la declaración en Bruselas. El programa nuclear chino está creciendo más rápido que el de cualquier otro país, y Rusia domina el mercado mundial de exportación de reactores con proyectos en países nuevos en el sector de la energía nuclear comercial, como Turquía, Egipto y Bangladés, además de Irán.
Las promesas y declaraciones en un escenario global ofrecen a los líderes mundiales una plataforma para dar la impresión de que están haciendo algo para hacer frente al cambio climático, incluso si, como en el caso de la energía nuclear, carecen del financiamiento y la infraestructura necesarios para lograrlo. Pero lo más probable es que su apoyo signifique el despilfarro de importantes sumas de dinero —gran parte procedente de los contribuyentes y los usuarios— en perpetuar la fantasía de que la energía nuclear marcará la diferencia en un plazo de tiempo significativo para frenar el calentamiento global.
El gobierno estadounidense ya está dispuesto a gastar miles de millones de dólares en la construcción de nuevos reactores modulares pequeños y “avanzados” y en mantener en funcionamiento los grandes reactores antiguos. Pero dos de esos proyectos de reactores pequeños basados en tecnologías convencionales ya han fracasado. Lo cual plantea esta pregunta: ¿serán más viables los futuros proyectos basados en tecnologías mucho más complejas? El dinero destinado a dichos proyectos —proporcionado principalmente en virtud de la Ley de Inversión en Infraestructuras y Empleo, y la Ley de Reducción de la Inflación— podría reorientarse de modo que se hiciera más por el clima y más rápido, sobre todo si los nuevos proyectos nucleares previstos no llegan a materializarse.
Ya hay suficiente capacidad potencial de generación en Estados Unidos que busca acceso a la red para acercarse al objetivo del presidente Biden de tener un sector eléctrico con cero emisiones de carbono para 2035, y el 95 por ciento de ella es solar, de almacenamiento en baterías y eólica. Pero estos proyectos se enfrentan a un sistema de transmisión muy limitado, a obstáculos normativos y financieros, y a los intereses arraigados de las empresas de servicios públicos, lo suficiente como para impedir que muchos de ellos lleguen a suministrar electricidad, según un informe publicado el año pasado por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley.
Aun así, la capacidad de transmisión existente puede duplicarse mediante el reequipamiento de las líneas de transmisión con conductores avanzados, lo que ofrecería al menos una salida parcial al atasco de las energías renovables, además del almacenamiento, la distribución localizada y una mejor gestión de la oferta y la demanda.
Lo que falta son líderes dispuestos a desafiar a sus propias y poderosas burocracias nucleares y elegir caminos mucho más baratos, menos peligrosos y más rápidos de desplegar. Sin ellos, estamos condenados a más promesas y despilfarro por parte de los defensores de la energía nuclear, que han demostrado una y otra vez que saben hablar pero no cumplir. c.2024 The New York Times Company.