¿Maquiavelo era maquiavélico?
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Nicolás Maquiavelo vivió en Italia en la segunda parte del siglo 15 y en la primera del 16, en pleno Renacimiento, y es considerado el padre de la política moderna. Ordinariamente se le refiere peyorativamente por las interpretaciones entresacadas que se han hecho de él al tiempo y de su obra maestra “El Príncipe”.
En ese orden de ideas, cuando alguien utiliza su inteligencia para beneficiarse o para beneficiar a grupos particulares de interés se le considera “maquiavélico”. A diferencia de quienes piensan que el hombre es naturalmente bueno, él lo considera débil y maleable, de ahí que quien gobierna deberá de utilizar las falsas promesas, el fingimiento y la mentira como instrumento político. ¿Le suena?
Permítame esclarecer algunos elementos con respecto a su persona y no a la forma como se la ha interpretado. Primero habremos de entender la importancia del contexto. Es florentino, vive en Florencia y en un tiempo en el que el poder total, absoluto y hegemónico está en manos de quien gobierna la Iglesia. Claro está, por estos días, nadie puede hacer, pensar o decir sin el plácet del poder. De hecho, el Renacimiento es un rompimiento con el paradigma tradicional y él, en el plano de la política, lo representa. Se atreve a decir en su tiempo lo que muchos piensan, pero no lo dicen.
En principio, pone en la mesa la importancia que tiene la separación del poder político del religioso. Impensable por eso tiempos, cuando la idea fundamental era que “todo poder venía de Dios” y la prueba era el llamado derecho divino. Por supuesto, ha sido uno de los axiomas más absurdos y atentatorios contra la dignidad humana que nos hemos creído y que ha sido factor de innumerables desgracias.
Imagínese afirmar tal cosa en ese tiempo. Y agregar que el poder político tenía sus propias reglas y nada tenía que ver con la religión. Le pido que no saque estas afirmaciones de contexto y que entienda que este pensamiento no era muy ad hoc al tiempo. ¿Qué se iba a pensar de Maquiavelo? Lo que pensamos de todo aquel que por estos días piensa lo contrario a lo esperado. ¿En una sociedad copada por la Iglesia, quitarle el poder de la Iglesia?
Los Médici, a quienes servía Maquiavelo cuando realiza su obra maestra –“El Príncipe” –, eran banqueros, acostumbrados a comprarlo todo a través del dinero. Vea la historia para que entienda el nivel de poder, incluso nos vamos a encontrar cuatro Papas que procedían de esta familia y que llegaron a la Sede de Pedro, no precisamente por virtuosos.
Otra vez, imagine una afirmación de ese calibre – “el poder político tiene sus propias reglas” –, sobre todo si se detenta el poder económico. Piense en la colusión de las grandes élites del poder económico apoyadas por la Iglesia, deseando el poder político. Lo mismo, pero a principios del siglo 16. Menudo cóctel, menudo desacato. Esto nos servirá para entender la fama que se hizo con la gente de su tiempo y con quienes lo interpretaron después.
Maquiavelo fue un servidor público y, contrario a los servidores públicos tradicionales, murió sumido en la pobreza. En su libro “El Príncipe”, donde determina a partir de la naturaleza humana cuáles son las reglas del juego político, da una serie de consejos a los gobernantes, partiendo del presupuesto de que la política es una dimensión de la vida humana en la que todos debemos de decidir sobre nuestro destino. Si priorizar las libertades humanas es ir en contra de los ideales humanos es ser “maquiavélico”, vale.
En ese sentido, la política tiene sus propias reglas del juego. Por eso, determina que los principios de la vida cristiana no sirven para la política. En el fondo lo que crítica es la incongruencia. No hay verdad más grande que el divorcio, en un político, entre lo que cree, lo que vive y lo que dice, ¿o de plano no lo cree así? Lo que el florentino realmente crítica es la simulación que caracteriza al político afirmando no ser compatible con los valores morales cristianos. Por eso hace una redacción muy clara de una lista de linduras que deben adornar a un político, donde lo primero es la fuerza, las mentiras, el fingimiento y las falsas promesas.
¿Le parece casual que el factor económico, dependiendo de los tiempos que vivimos, condicione el color del semáforo de la pandemia tan circunstancialmente? ¿Le parece sensato que el tema recreación, cualquiera que sea su nombre, tenga más importancia, por estos días, que el tema de la salud pública? ¿Le parece normal la indiferencia de la gente ante una situación donde es inminente la llegada de la cuarta ola de la pandemia, sin tener en cuenta la responsabilidad que todos tenemos como ciudadanos?
Todo esto a propósito del tratamiento que los políticos dan a temas de política y salud pública, donde la simulación, el doble discurso y las mentiras mantienen la columna vertebral de su discurso. Claro, no sólo a nivel federal, sino estatal y municipal. Como dicen en los palenques, tan malo el pinto como el colorado.
Maquiavelo, no era maquiavélico, porque no escondía, no simulaba, no utilizaba el doble discurso, porque nos regaló las reglas del juego político, porque era transparente, porque era frontal. Una persona maquiavélica juega y se esmera para que no se sepa cuál es su juego. ¿Le dice esto algo? Así las cosas.
fjesusb@tec.mx