La libertad de expresión es la mejor expresión de la libertad
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No temamos a la libertad de expresión cuando las cosas se hacen bien. Si el gobierno de un país, estado o municipio trabajan en forma honesta y transparente con datos ciertos dignos de fe, no hay nada que temer. Pero si el gobierno reprime o desaparece periodistas, da a entender que algo anda mal y prefiere que no se difunda. Si procede bien y los medios lo publican como mal, entonces la autoridad debe demostrar que las cosas están bien, pero si el gobierno anda mal y los medios lo ponen como bien, es claro que existe una perversa connivencia.
La libertad de expresión es un derecho establecido por la Constitución federal, por lo tanto no se vea como que es una dádiva de los gobiernos de los distintos niveles, ésta, la libertad constituye una penetración y una aceptación en lo que es una auténtica aportación en la política, debe exigir al poder público la rendición de cuentas de su trabajo y confirmar la democracia como sinónimo de respeto a la decisión de las mayorías.
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Cuando se nace, se nace con derechos, derechos humanos y fundamentales que son inherentes, consustanciales, congénitos. Por tanto, nadie, ni la autoridad, tiene derecho a desconocerlos, pues son parte del ser humano y que sin ellos quedaría mutilado y aherrojado.
En la actualidad, infortunadamente el gobierno a veces hace sinergia con la arbitrariedad reprimiendo esos derechos. Existen ejemplos de reconocidos comunicadores que han sido excluidos de los medios debido a la ambición de los concesionarios que aceptan dinero como medio de extorsión de parte del poder público cuando comunican la verdad. En contrapartida, hay otros ejemplos en donde algunos comunicadores se desgarran las vestiduras pregonando a voz en cuello, en forma por demás hiperbólica, los programas oficiales como grandes y extraordinarios logros y que en reciprocidad son premiados mediante cantidades importantes de dinero.
Existen casos en que, con la profusión de noticias tendenciosas, el receptor se ve confundido, ya que lo hacen vivir en una atmósfera distante de la realidad, provocándole un desconcierto que da lugar a tomar decisiones que pueden estar equivocadas y después sufrir las consecuencias.
Este 7 de junio se conmemora la libertad de expresión, cuya esencia, pienso, se aleja del sentido propio de su naturaleza, convirtiéndola en una fecha utópica, pues en ocasiones esa libertad y sus cualidades, como la imparcialidad y la objetividad, no constituyen precisamente la divisa de una información real.
Contribuyamos los medios a ser realmente transportadores de la verdad, de manera que los destinatarios nos vean con la credibilidad y confianza que solo la honradez profesional proporciona. Recordemos que no somos parte de una casta divina, sino personas vestidas de ética que tenemos la oportunidad de ofrecer un trabajo excepcional.
Confucio, filósofo chino anterior a Cristo, decía que si él hubiera tenido la oportunidad de administrar su país, corregiría el lenguaje y que solo dominasen dos artes, leer y escribir, de tal forma que el lenguaje no fuera ambiguo sino perfectamente claro. Decía: “Si el lenguaje no es correcto, lo que se dice no es lo que se quiere decir, y si lo que se quiere decir no es lo que se dice en realidad, entonces lo que debe hacerse no se hace, y si no se hace lo que debe hacerse, las artes y la moral sufren menoscabo y la justicia se abandona, y si la justicia se abandona, la gente es presa de confusión”, hasta aquí Confucio.
Recordemos lo que sabiamente dijo la décima musa mexicana que fue una de las más destacadas figuras de las letras de nuestro país, Sor Juana Inés de la Cruz: “...o cual es más de culpar / aunque cualquiera mal haga / la que peca por la paga / o el que paga por pecar”.
Celébrese pues, si se debe celebrar este suceso y reciban reconocimiento quienes deban recibirlo, pues debo suponer que existen excepciones.
Me temo que prediqué en el desierto.
Se lo digo EN SERIO.
franciscoaguirreperales@gmail.com
@aguirreperalesf