La Marcha de la Lealtad: La peor traición militar al Comandante Supremo
COMPARTIR
Están celebrando ese valor supremo y la fidelidad absoluta, pero no del Ejército para con la Patria y su hoy Comandanta Suprema, sino al revés: La lealtad absoluta del Jefe del Ejecutivo para con las Fuerzas Armadas
Quizás a usted, amable lector, potable lectora, hipersensible lectore, se le olvidó alguna vez una fecha importante y no me refiero al último día para presentar su declaración tributaria ante el SAT.
Hablo de cualquier aniversario, cumpleaños u ocasión que no pueda darse el lujo de pasar por alto porque involucra a su consorte, amasiato, “fuck buddy”, mamacita o única persona que le soporta y le tiene un mínimo de consideración en el mundo.
TE PUEDE INTERESAR: El gran bully
Así me sentí yo el domingo cuando me enteré de que nuestra Comandanta Suprema había encabezado la tradicional conmemoración de la Marcha de la Lealtad.
“¡Cómo que ya fue la Marcha de la Lealtad y nosotros en la pendeja total, preparándonos para el Super Bowl...! Espere... ¿Qué cojones es la Marcha de la Lealtad?”.
Le aseguro que más de doscientos nos fuimos a fijar al almanaque de carnicería que todavía obsequian en enero a su clientela algunos establecimientos con valores cívicos y responsabilidad social. Pero nada, nomás los feriados de siempre: El consabido Aniv. de la Rev., la Promulg. de la Const. y el Nat. del Ben. (¡Natalicio del Benemérito, no “del Benny”, no sea irrespetuoso!).
“¡Ah, shingá!”, dije yo: “Y esa Marcha de la Lealtad de la que me hablan... ¿está aquí con nosotros?”.
Pero resúltaseseser que sí, que la tal Marcha existe desde hace 112 años gracias al prócer coahuilense, don Panchito Madero.
Y es curioso porque celebra la adhesión de algunos mandos militares al Gobierno de don Paco Ignacio, en respuesta a los ataques perpetrados por otros milicos de alto rango que buscaban derrocar al Presidente.
Lo mamón es que sigamos conmemorando dicha LEALTAD, siendo que a los pocos días ese mismo Ejército, que no nos cansamos de laurear, acabó por asesinar a Madero y Pino Suárez para poder sentar en la Silla Presidencial a un pinche generalote que de hecho pasó a la Historia con el sobrenombre de “El Traidor”.
O sea... ¿Y la lealtad?
Ese episodio hasta hoy olvidado nos deja claro que en última instancia no es “el pueblo pone y el pueblo quita”, como asegura el discurso oficial, sino los verdaderos amos y señores de México: su élite militar.
Huerta ni siquiera pagó con su vida o la cárcel por el asesinato del Jefe del Ejecutivo, sino que fue exiliado y murió en el intento de cometer nuevas diabluras.
Pero de vuelta al presente: ¿para qué desempolvar una conmemoración tan chafa y vacía de significado? Vuelvo a cuestionar la mentada lealtad de un ejército que no fue capaz de proteger a su Comandante Supremo de las ambiciones de los miembros del propio ejército.
Si a mí me lo preguntan, sí están celebrando ese valor supremo y la fidelidad absoluta, pero no del Ejército para con la Patria y su hoy Comandanta Suprema, sino al revés: La lealtad absoluta del Jefe del Ejecutivo para con las Fuerzas Armadas y los intereses de la citada élite castrense a la que no se le cuestiona, no se le pide rendición de cuentas, no se le dan órdenes, ni mucho menos se le lleva ante la justicia para que responda por sus crímenes (históricos o recientes), que no son pocos.
A menos que me llame la Doctora anticiencia para explicarme y convencerme de lo contrario, la celebración de “La Marcha de la Lealtad” fue un posicionamiento de la Presidencia de que, no importando los compromisos pactados con nuestro país vecino y principal socio comercial en materia de combate al narcotráfico; no obstante los señalamientos de que la estructura política mexicana está controlada por los cárteles, y muy a pesar de los primeros indicios de la presencia de la inteligencia norteamericana e incluso de sus fuerzas tácticas en nuestro País, nadie va a incomodar a nuestro glorioso Ejército bajo ninguna circunstancia.
Fue una manera de recordarle a los meros consentidos de que no deben preocuparse por ese horrible hombre de calabaza, que no pasa nada y que no importa qué tanto se diga en las negociaciones internacionales o conferencias matutinas, nadie va a venir a arrebatarles su privilegio ni a moverlos de su cómodo trono en la penumbra. Ni mucho menos, nadie va a poner en evidencia su colusión con el C.O. al que juran combatir, pero cuyos vínculos evidentes son cada vez más difíciles de disimular.
Es cierto que nos hemos comprometido con el Gobierno de Mr. Trump a tomarnos en serio lo de frenar el tráfico de drogas (en especial fentanilo); es cierto que lidiamos con la amenaza de que los cárteles sean declarados grupos terroristas, con todo lo que ello implicaría para sus socios (políticos y militares), sí. Y que para tener algo que presumirle a su base electoral y adversarios, el inquilino de la Casa Blanca nos está haciendo manita de Porky con la amenaza arancelaria.
Y de hecho tal parece haber sido la reacción del Commander in Chief, quien pese a habernos otorgado una prórroga volvió al ataque con la imposición de un gravamen del 25 por ciento a las exportaciones metalúrgicas a su país. Bien raro, porque le va a salir más caro comprar a los gringos, pero bueno... no me le pidan mucho juicio o sentido común porque anda encabronado por el Super Bowl.
El caso es que doña Shein está jugando una partida doble muy muy peligrosa... O quizás triple o cuádruple.
TE PUEDE INTERESAR: Reconoce Claudia Sheinbaum lealtad de Fuerzas Armadas a la 4T
Por un lado está asegurándole a los gringos que asumirá su responsabilidad y se tomará con toda la gravedad que amerita el combate al trasiego de fentanilo; por otro lado, debe convencer a su base de votantes de que no me la están doblando igual que al señor que la puso de encargada a despachar en Palacio Nacional; trata de convencer demás a sus críticos y detractores de que no es necesario cambiar la política de “abrazos” que le heredaron, pero que al mismo tiempo se están haciendo las cosas distintas... (?). Y claro, garantizarle a nuestra milicia de que no hay nada de qué preocuparse, que para ellos nada cambiará, que la justicia de ninguno de los dos países los va a tocar jamás, que nadie les va a tocar los bienes nacionales que ahora administran y que incluso van a seguir figurando como los héroes de la película.
Finalmente con alguien va a tener que quedar mal doña Clau: Ya sea con Trump, con sus votantes, con AMLO (¡ja!) con los cárteles o incluso reconociendo a sus adversarios alguna de sus contradicciones. Lo que sea, antes que quedar mal con los dueños de la Patria, los hombres de uniforme, a los que el Ejecutivo les ha tenido siempre una lealtad absoluta, que es la que doña Clau les refrendó el domingo con su respectiva ceremonia conmemorativa y, que de hecho, rememora la peor traición de los militares hacia el jefe civil de los mexicanos.