La salud del Presidente y el inexplicable pésimo manejo de la crisis
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La salud del presidente es un tema de interés público, caso en el que se entreverán el derecho a la privacidad y el derecho a la información; es un tema de particular relevancia noticiosa. Que haya interrumpido su agenda de trabajo en Mérida por razones de salud disparó la especulación. La noticia por un influyente medio local de que se había desvanecido en un encuentro privado fue el activador de la información ante la tardía y falaz respuesta del vocero presidencial.
El presidente tiene problemas serios de salud. Por los Guacamaya Leaks se sabe que condición es más crítica de lo conocido; según las revelaciones de la SEDENA padece una angina inestable de alto riesgo, enfermedad que impide un flujo adecuado de sangre y oxígeno al corazón, esta podría causar un ataque cardíaco. El presidente cuenta con el esquema completo de vacunación para la Covid-19, pero por sus antecedentes médicos y edad debe entenderse que el contagio es factor de riesgo y, por lo mismo, deben mantenerse cuidados preventivos extremos.
El mandatario no muestra ser una persona rigurosa en el cuidado de su salud a pesar de su afición al beisbol que, al parecer, le da más por “macanear” que por realizar un ejercicio más integral; sus hábitos alimenticios parecen estar lejanos a lo recomendable; su afán por la política va a contrapelo de su propio cuidado. Hay quien ha señalado que el presidente descansa más de lo que parece; pudiera ser, pero sus hábitos de trabajo públicos no lo acreditan, especialmente, por los viajes frecuentes que realiza. El cuidado del presidente está a cargo del sector médico militar, ajeno a la apertura informativa.
Otro elemento relevante del contexto es la precaria credibilidad del gobierno. De siempre se han tenido reservas sobre la información gubernamental. Resultado de que el mandatario está presente todas las mañanas de lunes a viernes, y de los eventos públicos durante los fines de semana, su ausencia tiene mayor presencia. El protagonismo mediático del presidente significa que su ausencia dé lugar a un vacío informativo que habrá de ser colmado por la especulación; si está de por medio su salud es inevitable que los rumores se impongan.
Por la circunstancia, es inexplicable el pésimo manejo de la crisis. La información mentirosa del vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, es un precedente de torpeza e irresponsabilidad. La premisa básica del manejo de una crisis es comunicar oportunamente, con veracidad, sin engañar ni ocultar la verdad. La impunidad social de la que ha gozado el vocero presidencial le lleva a eludir normas elementales de responsabilidad informativa. El tema es que negar una realidad abre la puerta a la mayor de las especulaciones posibles. Por otra parte, el tuit presuntamente del presidente contribuyó a la sospecha, ya que es evidente que su fraseo no se corresponde con el lenguaje del mismo presidente.
Todavía ahora, a pesar de la información precisa y convincente del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, persiste la idea de que hay ocultamiento y que la situación es más grave y crítica.
La información oficial es en el sentido de que sí hay problema en la salud del presidente, asociada al tercer contagio de Covid, que le lleva a mantenerse aislado por algunos días. Es importante que las autoridades informen sobre la situación actual. Un parte médico preciso es una manera de contener la especulación que crece por la falta o insuficiencia de información.
Lo conocido es en el sentido de que en unos días el presidente reanudará sus actividades cotidianas. De ser así, el asunto será un incidente más sobre el que hay que aprender, porque la salud del jefe de gobierno importa, es noticia y es de interés público. Mientras, el secretario de Gobernación continuará con el desarrollo de las comparecencias mañaneras, que se han vuelto la manera como este gobierno divulga a su modo sobre las acciones que las autoridades emprenden y realizan.