Lidiar con la inflación y el bajo crecimiento
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La palabra ha estado de moda en los últimos años y por eso mismo no puede escapar a ser utilizada en la jerga económica. Hace poco más de un año, se auguraba un segundo semestre del 2023 nada bueno. Las previsiones apuntaban, todas sin excepción, a una recesión mundial. El debate se centraba solamente en relación con la duración y la magnitud de la misma.
Siendo sinceros, la evidencia en ese entonces apuntaba a ser contundente. Una economía mundial que se movía vertiginosamente hacia alzas en las tasas de interés, en un intento desesperado por frenar la amenaza de la inflación, establecía condiciones sumamente restrictivas en los mercados financieros y de productos. El inminente riesgo de súbitas salidas de capitales de un país a otro, así como el encarecimiento de las condiciones crediticias para empresas y familias, eran a todas luces amenazas latentes y creíbles para la estabilidad de la economía mundial.
Ahora que nos encontramos en ese plazo fatal, comprobamos con alivio que ese escenario no se materializó. La economía mundial -con Estados Unidos a la cabeza- mostró una resiliencia más allá de lo imaginado. Si bien es cierto tampoco todo es miel sobre hojuelas, el peor escenario pronosticado, nunca llegó.
En un informe reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) titulado “Enfrentar la inflación y el bajo crecimiento”, justamente se hace mención de cómo, a pesar de la resiliencia mostrada por la economía mundial, los retos hacia delante en el corto plazo serán lidiar con un débil desempeño económico y consolidar la trayectoria a la baja de la inflación, la cual mantiene riesgos en el camino.
En el tema del crecimiento económico, la OCDE estima un alza del 3.0% en el Producto Interno Bruto mundial para el año 2023, con una ligera desaceleración del 2.7% para el 2024. Durante ese mismo lapso, Estados Unidos y China, los dos principales motores globales, ralentizarían su crecimiento al pasar de 2.2% a 1.3%, así como del 5.1% al 4.6%, respectivamente.
En lo que respecta a los precios, el problema es la resistencia que se observa en la inflación subyacente a consolidar una trayectoria a la baja. Si bien es cierto que la inflación general a nivel mundial ha dado muestras de que se ha controlado y ha ido a la baja, la parte subyacente, que es la que explica de mejor manera el comportamiento de mediano y largo plazo de los precios, no da evidencias de una tendencia consistente a la baja.
Mientras la subyacente no deje de presionar a la inflación general, los riesgos de un rebote en esta aún estarán presentes y la necesidad de seguir restringiendo las condiciones monetarias seguirán latentes, exacerbando aún más el débil desempeño económico.