Los dos saltillos
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Desde su fundación a mediados del siglo XVI y hasta principios del XX, la calle de Allende fue la línea divisoria de Saltillo: la parte española, ubicada al oriente de esa vialidad, y la ciudad de los tlaxcaltecas, al poniente. La situación cambió a mediados del siglo pasado, cuando la mancha urbana comenzó a desplazarse con rapidez hacia el norte, convirtiendo a la calle de Presidente Cárdenas en la “frontera” entre los dos Saltillos; el septentrional (moderno) y el meridional (tradicional). Finalizada la Segunda Guerra Mundial, y con el ascenso de Miguel Alemán a la Presidencia de la República, hay un repunte económico en esta capital, con la urbanización de “La Colonia República,” y sus elegantes residencias que sirvieron de alojamiento a un sector pujante, formado primordialmente por empresarios, profesionistas y políticos. Como una isla, se levantaba majestuoso en medio de un mar de lotes baldíos, rodeado por mezquites y huizaches, el “Ateneo Fuente”. Por cierto, el icónico “Motel Huizache”, se levantó en los tiempos del alemanismo, así como el “Club Campestre”.
A mediados de los 1950s, -ups, ya me incriminé con mi edad-, la casa familiar estaba situada sobre la calle de Juárez, al oriente lo cual hizo posible que con la palomilla del barrio, recorriera el arroyo de “La Tórtola”, cercano a donde estuvo el cine “Royal”. También, en esa época, jugamos beisbol en los terrenos de la “Colonia República”, por el rumbo de la “CINSA”.
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La bonanza económica de algunas familias hizo posible su desplazamiento del sur y el centro de la ciudad hacia el norte, convirtiéndose esta movilidad en símbolo de estatus, pareciendo que mientras más al norte fuera la migración, mayor el nivel económico. El negocio de la construcción era rentable beneficiando a: ingenieros, arquitectos, constructores, obreros, albañiles, y desde luego a las empresas proveedoras de materiales para la construcción. Mientras esta dinámica seguía su curso ascendente, el centro y en especial, el sur de la ciudad, parecían rezagarse.
Esto fue engañoso; se trataba de un espejismo que no permitió ver la realidad de una manera integral. El sur de Saltillo es sede de nuestras traiciones más entrañables como: las fiestas del Ojo de Agua, del Santo Cristo, de San Francisco y las peregrinaciones al Santuario el 12 de diciembre. Y que decir de la comida, como el pan de pulque, las meriendas, los tacos “rojos”, las enchiladas, por mencionar algunas de las más típicas. Llegué a probar el aguamiel y el puque que vendía ¿doña Chonita o Petrita? por la “Loma Quebrada”, en unos tejabanes, allá por Landín.
Nuestro centro está surcado por calles emblemáticas como la de Bravo, y en el sur existen áreas arboladas en San Lorenzo y “El Morillo”. Por su parte, en el norte moderno, se encuentran los hoteles, restaurantes, antros de lujo, agencias automotrices, centros comerciales, bancos, hospitales, despachos de diversos giros, etc.
Sin embargo, con el tiempo van aflorando grietas en este mundo vibrante al darnos cuenta que la calidad del aire es mejor en el sur de Saltillo; al bajar la “loma” se observa esa nata de contaminantes que se posa sobre el cielo del norte. A ello, agregamos los problemas causados por las recientes lluvias, las cuales han ocasionado pérdidas de vidas humanas e inundaciones en residencias, avenidas y en un club de golf.
En la busca del beneficio económico, se ha taponado el curso normal de las aguas, pero las recientes precipitaciones exponen las acciones tomadas por fraccionadores y funcionarios públicos, que son un ejemplo de privatización de las ganancias para unos pocos, y la socialización de los costos para el resto de la sociedad.
¿En cuál Saltillo prefieres vivir, en el pujante del norte, o en el que es el sustento de nuestra identidad? Pienso que ambos se complementan; los dos son necesarios para el progreso de nuestra ciudad, sin que uno sea superior al otro.
Palabras de ayer. Tingo lilingo. Aplica a quienes descuidan sus obligaciones por andar jugando. Término frecuentemente utilizado por Flores Tapia.