La vida es un Lego

Opinión
/ 28 enero 2025

El 28 de enero se celebra el Día Internacional de LEGO para conmemorar la patente del primer bloque de LEGO, una fecha especial que invita a los fanáticos de la marca a dar rienda suelta a su imaginación y creatividad.

LEGADO

La historia de LEGO comienza en 1932, cuando en un pequeño taller de Dinamarca, un carpintero llamado Ole Kirk Christiansen enfrentaba tiempos difíciles. La Gran Depresión había afectado gravemente su negocio, obligándolo a buscar nuevas formas de sostener a su familia. Fue en medio de esta adversidad que nació Lego, una palabra derivada del danés “leg godt”, que significa “juega bien”. En 1949, Lego lanzó sus primeros bloques ensamblables, sentando las bases de un fenómeno global.

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Ole no solo creó una empresa; estableció un legado que inspiraría a generaciones a pensar en la creatividad como un acto de construcción personal. Y aunque su camino no estuvo exento de desafíos, su visión de que “solo lo mejor es suficientemente bueno” sigue resonando en cada creación que surge de un set de Lego.

CADA...

Lo anterior me inspiro a pensar que, en el vasto entramado de la existencia, donde cada día parece ser un caprichoso lienzo en blanco o una tormenta desbordada de colores y formas, la vida se asemeja a un enorme set de Lego. Un conjunto de piezas (momentos) dispersas, de formas y tamaños variados, que parecen desafiar nuestro entendimiento, esperando a que nuestras manos les otorguen sentido. Desde el primer momento en que somos conscientes de nuestro ser, las piezas empiezan a caer en nuestras manos, unas veces con orden, otras como una lluvia que no cesa.

Cada pieza representa una decisión, una oportunidad, un momento irrepetible. Las hay diminutas, esas que pasan desapercibidas como un gesto amable o una conversación aparentemente trivial. Pero también están las grandes, las que marcan hitos, las que redefinen los cimientos de lo que somos. Y aquí radica uno de los grandes dilemas de la vida: ¿cómo sabemos qué hacer con cada pieza? ¿Cómo encontramos su lugar exacto, cuando tantas veces ni siquiera conocemos el diseño final de nuestra existencia?

INQUIETUDES

La metáfora se profundiza cuando reconocemos que el set de Lego que llamamos vida no incluye un manual definitivo. Hay guías, sí: las enseñanzas de nuestros padres, las normas sociales, los caminos marcados por aquellos que nos precedieron. Pero estas son apenas un esbozo, un intento de simplificar algo que es, por naturaleza, profundamente complejo. Nos toca decidir si seguiremos esas instrucciones al pie de la letra o si, en un acto de valentía (o de desesperación), las desecharemos para construir algo completamente nuevo, algo que responda a nuestras inquietudes más íntimas.

SCHUMPETER

Y en ese proceso, la construcción se convierte también en destrucción. ¿Cuántas veces hemos edificado algo que parecía sólido, solo para darnos cuenta de que no era lo que queríamos, lo que necesitábamos? Nos vemos entonces obligados a desarmar, pieza por pieza, con dolor y frustración, para empezar de nuevo. Cada intento fallido nos recuerda nuestra fragilidad, pero también nuestra capacidad de aprender, de adaptarnos, de encontrar nuevas formas. Porque, en el fondo, reconstruir no es un fracaso, sino una prueba de nuestra determinación.

Este acto de reconstrucción encuentra resonancia en el concepto de “destrucción creativa” de Joseph Schumpeter, quien lo define como el motor del progreso y la innovación. En el contexto de nuestra metáfora, cada vez que desarmamos una estructura que ya no nos sirve, generamos espacio para nuevas ideas, nuevas conexiones y nuevos significados. Schumpeter nos enseñó que la destrucción no es el fin, sino el comienzo de algo transformador. En la vida, como en la innovación, a veces es necesario deshacer lo viejo para permitir que lo nuevo florezca. Esa destrucción creativa es una fuerza que impulsa nuestra evolución, tanto personal como social.

