Marea Rosa: interés, amor, miedo y fe
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¿Cómo explicar el despertar de las clases altas y medias para nutrir la Marea Rosa, cuya vida habrá de ser, por una exigencia histórica, larga y plena, indistintamente de quien gane la presidencia de la República?
La pregunta es pertinente porque al interior de esas clases sociales priva un conservadurismo que puede alcanzar extremos preocupantes; y existe, en el tiempo, una actitud apática para votar e indiferente a participar en actividades cívico comunitarias.
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¿Cuántos mexicanos pertenecen a las clases altas y medias? De una población total de 127.5 millones, 2 millones de mexicanos pertenece a la clase alta, 49.98 millones están ubicados en la clase media. Y, como contraste, las clases altas y medias integran 51.98 millones contra 75.6 millones de mexicanos de clases bajas (Inegi: 2021).
En el promedio de las últimas dos elecciones, 2018 y 2021, votó el 1.5 por ciento de la clase alta, el 3.5 por ciento de la clase media alta, el 36 por ciento de la clase media-media y el 34 por ciento de la clase media baja (Parametría: 2021). Estos porcentajes hablan de una participación electoral baja de las clases altas y medias.
¿Qué datos existen sobre la participación ciudadana de los integrantes de esas clases sociales en organizaciones cívico-comunitarias? El dato es preocupante porque “mientras en México hay 33 organizaciones de la sociedad civil por cada 100 mil habitantes, en Estados Unidos hay 680, en Chile hay 650 y en Brasil 170”.
Dada esta realidad histórica en participación electoral y cívico-comunitaria, reitero la pregunta: ¿de dónde surge la efervescencia colectiva de la Marea Rosa para plantarle cara a Morena el próximo 2 de junio, como fecha inmediata, y después?
Proviene de las cuatro razones inscritas por Napoleón: interés, amor, miedo y fe.
Interés individual y colectivo por preservar −con todas sus limitaciones− la vida democrática previa a 2018. Inclusive por afirmar nuestras 29 garantías individuales consagradas en la Constitución mexicana. Y asegurar el desarrollo institucional que fortalezca el Estado de derecho y la división de poderes.
¿Cuántas de las personas participantes de la Marea no están movidas por un amor entrañable y patriota por México? Éste podrá tener expresiones muy variadas en su grado de consciencia individual, pero el amor que unifica, solidariza y esperanza de manera colectiva a todos es el mismo.
El miedo es un factor central porque aterroriza a los integrantes de esas clases sociales el imaginar un México como Nicaragua o Venezuela. En el cual perderían sus privilegios individuales, pero sobre todo, estaría en riesgo, en el sentido más rapaz del término, la propiedad privada, la inversión, el empleo, la salud, la cultura, la ciencia y la tecnología, la seguridad pública, la transparencia y la rendición de cuentas.
Finalmente, la fe. La religión católica borra las fronteras de esas clases sociales para nutrirlas de fe y esperanza, y abrazar su participación electoral para derrotar a la 4T este próximo 2 de junio.
En 2020, “el 77.7 por ciento de la población mexicana se identificaba como católica, es decir: 97.9 millones de personas tienen esa preferencia religiosa” (Inegi). Por ello, de forma mayoritaria, los integrantes de esas clases sociales son católicos.
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En esa mescolanza compleja de interés, amor, miedo y fe, como lo subrayaba Napoleón en el Siglo 18, florece ese imaginario colectivo de resistencia política a la irracionalidad autoritaria de la 4T.
¿Cuál es la esperanza? Que esa Marea Rosa no abandone esas cuatro premisas napoleónicas para crecer en el tiempo como un movimiento social −organizado, articulado y políticamente más consciente− que nutra la esperanza de otro México posible. No el México neoliberal que finalizó en 2018 o el populista que debe terminar este 2 de junio de 2024, sino otro, radicalmente distinto, con la capacidad férrea de integrar y alimentar los sueños de todos los mexicanos, de todas las clases sociales, sin distinción de ningún tipo.
Esa es la esperanza, simple y pura.