Más allá de la educación...

Opinión
/ 5 junio 2022

La primera vez que escuché hablar de la Academia Interamericana de Derechos Humanos me encontraba en el octavo semestre de la Licenciatura en Derecho. Junto con decenas de jóvenes estudiantes de todo el País, participé en la Primera Competencia Nacional de Debate sobre Derechos Humanos. Sorprendido por el poder de convocatoria de esta institución y por la capacidad de organización y gestión del evento, llegué hasta las fases finales de esta competición. Años después regresé a Saltillo, ahora como
parte de la organización de la competencia y como alumno de uno de los cursos de posgrado más innovadores que se impartía en la Academia, la “Especialidad en Derechos
y Garantías de las Víctimas de
Desaparición”.

Desde mi primer día en la Academia IDH siempre me impresionó la cantidad de profesoras y profesores que llegaban a Saltillo a impartir clases en los cursos de posgrado, así como en algunas clases de Licenciatura. Profesoras y profesores que yo conocía debido a que durante mi paso por la licenciatura había leído y estudiado sus libros y artículos, y que ahora estaban ahí, en persona, impartiendo clases en la Universidad Autónoma de Coahuila. Recuerdo, con especial consideración, al gran profesor Joaquín González Ibáñez, catedrático que cruzó el atlántico para impartir clases en México, pero no en la Ciudad de México, que suele acaparar y centralizar a las principales universidades y centros de investigaciones jurídicas del País, sino en Saltillo, casa de la Academia Interamericana de Derechos Humanos.

Como un estudiante recién graduado, interesado en el estudio de los derechos humanos, me resultaba fascinante el desfile de personalidades académicas que visitaban la Universidad, semana a semana, desde México, el resto de América o Europa, para impartir seminarios, conferencias o talleres al alumnado de la licenciatura y de posgrado. Sin embargo, también me resultaba desconcertante ver como muchos de las y los alumnos, lejos de encontrar en esto una oportunidad para profundizar en sus estudios, no le encontraban sentido al nivel académico que les era entonces exigido o, incluso, cuestionaban la realización de estos eventos. Han pasado ya algunos años de esto y hoy no puedo decir que esta situación haya cambiado. Por un lado, la trascendencia del trabajo de la Academia IDH no ha cambiado, así como tampoco han cambiado las resistencias al nuevo paradigma que los derechos humanos representa para entender el derecho como una herramienta para servir a las personas.

Y cuando hablo del trabajo de la Academia IDH me refiero, por supuesto, no sólo a la ya vasta producción científica que, a través de su propia línea editorial, o en colaboración con la editorial Tirant Lo Blanch, en menos de una década cuenta ya con más de 50 obras de diversos temas de relevancia actual como lo es el Gobierno Abierto, los Derechos de las Personas Desaparecidas, los Derechos de las Mujeres, los Derechos Políticos, la Libertad de Expresión, entre muchos otros; sino también al trabajo que, desde este centro de investigación, se realiza para generar conocimiento útil para las víctimas de violaciones graves a derechos humanos y que se traduce, por ejemplo, en proyectos de investigación e incidencia respaldados por organismos nacionales, como el Conacyt, e internacionales, como el USAID, y que colocan a la Academia como una referencia sobre estos trabajos a nivel nacional. Ejemplo de esto es que la Academia IDH, actualmente, desarrolla un proyecto avalado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, dentro de los llamados “Programas Nacionales Estratégicos”. Además, la Academia forma parte de una gran red de universidades en todo el mundo, con las que comparte proyectos de investigación y colabora en la realización de Observatorios, Seminarios y Conferencias. Esto se traduce, por ejemplo, en que a través del proyecto del “Observatorio Internacional de Derechos Humanos”, tan sólo el año pasado más de 50 académicas y académicos, representantes de más de 20 universidades e instituciones de gran prestigio, participaron en actividades conjuntas con la AIDH. Definitivamente esto coloca a Saltillo en el mapa mundial de la discusión académica de quienes pretenden que el derecho sirva para mejorar las condiciones de vida de las personas. Pocos son los centros de investigación que, fuera de la capital de nuestro País, tienen esta presencia.

Soy testigo de que las condiciones que actualmente se han generado en Coahuila, para procurar un espacio de discusión sobre los temas que involucran derechos humanos, incluso con las constantes resistencias de quienes no ven en estos derechos algo de valor, son un referente nacional e internacional. Encima de esto, a la ya amplia oferta educativa que ofrece la Academia IDH en
Coahuila, y que cada año reúne a más de 100 alumnas y alumnos, en distintos niveles de educación superior como especialidades, maestrías y un doctorado... ahora, por lo menos 35 alumnas y alumnos cursarán un programa de licenciatura de gran calidad: la Licenciatura en Derecho con Perspectiva en Derechos Humanos.

Las nuevas y nuevos integrantes de esta comunidad académica, que se integrarán a la Licenciatura, llegarán a una institución que les ofrecerá un sinfín de oportunidades para convertirse en juristas con una perspectiva global, pero con las bases bien puestas en lo local, y que no estarán solos, pues formarán parte de una nueva generación de abogadas y abogados. Generación a la que yo pertenezco, ya que en esta institución he tenido la oportunidad de formarme como investigador y ahora puedo estudiar un Doctorado. Estoy seguro de que ellas y ellos recibirán oportunidades de formación similares y que justifican, con creces, los recursos que se invierten en la educación, que al final de cuentas no es sólo “educación”... es transformación social con perspectiva de derechos humanos.

*El autor es investigador
del Centro de Estudios
Constitucionales Comparados de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
de la Universidad Autónoma
de Coahuila

Este texto es parte
del proyecto de Derechos
Humanos de VANGUARDIA
y la Academia IDH

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