FILÓSOFOS

La vida, como un juego de piezas ensamblables, encuentra eco en las reflexiones de algunos de los más profundos pensadores de la humanidad. Jean-Paul Sartre, con su existencialismo, nos recordaría que no existe un manual predefinido para esta construcción. Estamos condenados a ser libres, a tomar cada pieza con nuestras propias manos y decidir cómo encaja en el todo. Es en nuestras elecciones donde encontramos el peso de nuestra responsabilidad y la angustia de saber que somos los únicos arquitectos de nuestro destino.

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En este sentido, Nietzsche nos invitaría a no temer desmontar las estructuras heredadas, pues la grandeza radica en la creación de algo nuevo, en transformar el caos en orden mediante nuestra voluntad. Cada pieza es una oportunidad para afirmar la vida, para construir algo que no sólo sea funcional, sino bello y auténtico. En este proceso, no se trata de seguir las instrucciones que otros han dictado, sino de imaginar nuevas formas, nuevos significados.

Me emociona pensar que Viktor Frankl, desde su experiencia en los momentos más oscuros de la existencia, nos alentaría a encontrar sentido en las piezas disponibles, incluso cuando el conjunto parece incompleto o dañado. No importa cuán limitada sea nuestra caja de herramientas, siempre podemos elegir construir algo con propósito, algo que trascienda la mera supervivencia.

Zygmunt Bauman, con su visión de un mundo líquido, nos advertiría que la construcción nunca será definitiva. Vivimos en un tiempo donde las estructuras se derriten antes de solidificarse, donde debemos adaptarnos y reconstruir continuamente. La vida, como un Lego, es líquida, inestable, y exige de nosotros flexibilidad y creatividad constantes.

ENCUENTROS

Sin embargo, construir no es un acto solitario. La vida, como un Lego, nos invita a conectar. Algunas piezas vienen de nuestras manos, pero muchas otras nos son ofrecidas por otros: familiares, amigos, pareja, incluso desconocidos que se cruzan fugazmente en nuestro camino.

Cada conexión es una unión entre dos mundos, un intento de dar forma a algo más grande que nosotros mismos. Pero estas conexiones también implican riesgos. Hay piezas que encajan a la perfección, como si siempre hubieran estado destinadas a encontrarse. Otras, en cambio, parecen rechazar cualquier intento de unión, dejando profundas ausencias.

Imposible ignorar las piezas que se pierden en el camino. A veces las dejamos caer sin darnos cuenta; otras, simplemente se desvanecen, llevándose consigo una parte de lo que, en ese momento, éramos o queríamos ser. Cada pérdida duele, como si el conjunto completo de nuestra vida quedara incompleto para siempre. Pero, en lugar de lamentarnos, aprendemos a aceptar el vacío, a trabajar con lo que tenemos, a crear belleza incluso desde la ausencia.

IRREPETIBLE

Al final, cuando nuestra existencia llegue a su ocaso, quizás contemplemos nuestra obra desde la distancia, intentando encontrar sentido en lo que logramos construir. Tal vez descubramos que no se trataba de alcanzar la perfección, sino de abrazar el proceso, el viaje. No se trataba de construir algo impecable, sino algo auténtico, algo que reflejara quiénes éramos, con nuestras luces y sombras, con nuestras cicatrices y triunfos.

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En última instancia, la vida es un Lego. Jamás infinita. Las piezas son limitadas. Pero dentro de esa limitación yace su belleza: cada pieza que elegimos usar, cada conexión que decidimos forjar cuenta una historia. No es la historia de un modelo perfecto, sino de una construcción única, irrepetible, profundamente personal.

SIN TEMOR

Entonces, al sostener la próxima pieza en nuestras manos, preguntemos: ¿Qué haríamos con las piezas que tenemos? ¿Qué historia podríamos construir con ellas?

No tengamos miedo a equivocarnos, ni desmontar lo construido para intentarlo de nuevo. Confiemos en nuestras manos, en la visión personal y en el poder de las conexiones que forjamos en el camino. Al final, cada pieza cuenta, cada intento importa, y cada fragmento de nuestra obra será parte del legado que, para bien o para mal, habremos de dejar.

Hay que construir con esperanza, amor y valentía, sabiendo que en cada nuevo día habita la oportunidad de crear algo maravilloso, algo que sea auténticamente nuestro y de nadie más: nuestra propia biografía, la cual se forja siempre recordando que la angustia y la incertidumbre son parte del desafío que implica vivir la maravillosa aventura de la existencia.

cgutierrez_a@outlook.com

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