La receta perfecta: 10 por ciento de experiencia y un 90 por ciento de lealtad

Opinión
/ 3 abril 2025

Un verdadero Edison del populismo y la demagogia, ‘El Mago de Tepetitán’, vino a replantear la fórmula del ‘éxito’

Se atribuye al Mago de Menlo Park la frase de que el genio es “un uno por ciento de inspiración y un 99 por ciento de transpiración”, en alusión a que es mucho más importante el trabajo arduo que una idea brillante.

Haya pronunciado o no Thomas Alva Edison estas palabras, es difícil refutarlo dada la autoridad que le confiere la cantidad de patentes que en vida acumuló.

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Y para sus detractores −que descerebrados nunca faltan−, aquellos que aseguran que Edison sólo se dedicó a robar las ideas de otros, esta presunta declaración se refrenda con dicha noción (o al revés), es decir, en efecto, muchas de las ideas que materializó Edison no son originales, sino que flotaban en el ámbito de la tecnología de aquella época desde años antes, pero fue su tesón y arduo trabajo lo que pudo cristalizar lo que otros apenas soñaron.

Hizo viable, accesible y hasta comercializable lo que sólo eran ideas en bruto, planteamientos teóricos, posibilidades. Y si los inventos no fueron entonces obra de su genio creativo, fueron resultado de su más incansable dedicación.

Otro genio de blanca cabecita, un verdadero Edison del populismo y la demagogia, “El Mago de Tepetitán”, vino a replantear la fórmula del “éxito” en sus propios términos:

Según su filosofía de la administración pública, la eficiencia gubernamental requiere apenas un 10 por ciento de expertise, de conocimiento, de dominio de la materia y un 90 por ciento de “lealtat”, de “bondat”, de “honestidat”.

Esa es un arma retórica muy socorrida por los populistas para llenar el servicio público de incondicionales, cuya falta de méritos académicos o atributos en el área de competencia los vuelve inexplicables; fieles que de otra manera jamás habrían accedido a cargos de enorme relevancia.

Al menos, el modelo neoliberal (que no respaldo) favorece la tecnocracia, que exige que haya un especialista en cada puesto; a diferencia del populismo que lo mismo pone a un agrónomo a dirigir Pemex o a una profe a gobernar el estado más caótico y populoso del País.

Y como siempre recalcamos: Esto ni es nuevo ni es invención de esa Revolución sin Huevos llamada la 4T. Lo vivimos en mi natal entidad −Coahuila− cuando cierto profe Moreira, bailarín de ingrata memoria, puso a sus colegas del gremio magisterial a desempeñarse en funciones para las que ni de churro estaban medianamente capacitados (departamentos de informática llegaron a ser responsabilidad de profes que no sabían cambiar el salvapantallas del monitor de su computadora... historia real). Pero estos docentes estaban tan agradecidos por la “oportunidad” con su mero líder que le pagaban con obediencia absoluta y lealtad a toda prueba. Ello permitió que se cometieran toda clase de excesos que derivaron en la bancarrota financiera y moral de esta entidad.

Y así, el movimiento cuatrotero replicó lo mismo, pero en una escala nacional. Los leales de dudosas credenciales ocuparon secretarías, gubernaturas, direcciones técnicas, la titularidad de los organismos descentralizados, curules, plazas, alcaldías, vocerías... usted nómbrelo.

Y otra vez, si el movimiento de “regeneración” no inventó esto, lejos de “ser distintos”, bajaron todavía más los estándares de eficiencia pues, como mencionamos ya, el criticado modelo neoliberal al menos se asegura de tener siempre a alguien que le sepa a la receta con un mínimo de preparación académica.

Y aquí es donde la chairiza repite los mantras de su mesías: “Sí, mucho Harvard, pero sólo estudian en el extranjero para aprender a robar”. Recomenzando este infinito ciclo de populismo.

Epílogo: Los hijos de los líderes populistas invariablemente van a estudiar al extranjero, concretamente a países eminentemente capitalistas.

Hace unos días la todavía joven administración Trump protagonizó su ya enésimo escándalo, uno de esos que le suben el rating a los “late shows” y que nos pintan una honesta sonrisa, hasta que nos acordamos de que esa manga de inútiles tiene los códigos para desatar el despiporre mundial.

Resúltaseser que al asesor de seguridad del Gobierno de los Estados Unidos, un tal Mike Waltz, le pareció de lo más lógico y normal meter en un grupo de chat de la plataforma Signal a sus colegas de gabinetazo: El director de la CIA, John Ratcliffe; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; el vicepresidente, JD Vance; y el secretario de Estado, Marco Rubio para desde allí compartir los planes del gobierno norteamericano para una operación militar en Yemen, misma que se dieron el lujo de celebrar con comentarios plagados de emojis. Porque nada habla de seriedad y madurez como añadirle a tu comunicación OFICIAL unos dibujitos de explosiones y bombitas bien simpáticos.

Como si no fuera ya un total despropósito utilizar una plataforma de mensajería gratuita para intercambiar información clasificada concerniente a la seguridad nacional y de todo el planeta, el señor Waltz metió por adicional error al chat a un periodista (Jeffrey Goldberg, editor de The Atlantic), que fue quien se encargó de dar a conocer esta colosal imprudencia, irresponsabilidad y falta de sentido común.

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Esto no es un errorcillo, un accidente menor o un incidente de la curva de aprendizaje; es incalculable lo que entre vidas humanas, costos de operación e intereses políticos se arriesgó por usar un chat público, siendo que tienen a su disposición toda la inteligencia y tecnología del mundo para utilizar canales seguros. Pero dado que son unos niñatos en RedBull haciendo el trabajo que debería recaer en profesionales, pues se les hizo fácil.

Es algo que en cualquier gobierno con un mínimo de seriedad haría rodar cabezas para recomponer a todo ese sector del gabinete desde los cimientos. Pero tratándose de la secta Trump, salió el líder a absorber el costo político, a defender a sus leales mascotas, a decir que la operación fue un éxito y a echarle la culpa ¡al malvado periodista! ¿Ya le suena a alguien familiar?

Y me fue imposible no recordar el reciente “hackeo” del celular de nuestra Presidenta con P (que minimizaron porque “ya era un celular viejito”) y todas las otras veces en que la información y datos de este Gobierno han sido filtrados, robados, extraídos −con todo el costo que ello representa para nuestra seguridad nacional y la soberanía que tanto pregonan−, como resultado no de la falta de recursos, de tecnología ni de especialistas capacitados, sino consecuencia de esa supuesta “austerocracia” (más bien “austericidio”) con el que desgobiernan, pero sobre todo por seguir la filosofía del “Edison de la Garnacha y del Acarreo”, misma filosofía que ya adoptó su secta homóloga en EU: La falacia de que sólo se necesita un 10 por ciento de experiencia y un 90 por ciento de lealtad... lealtad incondicional y absoluta al líder, desde luego. Una receta perfecta para el desastre de la que los mexicanos damos fe.

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