Las olimpiadas 2024. Así, en femenino y en plural
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Los Juegos Olímpicos han sido, desde su creación, un escaparate de las máximas capacidades humanas y un lugar donde las y los mejores atletas del mundo compiten en igualdad de condiciones. Sin embargo, detrás del brillo de las medallas y las historias de superación se han ocultado grandes desigualdades de género, reflejo de las barreras sistemáticas que han enfrentado las mujeres en el mundo del deporte.
La desigualdad en la cobertura mediática, el patrocinio, la discriminación en los salarios y en los premios, así como la sexualización, la cosificación y la estereotipación de las mujeres atletas, enfocándose más en sus cuerpos que en sus logros, han sido algunos de los múltiples desafíos que han tenido que enfrentar. Los Juegos Olímpicos de Londres 2012 pasaron a la historia como los “Juegos de las Mujeres”. Por primera vez, todos los países contaron con atletas femeninas en sus equipos. En esa edición, las mujeres conformaron el 44 por ciento del total de participantes. Para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, el 91 por ciento de los países tuvieron una mujer como abanderada en la inauguración.
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Pero, sin lugar a dudas, las Olimpiadas de París 2024 se han colocado como las más feministas de la historia. En primer lugar, por la ubicación: la París de la revolución, de la igualdad, la fraternidad y la sororidad. En segundo lugar, por la flamante inauguración, caracterizada por performances que retrataron la diversidad, la pluralidad y el amor. Y por último, pero no menos importante, las estatuas de mujeres que conquistaron derechos y libertades para otras mujeres, que emergieron de las aguas del imponente río Sena, lideradas, por supuesto, por doña Olympe de Gouges, autora de la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” y guillotinada por sus ideales, luchas y actos.
Después de 128 años de resistencia, la imponente escena Teddy Riner, tres veces campeón olímpico, junto con Marie-José Perec, atleta francesa ganadora de tres medallas olímpicas de oro, fue el escenario para que el mundo supiera que hoy, en París 2024, al menos numéricamente, la cancha de los Juegos Olímpicos está pareja. Así, dieron inicio los primeros Juegos Olímpicos paritarios, con una participación de 50 por ciento de atletas mujeres y 50 por ciento hombres.
Ahora bien, estas Olimpiadas son feministas no sólo por la participación paritaria de atletas. No es sólo el cuánto, sino el cómo, lo que hace de estas Olimpiadas las más feministas de la historia. La despatriarcalización y desmasculinización del deporte han sido, desde mi perspectiva, la gran apuesta que las atletas han hecho para considerar estos Juegos Olímpicos un parteaguas en clave de género para los cimientos de la igualdad en el deporte mundial. La salud mental, el derecho a una vida libre de violencia, la maternidad, la lactancia y el cuidado infantil han sido algunas de las temáticas que las atletas han conseguido visibilizar y reivindicar.
Simone Biles no es sólo la mejor gimnasta del mundo. Además de ejecutar las mejores rutinas en viga, piso, barras y salto, es una mujer valiente que sabe su valor y no teme dejarlo claro. Además de alzar la voz y denunciar el abuso sexual que sufrió junto a otras de sus compañeras, en un momento crítico de su carrera, supo valorar sus prioridades y decidió priorizar su salud mental antes que cualquier medalla. Gracias, Simone, por darnos una gran enseñanza de amor propio y autocuidado.
Además, las mamás están conquistando París 2024. Yaylagul Ramazanova de Azerbaiyán y Nada Hafez han hecho historia al presentarse a competir en tiro con arco y esgrima, respectivamente, embarazadas y felices. Ambas nos dicen con su ejemplo que la maternidad no será más un obstáculo para disfrutar de lo que nos apasiona.
Desde Tokio 2020 se permitió la presencia de bebés lactantes acompañando a sus mamás durante las Olimpiadas. Pero es hasta París 2024 que, por primera vez en la historia, se inauguraron guarderías y salas de lactancia en la villa olímpica. Esto fue resultado de la iniciativa de la atleta norteamericana Allyson Felix, quien fue víctima de discriminación laboral cuando Nike recortó el 70 por ciento de la inversión en ella tras su maternidad. Poner en el centro el cuidado, la reproducción y la crianza en ese nivel de exigencia y competitividad deportiva ayuda a entender y valorar la función social de la reproducción, la responsabilidad colectiva del cuidado y la necesidad de facilitar la conciliación también en el deporte de élite.
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Atletas como quienes mencioné no sólo han demostrado su dominio en sus respectivas disciplinas, sino que también han utilizado su plataforma para abogar por la igualdad de género y los derechos de las mujeres. Aun cuando queda un largo camino por recorrer, y la inclusión de más mujeres en roles de liderazgo dentro del Comité Olímpico Internacional y de las federaciones deportivas resulte esencial para avanzar hacia una igualdad de género sustantiva, los Juegos Olímpicos, como vitrina global, tienen el poder de influir en la percepción pública y de desafiar las normas culturales. Es momento de hacer que las Olimpiadas se conviertan en un símbolo de justicia y progreso en la lucha por la igualdad. Llegó el momento de las mujeres en el deporte. Así, en femenino y en plural.
La autora es investigadora del Centro de Estudios Constitucionales y Comparados de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH