La reforma eléctrica es sólo un distractor más
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La herramienta favorita de los déspotas, a quienes se ha permitido el privilegio de acceder al poder público, es el discurso distractor; el escándalo provocado. Como buenos prestidigitadores, agitan la mano izquierda frente al público mientras, con la derecha, ejecutan el truco.
Al final, también como los ilusionistas, esperan el reconocimiento del público por “hacer magia”, es decir, por obrar portentos sólo al alcance de quienes han sido bendecidos con un superpoder.
Pero, como dijimos al principio, todo es irreal, una fantasía. En el caso del mago, él lo sabe y parte de su recompensa es regodearse con el hecho de haber dejado profundamente intrigada a su audiencia.
Pero el político –sobre todo el político mexicano– ¡de verdad se la cree!, e incluso es capaz de convencerse de su propio embuste, por lo cual demanda el reconocimiento del respetable a sus dotes “sobrehumanos” y no solamente a su capacidad de prestidigitador.
Tal actitud, conviene decirlo con todas sus letras, sólo puede incubarse en la mediocridad, la ignorancia y el ayuno de ideas, características presentes –en grado superlativo– en quien hoy ocupa la Silla del Águila en México.
Hombre de ocurrencias y no ideas, Andrés Manuel López Obrador es un prolífico productor de discursos distractores. Hasta hace unos días su perorata del servicio religioso mañanero se concentraba en la mal llamada “revocación de mandato”. Hoy es, y todo hace indicar será por varias semanas más, la contra reforma eléctrica.
Como se sabe, nuestro Perseo de Pantano envió recientemente al Congreso de la Unión una iniciativa de reforma constitucional para, según su discurso, revertir los vicios neoliberales prohijados en el pasado en dicho sector. La realidad es otra: se trata solamente un truco barato de mago venido a menos.
Un solo dato sirve para demostrar la charada pejelagartiana: para enviar su iniciativa al Congreso el presidente (con minúscula) se esperó hasta ahora, cuando su partido ya no tiene lo votos suficientes en el Poder Legislativo para garantizar la aprobación de tal reforma.
Hasta hace unas cuantas semanas, el Presidente podía enviar cualquier cosa al Congreso e incluso darse el lujo de ordenar a sus lacayos, desde el púlpito mañanero y a la vista de todos, aprobar sus iniciativas sin moverles ni una coma y sus vasallos obedecían sin chistar... tal como ocurría, por cierto, en la época dorada del PRI.
¿No habría sido más eficaz entonces, remitir la propuesta de reforma para “rescatar la industria eléctrica” cuando las condiciones anteriores garantizaban su aprobación? ¿Cuál fue la razón del Hijo pródigo de Macuspana para dejar pasar tres años antes de lanzar su “rescate”?
La respuesta, desde mi punto de vista, es muy simple: en realidad el tema no le importa.
Para él, lo importante es seguir ejecutando sus trucos baratos y desgastados porque, por lo menos hasta ahora, le siguen ofreciendo réditos. Lo suyo es seguir en modo campaña y la cortina de humo de la reforma eléctrica tiene el propósito de fracturar a la oposición y con ello fortalecer su posición rumbo a la sucesión presidencial de 2024.
Es altamente probable verle, al final de este nuevo show, terminar con un saldo positivo, pues el indecente pasado de sus adversarios sigue siendo un filón del cual puede nutrir aún su discurso distractor, aunque el truquito, como ocurre con el repertorio de cualquier mago, se vaya desgastando.
Y esto último, como va quedando en evidencia cada vez con mayor frecuencia, genera en el público una respuesta más parecida a un concierto de tomatazos y menos, mucho menos, a una ovación de pie.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
vanguardia.com.mx