Las republicanas de EU ya se dieron cuenta de que están rodeadas de misóginos

Opinión
/ 10 diciembre 2025

Por Michelle Goldberg, The New York Times.

En 1982, Phyllis Schlafly, quizá la antifeminista más importante en la historia de Estados Unidos, debatió con la radical feminista profesora de derecho Catharine MacKinnon. Schlafly creía que el sexismo era cosa del pasado; para ella, si las mujeres tenían papeles diferentes en la sociedad que los hombres, se debía a sus distintivos talentos e inclinaciones. Ella misma, dijo, nunca había sufrido discriminación.

MacKinnon señaló que Schlafly, quien había escrito mucho sobre política de defensa, había buscado un puesto en el Pentágono de Ronald Reagan. A cualquier hombre que tuviera los considerables logros de Schlafly, argumentó MacKinnon, le habrían dado un puesto. Schlafly tuvo que reconocer que su enemiga feminista tenía razón en ese punto.

Una mujer ambiciosa que esté dispuesta a absolver a la derecha de misoginia puede llegar lejos, pero rara vez puede alcanzar el mismo estatus que un hombre. Eso es especialmente cierto hoy en día, en un Partido Republicano que se entrega cada vez más a las formas más retrógradas de sexismo.

Recientemente, varias congresistas republicanas se han quejado, de forma oficial y extraoficial, de que los líderes de su partido, especialmente Mike Johnson, el presidente de la Cámara de Representantes, no las toman en serio. Empezó con la representante Marjorie Taylor Greene, otrora ícono del movimiento MAGA, quien dimitirá el mes que viene. “Quieren que las mujeres les sigan la corriente y que se queden ahí, sonriendo y aplaudiendo con aprobación, mientras que ellos solo tienen su tradicional club de chicos buenos”, dijo en septiembre. Resulta que no está sola en su frustración.

La semana pasada, The Times informó sobre ciertas mujeres republicanas en el Congreso que afirman que Johnson “no las escuchó ni entabló conversaciones directas sobre las principales cuestiones políticas y normativas”, lo que parecen atribuir a su cristianismo evangélico altamente patriarcal. (Recientemente dijo que las mujeres, a diferencia de los hombres, son incapaces de “compartimentar” sus pensamientos).

$!Donar a grupos que defienden a los inmigrantes del ICE.

Al sentirse marginadas por Johnson, algunas republicanas le están desafiando. Todos, menos uno, de los republicanos de la Cámara de Representantes que desafió al liderazgo para que forzaran una votación a la publicación de los archivos de Jeffrey Epstein, eran mujeres. De los ocho republicanos que se unieron a los demócratas en noviembre para intentar censurar a su compañero republicano Cory Mills —acusado de amenazar a su ex con pornovenganza—, seis eran mujeres.

Recientemente, han circulado rumores de que Nancy Mace, quien se presenta como candidata a gobernadora de Carolina del Sur, podría seguir pronto a Greene y abandonar la cámara antes del final de su mandato. Mace lo ha negado, pero su descontento no es ningún secreto. El lunes escribió en The Times: “Nunca se tomará en serio a las mujeres hasta que los dirigentes decidan tomarnos en serio, y yo ya no espero nada”.

Resulta tentador voltear los ojos ante las mujeres que están sorprendidas, sorprendidas de descubrir el sexismo en un partido político dirigido por Donald Trump. Pero es un signo de avance el que estas mujeres no respondan como lo hizo Schlafly, aceptando recatadamente su posición subordinada dentro del conservadurismo. Puede que no todas se autodenominen feministas —aunque a veces Mace sí lo ha hecho—, pero han interiorizado suposiciones feministas básicas sobre su derecho a un trato igualitario. Lo que no han entendido, sin embargo, es que no son suposiciones que su partido comparta.

Mucho se ha hablado del renacimiento del miserable antisemitismo y racismo en el movimiento conservador. Ha habido menos indignación pública sobre el resurgimiento de la misoginia sin algún remordimiento. El mes pasado, hubo un alboroto por el apoyo que el presidente de la Fundación Heritage, Kevin Roberts, ofreció a Tucker Carlson tras su gentil entrevista a Nick Fuentes, un influyente antisemita. Hemos visto muchas menos reacciones tras la contratación del propio Heritage de Scott Yenor, quien cree que la discriminación laboral de las mujeres debería ser legal, como director de su Centro B. Kenneth Simon de Estudios Estadounidenses. Entre el tipo de jóvenes que se deleitan con el antisemitismo transgresor —es decir, entre gran parte de la generación emergente del movimiento conservador—, los llamamientos a derogar el derecho de voto de las mujeres se han convertido en algo habitual.

No hace mucho, la mayoría de los republicanos al menos fingían aceptar las premisas liberales sobre la igualdad humana, a veces incluso regodeándose de superar a los demócratas en diversidad. En 2008, los republicanos intentaron sacar provecho de la decepción que sintieron algunas mujeres por la derrota de Hillary Clinton en las primarias incluyendo a Sarah Palin en su candidatura. Hubo un momento en 2011 en que Michele Bachmann era una de las principales candidatas en la contienda de las primarias presidenciales republicanas. Durante años fue casi una obviedad que la primera mujer presidenta sería probablemente republicana, una versión estadounidense de Margaret Thatcher con tacones altos y perlas. Los republicanos no querían encumbrar a las mujeres como grupo, pero valoraban a cierto tipo de mujer poderosa, que desdeñaba el feminismo y demostraba con su éxito que las fuertes no lo necesitaban.

Hoy, sin embargo, los republicanos están mucho menos a la defensiva por ser el partido del patriarcado de golpe en pecho. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha purgado a las mujeres de los rangos más altos del ejército. Johnson ha atribuido los tiroteos en las escuelas a la “sociedad amoral” forjada por el “feminismo radical” y la revolución sexual, y ha dicho que los estadounidenses deberían esforzarse por vivir según los “valores del siglo XVIII.” El vicepresidente JD Vance es famoso por despreciar a las mujeres sin hijos.

Y los niveles inferiores del gobierno están plagados de machistas desafiantes. Paul Ingrassia, a quien Trump nombró recientemente consejero general adjunto de la Administración General de Servicios, es probablemente más conocido por un correo electrónico filtrado en el que se refería a su “racha nazi”. Pero al parecer también intervino durante una investigación federal en favor del influencer misógino Andrew Tate —que es un antiguo cliente suyo y que ha sido acusado de tráfico sexual— después de que se incautaran en la frontera dispositivos electrónicos pertenecientes a Tate y a su hermano, y calificó de “muy basada” la oposición al sufragio femenino, una forma de elogio usado por la derecha.

Todavía hay muchas oportunidades en el movimiento MAGA para las mujeres que encarnan el estilo de hiperfeminidad preferido por Trump, que abrazan los roles de género tradicionales, o ambas cosas. De hecho, la obsesión del presidente por la estética puede abrir puertas a mujeres que, de otro modo, nunca harían carrera en política. A muchos republicanos les gusta tener mujeres guapas cerca, y aprecian poder poner un rostro femenino a sus cruzadas de guerra cultural. Pero como algunas mujeres del partido se están dando cuenta, hay una gran diferencia entre ser útil y ser respetada. c. 2025 The New York Times Company.

Michelle Goldberg ha sido columnista de Opinión desde 2017. Es autora de varios libros sobre política, religión y derechos de las mujeres y formó parte de un equipo que ganó un Premio Pulitzer al servicio público en 2018 por informar sobre el acoso sexual en el lugar de trabajo.

Temas



Localizaciones



Personajes



Organizaciones



The New York Times es un periódico publicado en la ciudad de Nueva York y cuyo editor es Arthur Gregg Sulzberger, que se distribuye en los Estados Unidos y muchos otros países. Desde su primer Premio Pulitzer, en 1851, hasta 2018, el periódico lo ha ganado 125 veces.​

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM