Los títulos suenan, cuando la literatura dialoga con la música (II)

Opinión
/ 5 julio 2024

La mayoría del público amante de la música reconoce solo una obra del músico francés Claude Debussy (1862-1918), su celebérrimo Clair de lune, Claro de luna (poco de este público sabe que dicha pieza forma parte de un ciclo compuesto de cuatro breves obras para piano reunidas bajo el nombre de Suite bergamasque, que Debussy compuso en 1890 y publicó hasta 1905), y que emparenta- e inclusive confunde- con la sonata para piano Claro de luna de Beethoven, compuesta 89 años antes del Claro de luna de Debussy.

Las diferencias entre ambas piezas son abismales en cuanto al tratamiento pianístico, de técnica, de elementos de textura, comportamiento armónico, estructura, entre muchos otros. Lo que los emparenta es poco, acaso en que ambas piezas están en el repertorio obligatorio del estudiante de piano y, obviamente, su título sugestivo. Aunque en el caso de Beethoven, éste nunca pensó en titular su obra de esta manera, él le impuso el nombre de “Quasi una fantasía”, así, en el idioma de Dante, quizá por el hecho de que fue un editor italiano avecindado en Viena quien la publicó- por primera vez- en su idioma materno, Giovanni Cappi.

Fue hasta 1832, cinco años después de la muerte de Beethoven, que el crítico musical y poeta alemán Ludwig Rellstab (1799-1860) se tomó la atribución de sobreponer el título a la sonata de Beethoven con el nombre de “Claro de luna”, al comparar el primer movimiento de dicha obra con el lago de Lucerna (el segundo y tercer movimientos de la sonata nada tienen que ver con un “claro de luna”). En el caso del Clair de lune de Debussy sí hay una intención claramente literaria, debido a la lectura que el músico galo hizo en algún momento de Fétes galantes (1869), poemario del poeta simbolista francés Paul Verlaine (1844-1896).

Las otras tres piezas de la suite (Preludio, Menuet, Passepied), son un homenaje claro y justo a los clavicembalistas del siglo XVIII (los Couperin- Louis y Francois-, Rameau, Royer, Clérambault, Campra, etc.), compositores a los que Debussy admiraba. Pero es en sus 24 Preludios para piano en los que no sólo vuelca toda su imaginación musical, sino que su gusto y temperamento literarios salen a flote con el peso y las dimensiones de una relación sólida con la lectura, sobre todo con las obras de los poetas y escritores simbolistas con los que convivió.

Los 24 Preludios, divididos en dos libros, nos evocan inevitablemente los 24 Preludios para piano op. 28 de Frederic Chopin (1810-1849), compuestos en 1838, durante un viaje malhadado que hizo Chopin junto a su pareja, la escritora George Sand, a la isla española de Mallorca. Los preludios de Chopin carecen de título y son un claro homenaje que el pianista hace a Bach. Chopin, a diferencia de sus contemporáneos- Schumann, Liszt, Mendelssohn-, no fue un lector voraz, al menos es lo que sabemos a través de sus biógrafos. Los títulos que Debussy impuso a sus 24 preludios no están influidos por la lectura directa de algún texto poético o en prosa, sino que, indudablemente, son producto emanado de su imaginación literaria.

El primer libro compuesto por 12 preludios fue publicado en 1910 y el segundo libro a finales de 1912. Debussy puso los títulos al final de las piezas. ¿Quería indicar que, si de la música pueden surgir imágenes visuales, éstas no podrían restringir la significación de aquella? Dejo aquí algunos de los títulos deliciosamente sugestivos de estas piezas, fundamentales en el lenguaje musical moderno, y con la recomendación de que sean escuchados: La niña de cabellos de lino, La serenata interrumpida, Juglares, Pasos en la nieve, Bailarinas de Delfos, Lo que vio el viento del oeste, La catedral sumergida, El viento en la llanura, Nieblas, La danza de Puck, La terraza de las audiencias al claro de luna, La puerta del vino.

CODA

La Orquesta Metropolitana de Saltillo, bajo la dirección de la maestra Natalia Riazanova, volvió a dejar constancia de su temprana madurez musical en su última presentación, merced a su sonido robusto, su estricto repertorio compuesto para el ensamble de cuerdas y por la lectura cuidadosa de las piezas que han ejecutado ante el asombro y gusto del público saltillense. En una próximo Atril comentaré sobre sus últimas presentaciones. Esperamos con ansiosa expectativa su presentación en el marco de la FINA 2024, “Las 8 estaciones. Vivaldi y Piazzolla”, el próximo 24 de julio en el Museo de las Aves.

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