La Tremenda Cuarta

Opinión
/ 7 enero 2025

Siempre se ha dicho que ‘La Tremenda Corte’ es más celebrada, aclamada y querida en cualquier otro país que en su natal Cuba

Ayer me enteré por pura casualidad que un día como hoy, 7 de enero, pero de 1942, se emitió por vez primera el programa radiofónico más importante del mundo hispanohablante. Me refiero naturalmente a “La Tremenda Corte”, creación de un inmigrante español, Cástor Vispo, quien llegó con su familia a Cuba huyendo de la Guerra Civil.

Para fortuna del joven Vispo (y la de todos), una vez nacionalizado asimiló con suma facilidad el humor y la idiosincrasia locales, lo que le permitió escribir de los usos y costumbres con el lenguaje y la picardía propios de los isleños.

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Su pequeño gran radioteatro resulta totalmente orgánico y el mundo lo considera un producto genuinamente cubano. De hecho para mucha gente alrededor del mundo representa todo lo que alguna vez sabrá o conocerá sobre la Isla, su cultura y su gente.

Yo que tengo hábitos algo raros y estoy cada vez más reñido con la industria del entretenimiento actual, revisito de tanto en tanto el programa que ahora está disponible en plataformas gratuitas como YouTube.

A veces comienzo con un episodio para acompañarme en cualquier tarea engorrosa y aquello se convierte en un maratón de varios días, hasta que eventualmente lo dejo descansar y hasta nuevo aviso.

Este ejercicio esporádico, contrario a lo que pudiera suponer, no está motivado por la nostalgia; pues yo no escuché “La Tremenda Corte” de pequeño, ni siquiera de jovencito (a diferencia de otros radioteatros como “Kalimán” y... no me acuerdo de ningún otro).

No. El gusto lo adquirí ya en mi vida adulta, con mi sentido del humor ya más formado y definido. Honestamente, conecto muy bien con la psicología de los personajes y sus motivaciones y, aunque en realidad todos los episodios son variaciones de una misma rutina, encuentro divertidísimas las situaciones que el autor se inventó con cada entrega y, por supuesto, los giros lingüísticos y los enredos de palabras que, considero, han envejecido poco y bastante bien.

El programa no pudo nacer en un mundo más convulso: Lejos de resolverse, la Guerra Mundial entraba en su fase crítica; de manera que para no variar, la humanidad se encontraba contemplando al futuro con incertidumbre. Los cubanos no eran la excepción, así que una pausa divertida en su día les vino de perlas

El elenco, encabezado por Leopoldo Fernández (José Candelario Trespatines) y Aníbal de Mar (El Tremendo Juez), alcanzó estatus de celebridades y con muy sobrada razón.

Diecinueve años −que son una barbaridad− estuvo alegremente al aire esta emisión, 19 felices temporadas que no se vieron interrumpidas ni siquiera por la muerte de un par de los integrantes de la pequeña tropa de comediantes.

Tuvo que ser un evento muy aciago lo que viniera a cortar esta racha de dos décadas de comicidad.

Si usted ya hizo cuentas y vio “El Padrino Segunda Parte”, ya sabe a qué me refiero; aunque probablemente por pura lógica ya dedujo qué pudo haber borrado la sonrisa de los isleños, censurando y cancelando su píldora diaria de buen humor.

Exacto, la chingada Revolución, encabezada por el barbón más falso, hipócrita y delirante desde Santa Claus.

Como todo buen régimen fundado en los trasnochados preceptos del marxismo, el Gobierno de la Revolución no veía con buenos ojos esos extravagantes lujos, como la risa o el ser felices.

Y siendo su causa la libertad, liberó al pueblo cubano de ser cautivo todos los días de su emisión de radio favorita.

Se cuenta que mientras se adaptaban o no al nuevo régimen, Fernández y de Mar hacían presentaciones en teatro y otros espacios públicos con rutinas cómicas desvinculadas de “La Tremenda Corte”, pero en las que hacían observaciones ácidas hacia el Gobierno Revolucionario.

Y claro, como esos gobiernos de “izquierda” sectaria son supertolerantes y abiertos a la libre expresión, el de Castro mandaba a sus esbirros a manifestarse ruidosa y violentamente a donde los cómicos se presentaran.

Entiendo también que los actores hacían esto de buena gana, pues les gustaba hacer crítica al Gobierno; lo que por necesidad los convirtió a ojos de aquel en conservadores y reaccionarios (supongo que no les dijeron fifís y neoliberales porque no estaban en boga dichos términos, pero sí quizás algo como “lacayos del Imperio”, que hasta el día prevalece esa cantaleta).

La consecuencia lógica es que las estrellas terminaron por cansarse y se exiliaron para asentarse en Miami, llevándose por fortuna la mayor parte del acervo de episodios fruto de dos décadas de trabajo ininterrumpido; mismos que comenzaron a vender a radiodifusoras de toda la América hispanohablante.

Fuera del hecho de que sin gran éxito trataron de revivir el show (incluso lo adaptaron para la televisión regiomontana), la historia no parece tener un final necesariamente amargo; pues “La Tremenda Corte” es un perdurable legado de la comedia en español y forma parte de la tradición de incontables familias en todo el continente.

No obstante, no podemos soslayar el hecho de que el pinche Castro intentó borrar toda huella de este patrimonio al interior de su pequeño reino isleño; por lo que siempre se ha dicho que “La Tremenda Corte” es más celebrada, aclamada y querida en cualquier otro país que en su natal Cuba. Afortunadamente, Castro está bien muerto mientras que “La Tremenda Corte” sigue viva.

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No puedo dejar de mencionar tampoco la admiración que el presente régimen de nuestro país, la llamada Cuarta Transformación, siente por personajes como Castro, Maduro y otros dictadores, a los que la científica calificó como “progresistas”.

Como tampoco puedo omitir el desprecio que la Cuarta siente por toda forma de crítica, sea ciudadana, periodística y desde luego humorística. Incluso, los propios militantes de su movimiento que se han atrevido a disentir o hacer la menor observación a los designios del camarada líder (que siguen prevaleciendo) se convierten al instante en parias que deben ser considerados −mínimo− traidores a la Patria.

Y ahora sí, parafraseando al viejo acedo de Tepetitán: ¡Pobrecito de México, tan lejos del fino humorismo de “La Tremenda Corte” y tan cerca de la tremenda Cuarta!

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