LA POLÍTICA Y LA LUCHA LIBRE
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Uno de los recuerdos de mi infancia, fue la noche en que mi padre me llevó con mis hermanos a la lucha libre en el Estadio Saltillo, frente al lago de la Alameda. Sobre el ring, colocado cerca del montículo de los lanzadores, presenciamos maravillados el despliegue de acrobacias, fuerza física y fintas, de gladiadores como el “Cavernario” Galindo –temible rudo, de quien se dice que en una ocasión, arrancó de una mordida la cabeza de una víbora–, Dorell Dixon, el “Médico Asesino”, Sugi Sito, René “Copetes” Guajardo, y “Black Shadow”, entre otros.
Fue un espectáculo alucinante, que me causó una profunda impresión al ver la fuerza y el encono con la que se golpeaban aquellos hombres. Pero la magia se desvaneció, pues a la salida del estadio, observamos atónitos como esos luchadores que hacía unos minutos se partían el alma, abordaban en medio de gran camaradería una vagoneta color verde para continuar su gira.
Pasó el tiempo, y al acumularse las hojas del calendario, la vida, esa gran maestra, fue derramando sus enseñanzas y experiencias, las que me han llevado a concluir, que en este país, lo único serio es la lucha libre, conclusión que se aplica, como dijo aquel, cual anillo al dedo, a la política.
Esto viene a cuento, por lo que ha venido sucediendo en el cuadrilátero del pancracio electoral, cuando Ricardo Mejía Berdeja, al no resultar ganador en la encuesta de su partido, Morena, tomó la decisión de entrar a la contienda arropado por el Partido del Trabajo, franquicia familiar de Alberto Anaya y afín a la 4T.
Sin contar con información de adentro, pues soy un ciudadano que no milita en ningún partido, infiero que en principio, la resolución de Mejía pudiera favorecer a la coalición PRI, PAN y lo que queda del PRD en la entidad.
Esto lo supongo, porque habría una división en los votos de la “izquierda”, lo que perjudicaría a Guadiana; divide y vencerás, lo que nos remite a la versión del supuesto acuerdo en las cúpulas, según el cual, Morena perdería en Coahuila, a cambio de vencer en el Estado de México. Un arreglo, similar al que hacen los luchadores en el camerino antes de salir al escenario.
Me llamó la atención la reacción de López Obrador, al no denostar como suele hacerlo en estos casos, a Ricardo Mejía –esto debiera inquietar a Guadiana–, lo que a su vez, me remite a la campaña de Colosio, cuando surgió, alentado por Carlos Salinas, el protagonismo de Manuel Camacho; ya nada más falta que en una mañanera AMLO diga: “No se hagan bolas”.
Al PT le conviene la participación de Mejía, ya que de esa forma pudiera asegurar el porcentaje de votación requerido para conservar su registro y con ello sus privilegios. Por cierto, el padre del ex Secretario de Seguridad, el contador Ulises Mejía Domíguez, participó en la política universitaria al haber contendido con Jorge Peart y Melchor de los Santos en 1975 en las elecciones –quizás las únicas apegadas a la autonomía– para rector, en las que resultó ganador el último mencionado.
Desde una perspectiva más amplia, se puede decir que la contienda electoral tendrá lugar, por una parte, entre dos versiones del PRI; su ala moderna, con Manolo Jiménez a la cabeza, y la del pasado con Morena y Guadiana al frente, y por la otra, un PT cercano al proyecto de AMLO. El PAN que por su ideología, sería una oposición real, ha perdido presencia en los últimos años y ahora se ve obligado a establecer alianzas, con sus otrora rivales.
¿Qué podemos concluir de todo esto? Que la coalición PRI, PAN y PRD, tiene la posibilidad de aglutinar a las clases alta y media, así como algunos sectores populares, debilitando a Morena. Sobre el PT, su cercanía con AMLO alienta la suspicacia de un arreglo entre ellos. De no haber sorpresas, podemos concluir que el PRI y sus aliados —los técnicos-, tienen un panorama favorable ante -los rudos-, Morena y el PT. Al subir a su camioneta Guadiana enciende la radio y escucha la canción “Cartas Marcadas”. Próximamente, el anunciador pronunciará las palabras mágicas: “En esta esquina...”.