México demostró estar preparado... no así los líderes políticos

Opinión
/ 15 junio 2024

Durante años se decía que México aún no estaba preparado para ser gobernado por una mujer. Yo siempre me opuse a esa creencia y en distintos artículos argumenté que la mujer por el simple hecho de llevar en su vientre al milagro más grande de la naturaleza, era capaz de cuidar el destino de todo un pueblo como cuida de sus hijos y de su hogar.

Por ello no me sorprendió que las dos fuerzas políticas principales, la del Estado y la de los opositores, hayan apoyado respectivamente el nombramiento de una mujer como su candidata para gobernar a México.

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El resultado todos lo sabemos. Pero lo que muchos ignoran es que a pesar de que millones de mexicanos hicimos largas filas en una casilla electoral mostrando no sólo madurez política, sino también apoyo a la idea de ser gobernados por una mujer, tanto el presidente López como los líderes de los partidos políticos opositores demostraron lo contrario.

Xóchitl Gálvez, candidata opositora, no sólo sufrió discriminación del presidente López Obrador sino también de los líderes de los partidos que abanderaron sus aspiraciones, principalmente de Marko Cortés. Antes del primer debate le dijeron cómo debía hablar, despojándola de toda espontaneidad y carisma que abundaron en los posteriores encuentros. Al salir de ese debate el líder del PAN estalló por su bajo desempeño. Lo mismo sucedió al final de la contienda cuando Xóchitl llamó a Sheinbaum Pardo para felicitarla por su triunfo. Momentos más tarde Marko le gritó por su indigno proceder debido a la clara intervención presidencial durante la contienda. Xóchitl le respondió tajante que ella no tenía que pedirle permiso a nadie para hacer lo que juzgaba correcto.

Andrés Manuel López demostró que tampoco está listo para ser sucedido por una presidenta, sino que además no está listo para dejar el poder.

Primero bautizó a su sucesora como “corcholata” y la sometió a un proceso interno de Morena penoso por su evidente intervención. El único que se inconformó por comprobar que la cargada presidencial estuvo de lado de la jefa de gobierno de la Ciudad de México fue Marcelo Ebrard, y fue vergonzoso ver que ese político en el que muchos veían a un buen candidato dobló las manitas ante el regaño del inquilino de Palacio.

Después al presidente se le ocurrió darle a Claudia un bastón de mando de juguete, pues a pesar de resultar electa con el arrollador apoyo de millones de mexicanos, Claudia no ha dado siquiera una orden y todo parece indicar que ni lo hará a pesar de que una banda tricolor corra por su pecho. Cuando ella dijo, con la finalidad de calmar a los mercados y de frenar la caída del peso, que sometería la inminente reforma Judicial a un análisis concienzudo entre abogados, jueces, magistrados y ministros, AMLO la contradijo asegurando que en septiembre se aprobaría dicha reforma constitucional, que era más importante la justicia que la economía de nuestro país. No contento con ello, le endilgó a Claudia a sus tres zánganos delincuentes... quise decir a sus tres vástagos que juran ser inocentes para que sean considerados por la virtual presidenta para un futuro puesto de elección popular.

Andrés Manuel juró y perjuró que se iría a donde millones de mexicanos lo mandamos una y otra vez, y que no iba a volver a participar en política. Yo he aprendido que cuando López afirma una cosa, hay que pensar precisamente en lo opuesto.

Para no convertirse en la marioneta de su antecesor, la presidenta virtual debe hacer valer el voto de millones que le dieron su confianza, por más que AMLO haya sido su jefe de campaña y haya diseñado el manejo de los siervos de la Nación para ir casa por casa para decir que Xóchitl quitaría los apoyos económicos y que sólo Claudia garantizaba la continuidad de dichas becas a adultos mayores pero ahora desde los 60 años.

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Si Claudia realmente quiere ser nuestra presidenta y sacudirse la presión y los designios de López, debe recordar la historia del ex presidente Ernesto Zedillo, quien a pesar de ser visto como alguien débil, en menos de un año mandó al extranjero a su antecesor todopoderoso y metió a la cárcel al hermano incómodo.

Claudia Sheinbaum debe gobernar pues para ello fue electa, tomando en cuenta la sensibilidad y la fuerza que toda mujer tiene, y convertirse en una líder querida no sólo por repartir el dinero de los contribuyentes, sino por cambiar la vida de millones de mexicanos combatiendo a la delincuencia, creando más oportunidades de empleo, cambiando el estado actual de la educación pública y de los institutos de salud para que no vuelvan a faltar medicinas ni atención médica. Ese es su deber y su obligación. Nadie más que ella deberá responder por sus actos. Por eso ella debe ser la autora de su propio destino y el de la Nación. Ni López Obrador ni nadie deberían de ordenarle qué hacer. El verdadero bastón de mando, no el de juguete, lo recibió de manos de los millones de mexicanos que votaron por ella el pasado 2 de junio.

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