Me quejo de los quejumbrosos, descubriéndome igual de quejumbrosa que los quejumbrosos a quienes critico. No cualquiera, ¡eh!

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Las redes sociales y las relaciones de amistad, de trabajo, etc. me mantienen la cosecha constante de quejas y mensajes positivas desde tempranito en la mañana hasta las altas horas de la noche. A quienes mandan mensajes antes de las 10am y después de las 10pm, no se preocupen, tengo sus chats en silencio. Lo que me llama la atención es como nos polarizamos entre la fantasía de un mundo maravilloso y lleno de amor, y un mundo donde “la gente” no entiende ni respeta los preceptos más básicos de convivencia en comunidad. Ciertamente ambos mundos existen desde nuestras opciones de ver a través de los filtros caracterológicos que hemos construido desde la infancia.
Como siempre he comentado, me llama mucho la atención como hablamos de “la gente” de manera que no parecemos estar incluidos en ese grupo y condición. También me llama la atención como hay personas que tiran “hate” a los “haters”, convirtiéndose también en “haters”, lo cual eran desde el principio seguramente. Confieso que yo tengo la costumbre de quejarme de los quejumbrosos, así descubriendo al conocimiento público mi tendencia a la queja de la cual me quejo. ¿Ven el enredo? Aparte, me encanta corregir a los demás, pero no recibo correcciones con mucha amabilidad.
Podríamos declararnos hipócritas todos, pero abogo mejor por contemplar nuestras inconsciencias e incongruencias. Tal vez no lograremos superarlas, pero cuando menos operaremos desde un lugar de mayor autoconocimiento y autoconciencia. No me gustaría vivir en un mundo utópico. Si quieren saber porque, vean la película “El dador de recuerdos”. La “perfección” me da miedo. No es natural. Prefiero ser un poco hipócrita (o tal vez mucho) y criticar mis defectos vistos en los demás, mientras uso esa herramienta como camino de crecimiento personal.
Una confesión más. He conocido a muchas personas que esconden un mundo de conocimientos bajo una presencia poco llamativo. Debo decir que he subestimado a muchos individuos, evidentemente considerándome superior. Creo que me convendría mantenerme callada y escuchar a los demás.