México en neutral: la carcacha en la que se ha convertido el país no trae buena marcha
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Ahora que la vida cotidiana se desarrolla, por lo regular, en los polos, en los extremos, pudiera ser que se nos haya olvidado lo que significa la palabra “neutral”. Según la Real Academia Española (RAE) es un adjetivo que describe a “quien no participa de ninguna de las opciones en conflicto”; “imparcial, objetivo, equitativo, ecuánime” son sinónimos de neutral y “parcial” es un antónimo. También viene a mi mente su aplicación a las transmisiones, manuales o automáticas, de un automóvil. Cuando un auto está en neutral, quiere decir que los engranes de la transmisión no están acoplados a alguna de las marchas y que la transmisión y el motor no están conectados y, por lo tanto, las ruedas no responden al motor (a través de la transmisión).
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Me niego a ser un pesimista más y a abonar a tantas malas noticias, diagnósticos y negatividad que se comparten en medios y redes sociales sobre México; por eso quisiera pensar que el vehículo que se llama México, en su conjunto, está en neutral, siendo positivos. No así en cuanto a los ánimos de los ciudadanos, de uno y otro lado del espectro político actual (el binario; ese que solamente ve todo blanco o todo negro, de unos y ceros). Mientras, parece haber pocos ciudadanos en modo neutral, que no compran absolutamente todo lo que vende la 4T, ni todo lo que vende la (supuesta) oposición, pero muchos, la aparente mayoría, que o ven (o quieren ver) al país entero en llamas o como un clon de Dinamarca. Las focas aplaudidoras de un lado y los que sólo saben abuchear del otro.
Creo que para cualquiera que no esté del lado de las focas o de los abucheadores es difícil sentir que existe un movimiento hacia adelante en ese vehículo llamado México. En el mejor de los casos, creo que esos que están al centro y son relativamente neutrales, pero no tontos, entenderán que el movimiento que lleva México es un movimiento que no es generado por su “motor” y su “transmisión”, mucho menos provocado por su conductor y sus tripulantes. El vehículo se mueve lento y a baja velocidad. Ha avanzado poco o casi nada en 6 años y corre el riesgo de que lo avanzado se revierta en la medida en que la nueva piloto siga banqueteando, cayendo en baches e ignorando todos los señalamientos viales. Es momento de entender que el auto se mueve a pesar de su conductor y sus mecánicos, y que el ruido de las focas que van en la cajuela son aplausos huecos que han enloquecido al conductor. Malgastaron el cuarto de tanque de gasolina que les entregaron, no le dieron mantenimiento al motor ni a la transmisión y las llantas se ven tan lisas como una bola de billar.
Confunden la velocidad que alcanza la carcacha con pericia del conductor y su equipo, cuando lo más probable es que haya sido un empujón de otro vehículo (país) que, al rebasarnos, nos dio un golpe en la defensa trasera. Creen que van rápido porque sienten el aire en la cara, pero no es el auto el que se mueve, es sólo el fuerte aire en contra el que nos frena. Celebran la velocidad que genera un auto en neutral de bajada sin saber que podría acabar en curva o precipicio con un volante que sólo vira a la izquierda. Se comportan así porque los aplausos de las focas son ensordecedores y nublan la mente.
El conductor insiste que vamos como en Ferrari, pero estamos más cerca de andar en una carreta que, si acaso trae caballos, no los lleva enfrente o amarrados. El tanque marca la reserva, el parabrisas estrellado, los empaques desgastados, un foco frontal roto y de las direccionales sólo le funciona la de la izquierda. Pero el piloto insiste en decirnos que el tanque está más lleno que nunca, las llantas nuevas como de media vuelta en Fórmula 1, que el parabrisas estrellado es una señal de que no hay que ser aspiracionistas ni fifís y que la falta de un techo completo es porque el auto es convertible. Mientras, las focas no dejan de aplaudir.
Seamos sinceros, el país, como esa carcacha imaginaria descrita arriba, está prendido con alfileres. Concedamos que tal vez no vamos, aún, clara y definitivamente en reversa, pero a lo mucho estamos atorados en neutral. Cualquier bache detendrá la marcha del país, cualquier pendiente hará que la inercia que nos ha venido ayudando milagrosamente se transforme en un país que no sólo desacelere, sino que retroceda. Sí, está bien tener esperanza de que la nueva no será como el de antes. Pero, por ahora, no parece haber señales suficientes de que será suficientemente distinta y mejor.
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Cambiar los rines a llantas ponchadas sólo alcanza para la foto. Negar que el coche viejo que traíamos se ha deteriorado a niveles de carcacha, casi de yonque, es seguir el camino de “los otros datos” en el que existe alergia a abrir el cofre del auto y revisar el motor. Colgar una estampita religiosa del espejo retrovisor, que parece ser lo único en uso constante por el piloto, no nos salvará del bache, la curva o el precipicio. Urge entender que el auto, como está, a lo mucho que aspira es a acelerar a 10 kilómetros por hora y así no podremos transformar nada ni cumplir con las expectativas creadas. No ganaremos “carrera” alguna. El piloto imagina ver la bandera a cuadros cuando la que le muestran es la bandera azul para que se haga a un lado porque vienen muchos otros rebasándonos por izquierda y derecha. ¿Habrá alguien en el nuevo gobierno que no sólo vea la realidad, sino también se atreva a describirla a la piloto? No nos hagamos locos, vamos en neutral, si acaso.