México: ¿el águila-jaguar?
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“El águila grita, el jaguar da gemidos, oh, tú, mi príncipe, Macuilmalinalli, allí, en la región del humo, en la tierra del color rojo rectamente los mexicanos hacen la guerra”: Netzahualpilli
Habla la poeta Mirta Yáñez: “...la ciudad desfallece bajo el quinto sol, /no la castiga el agua/ ni el tigre/ ni la furia del viento/ ni tan siquiera el fuego ardiendo en el plumaje sagrado/ del crepúsculo/ sino el socavón/ de sus entrañas...”. Y nosotros escuchamos.
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¿Qué destino nos merecemos como país, cuando sólo renacemos a partir de la tragedia nutrida desde el socavón de las entrañas?
¿Por qué sólo aprendemos a mirar nuestro ser colmado de esperanza en el espejo de obsidiana, cuando sangra nuestro cordón umbilical que pende de la luna reflejada en el lago donde el águila devoró a la serpiente?
¿Por qué nos desvanecemos bajo el quinto sol, entre explosiones solares y movimientos telúricos, sin destronar al poderoso con rostro de mono-guajolote; mientras “la tierra realinea su eje terrestre original” y el inclemente tiempo deja de pertenecernos?
¿Por qué evadimos fusionarnos con “el agua, el tigre, el viento y el fuego ardiendo en el plumaje sagrado del crepúsculo”, si somos uno con la naturaleza?, ¿por qué provocar su ira que nos castiga con su rayo de muerte que “penetra en la tierra y en la carne” y despelleja nuestros corazones?
Me pregunto: ¿Qué hemos hecho para habitar el centro cósmico del terror y, por tanto, de la agonía inacabable?, ¿por qué nos abraza Mictecacíhuatl, la diosa del inframundo y de la muerte?
¿Cómo contentamos a los dioses hermanos que rigen nuestras vidas desde los 4 puntos cardinales: “Tezcatlipoca, el vestido de negro, el norte; Camaxtle, de rojo, el poniente; Quetzalcóatl, el señor de blanco, el oriente; y Huitzilopochtli, el señor azul, el que guió los pasos para la fundación, el colibrí zurdo, el dictado de la voluntad, el sur”?
¿Cuánta sangre preciosa debemos sacrificar para calmar la furia de Tepeyóllotl, dios de los ecos y de los terremotos, y apaciguar las tempestades provocadas por los malos mexicanos y la enfurecida naturaleza?
¿Seguiremos desfalleciendo, victimizados y adoloridos desde el socavón de nuestras entrañas, o renaceremos para siempre, sin gritos o gemidos, cual luminoso águila-jaguar?