La persona, el año, lo nuevo y lo feliz
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Algunos se hipnotizan por el año.
Hasta le descubren numéricamente potencialidades escondidas y hacen suma de dos más otros dos, y luego más tres, después del cero sin valor, para ver, como resultado hechizado, el número siete que tiene fama de numerar notabilidades.
Personalizan al año y al felicitar dicen: “feliz año”, como si la cifra cronológica tuviera un “yo” capaz de sentir complacencia. Como si no fuera algo, sino alguien.
Otros cimentan toda esperanza en la novedad. Que haya experiencias nuevas, relaciones nuevas, nuevas victorias y aventuras novedosas, que todo sea último modelo, que todo esté en la cresta de la ola. Que se supere toda obsolescencia y se estrene modernidad. Que todo sea sorpresa en el mundo de lo inesperado.
Un gran acento ponen algunos en lo feliz. Se visualiza como un estado paradisíaco de satisfacciones sin límite. Se imagina una situación de satisfactores inagotables. Una situación de disfrutes que den placer a todos los sentidos. Un idilio sin epopeyas, una plenitud sin esfuerzos, una abundancia sin menguas.
Y pocos son los que se centran en la persona. Que captan que es la persona la que ha de ser nueva y feliz en el año que se sumará a los de su vida. Comprenden que no es lo supersticioso ni lo novedoso, sino lo valioso en la persona lo que no confunda cualquier placer con felicidad. Que no son los actos, ni las situaciones, ni los sucesos, ni las posesiones, sino las actitudes de la persona las que logren esa paz interior indescriptible que se llama felicidad.
Sólo puede haber felicidad en la persona que vive un año cuando advierte que éste no es sino una sucesión de momentos presentes. Y sólo en el momento presente se puede ser feliz. No existe la felicidad en témpano, sino en granizada. No habita un día o en semana, en mes, en un año o un siglo. Tiene su residencia en el minúsculo y fugaz instante que sólo se vive aquí y ahora.
Eres tú, no el año, quien ha de ser nuevo y feliz, no en el largo bloque de un año, sino en cada momento que vaya llegando del futuro al “aquí y ahora” en que recibes, aprovechas y agradeces. En cualquier situación o circunstancia sólo tu actitud interior es la que puede comprender, respetar, aceptar y perdonar hasta poder evitar toda queja y superar toda decepción.
URGE CUMPLIR EL MANDAMIENTO
Es mandamiento del monte Sinaí.
Es mandamiento del decálogo, pero viene también de la ley natural el
“no matarás”. El respetar la vida humana. El no llevar una hostilidad hasta el homicidio.
Terminar en esta nación un año 2022 con una cifra estadística de 26 mil 920 homicidios dolosos y empezar el primer día del año 2023 con 87 en un sólo día es una campanada de alarma. Es un enrojecido amarillo de alarma en el semáforo de la convivencia nacional.
El sacrificio, en el mundo, de vidas inocentes e indefensas para evitar su nacimiento y el escándalo de una guerra de intervención, sin agotar los medios pacíficos para lograr acuerdos y evitar violencia bélica, son pésimos ejemplos de transgresión del mandamiento natural y trascendente de no atentar contra la vida humana, sino en defensa de la propia vida.
FUENTE DE LA VERDADERA PAZ PERSONAL Y MUNDIAL
La dejó señalada en su testamento espiritual el pontífice emérito recién llegado a su pascua: “He visto y veo cómo de la maraña de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo”...