Sorprende mirar la rapidez con la cual los mexicanos empiezan a normalizar la presencia hegemónica o todopoderosa de la 4T. La misma Claudia Sheinbaum lo confirmó en una “mañanera” reciente al comentar los resultados de una encuesta de De las Heras Demotecnia reciente: “El 90% de los mexicanos cree que Sheinbaum desempeñará una buena labor al frente del país, un apoyo que incluye tanto a votantes que apoyaron su candidatura como a aquellos que no lo hicieron”.
Lo anterior es comprensible porque de 2020 a la fecha, la 4T encontró simiente fértil en las conciencias de los mexicanos; su respaldo a la democracia “disminuyó del 43% en 2020 a 35% en 2023”, para ser uno de los ocho países en América Latina con un mayor retroceso. A contracorriente, “entre los mexicanos creció 11 puntos porcentuales la idea del autoritarismo como alternativa, ya que un 33% de los consultados lo consideró un mecanismo viable, frente a un 22% hace tres años” (Reporte Latinobarómetro: 2023).
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Vistos los porcentajes 35% (a favor de la democracia) versus 33% (a favor de autoritarismo), el mexicano parecería estar, con casi iguales porcentajes, de acuerdo con una alternativa u otra.
Aunque finalmente pesó más la segunda -con programas sociales y propaganda incluidas- para planchar, de manera arrasadora, el arribo de Claudia a la presidencia de la República y comprobar que la simiente para su llegada estaba incrustada en las mentes de los mexicanos.
Los propietarios de los medios de comunicación nacionales más importantes ya dieron un paso adelante para empezar a moldear la conversación pública de acuerdo con los límites en la libertad de expresión que impondrá Sheinbaum.
La despedida, abrupta en la mayoría de los casos, de las mentes más críticas y mejor informadas del país de esos medios, marcó la ruta de la normalización mediática: fuera quedaron, Ciro Gómez Leyva, Denise Dresser, Héctor Aguilar Camín, Amparo Casar, Carlos Bravo Regidor, Enrique Krauze, Azucena Uresti, entre otros, para sumarse a decenas de analistas similares que quedaron en el camino por sus incisivas críticas a AMLO de 2019 a 2023.
Después de los dueños de los medios, los empresarios “más machuchones” del país, EU y Canadá dieron el siguiente paso hacia la normalización.
Hace tres días, Claudia tuvo un encuentro (CEO Dialogue) con más de 240 representantes patronales de ambos lados de la frontera. En el cual, en tono formal y conciliatorio -contrario al de su jefe político AMLO- optó por “establecer mesas de trabajo en torno a los temas más espinosos, como la reforma judicial, la reforma eléctrica y la futura renegociación del T-MEC”.
Entonces, a pesar, de la deuda heredada por AMLO que alcanza el 51.2% del PIB; de la falta de certeza jurídica para el inversor nacional y extranjero debido a las reformas al Poder Judicial; de un crecimiento económico del 1.2% para 2025 fijado por el Banco de México y de una mayoría calificada morenista que protegería a mansalva las decisiones autoritario populistas de la Presidenta: los empresarios más importantes de México, de EU y Canadá se sentaron -con el pragmatismo alimentado por la frase, “el dinero no tiene ideología”, a platicar con Sheinbaum.
Este acercamiento no implica una normalización, por el contrario, es solo el primer paso: Claudia está obligada, por la supervivencia económica y comercial del país, a ceder de manera importante en las tres mesas antes mencionadas. De otra manera, no habrá segundo paso.
¿Cómo empiezan a vivir la normalización los partidos políticos de oposición blindados por su irrelevancia?, ¿cómo la viven los gobernadores del PRI en Coahuila y Durango?, ¿cuál es el margen de maniobra de Manolo Jiménez, gobernador de Coahuila, para ir contra esa normalización generalizada sin romper esa relación que ha tejido cuidadosamente con Sheinbaum y mantener el flujo presupuestal federal con el blindaje contra Morena en Coahuila?
El caso de Esteban Villegas, gobernador de Durango, es distinto. Porque su sola preocupación consiste en acelerar la entrega de su estado a Morena; mientras termina de componer el corrido (no bélico, válgame, Dios) a Claudia, la presidenta.
(Continuará).