La caduca izquierda mexicana y sus apologistas de a peso

Opinión
/ 1 abril 2025

Como dijo Galileo: “¡’Más sin en cambio’, se mueve!”, para luego agregar: “¡Y bien rico, por cierto!”.

¡No! Quiero decir: Y sin embargo, aún pienso que se necesita un gobierno de izquierda para medio comenzar a recomponer esta horrenda realidad que nos creamos.

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Y por izquierda no me refiero ni a los delirios comunistoides que ya no se defienden ni en Rusia ni en China (porque no son pendejos) y sólo parece enarbolar ya el dictador en turno de la maltrecha Cuba y los que no superan la trova de los 60.

Como tampoco es izquierda lo que pregona la secta que nos desgobierna, que sólo se adjudicó la franquicia de la izquierda política mexicana por oposición al régimen neoliberal que en efecto estaba en el poder, para desmarcarse y tener una bandera qué ofrecer al electorado, pero sin asumir los principios reales de una izquierda moderna y realista que coexiste perfectamente con el libre comercio y la democracia.

Sigo convencido aún de que necesitamos un gobierno de izquierda, democrático, no sectario; científico, no místico; plural, no dogmático; engendrado, no creado... y así. Un gobierno de izquierda cuyo liderazgo sea horizontal y no esté cimentado en la figura de un cuestionable caudillo; cuyas políticas y programas sociales estén diseñados y aplicados desde los datos y la medición de resultados, no como el clientelismo político pinche de toda la vida.

Para hacerse pasar como una opción “de izquierda”, el movimiento obradorista parasitó en su momento el cadáver de un antiguo partido socialdemócrata (el extinto PRD) y se ganó con éste la lealtad de un gremio de intelectuales trasnochados que siguen de hecho instalados en las ideas más arcaicas del socialismo a la manera en que lo entendía el Santa Claus de los comunistas, Carlos Marx.

Y dado que muchos ciudadanos no han actualizado en casi medio siglo sus conceptos sobre qué son y cómo operan las verdaderas izquierdas democráticas en el mundo moderno, terminaron por comprar la versión más caduca y desactualizada de la utopía socialistoide; que de tan viva que está en el imaginario colectivo, los mismos partidarios de la derecha creen también que es aquel comunismo espectral del siglo 20 -el de Stalin y Mao- al que hay que enfrentar, combatir y mantener a raya, con tal de preservar la integridad de esa mítica vaca que todos tenemos allí en nuestro patio y que la izquierda va a venir a arrebatarnos para partirla en dos y darle la mitad al vecino huevón.Es en serio, hay gente que todavía utiliza esos argumentos para dirimir las diferencias, ventajas y desventajas entre izquierda y derecha. Y ni se sorprenda, que ese mismo nivel de analfabetismo político lo tiene por igual un clasemediero mexicano que un votante promedio en los EEUU.

La militancia zurda mexicana es tan ingenua, rancia y obsoleta que hace poco iniciaron una campaña de “presión” en contra de las arbitrarias medidas políticas y comerciales de la administración Trump, con un boicot contra la Coca-Cola, “Símbolo del malévolo imperio yanqui”... ¡”Misvidas”! Si no me dieran tanta ternura pediría para ellos la eutanasia.

Pero como decíamos, la patente de la izquierda política en México venía tan desactualizada que en el paquete ideológico que aún promueven y defienden sus intelectuales encontramos el siempre peligroso nacionalismo (el mismo veneno que tiene entoloachados a los gringos); la reivindicación de los pueblos ancestrales y sus saberes milenarios (de sacarlos de la miseria, ni hablar... sólo hay que exaltarlos; porque traerlos al siglo 21 es traicionar su esencia, usos y costumbres); y el cuento de la lucha de clases como única fuerza que define la realidad y no sé cuántas patrañas más.

El paquete Mi Alegría: “Mi Primer Partido de Izquierda” incluía a los distinguidos pensadores Marx Arriaga (ya desde el nombre uno sabe que todo valió madres); Paco Ignacio “se las metimos doblada” Taibo; San Jorge Naredo, Defensor de las Causas Indefendibles; la siempre acomodaticia, queda bien y “woman for all seasons”, Elena Poniatowska (aunque esa ya es parte del inventario del mobiliario de Palacio Nacional) y -no podía ser de otra manera- los moneros de la otrora legendaria revista de humor político El Chamuco.

Sobre éste último, debo reconocer como casi heroica la defensa a la libertad de expresión que con monos y humorismo ejerció en mejores y pretéritas décadas. Pero una vez del lado del Gobierno que -a la manera del viejo régimen al que tanto criticaron- compró su conciencia con una cantidad de dinero perfectamente documentada y con un espacio en la deplorable televisión del Estado, perdieron la categoría de críticos y toda autoridad moral para pronunciarse sobre cualquier tema en el que se debata la realidad contra la versión oficial.

Los propios moneros de este gremio refrendan lo anterior, cada vez que olvidan la polémica en turno y prefieren dibujar su enésimo Felipe Calderón (o “Borolitas”, como les gusta llamarlo), antes que osar bocetar la efigie del prócer macuspano o el de la Presidenta con P, no obstante los 13 años que median entre el Calderonato y el día presente.

Por eso, la semana pasada que vi que el tal “monero” Fisgón (Rafael Barajas), uno de los más abyectos e impúdicos apologistas gráficos del régimen, se atrevió a criticar el respaldo que la bancada morenista le dio al exgobernador y presunto agresor sexual, Cuauhtémoc Blanco, no me cupo la menor duda.

Dado que en todo este tiempo, este gremio de aduladores ha sido incapaz de hacer el más tímido señalamiento, crítica o comentario desfavorable al régimen, me quedó claro que El Fisgón estaba de hecho obedeciendo órdenes para que el escándalo del Cuau Blanco cobrara la mayor relevancia posible.

Llámeme ahora usted conspiranoico si quiere, pero para mí es la prueba absoluta de que el escándalo del exfutbolista y dromedario tepiteño se alimentó desde el Poder Ejecutivo para que le quitara un poco de espacio y titularidad al caso que es verdaderamente relevante: Teuchitlán.

De otra manera, tan servil caricaturista, tan fiel esclavo del poder, jamás se habría atrevido a contradecir los designios del partido oficial en la bajísima Cámara Baja.

Desde luego, no estoy presumiendo la posible inocencia de Blanco, como es claro que goza de la protección como uno de los favoritos del régimen gracias a diversos favores electorales. Pero de que fue muy oportuno montar un circo en el que un grupo de mujeres morenistas lo defendiera a puño alzado con gritos y consignas que suelen reservarse para las víctimas, ni hablar: ¡Qué oportuno y conveniente fue!Decíamos hace algunos días que a la Cuarta Transformación le vendría bien algún terremoto o tragedia afín para diluir la atención del Rancho Izaguirre que ya había trascendido en lo internacional.

Pues bien, la naturaleza no les concedió esa gracia, pero ni tarda ni perezosa, la propia Transformación se creó su propio terremoto y la única prueba que tengo de esto, pero también la única que necesito, es el cartón de El Fisgón monero.

PD. No hay que distraernos: ¡El asunto importante sigue siendo Teuchitlán!

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