México en vilo frente a la destrucción del medio ambiente
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La destrucción ambiental es evidente en México y la responsabilidad no sólo recae en los tres niveles de gobierno, somos los ciudadanos los que con nuestra negligencia dejamos morir ríos, lagunas y mares; los que permitimos cercenar montañas, talar furtivamente los bosques (ya hemos perdido un 40 por ciento de ellos); somos los que cerramos los ojos ante la sobrepesca que mengua las pesquerías (por cada kilo de camarón que se pesca comercialmente en redes monstruosas se desperdician 9 kilos de otros productos de mar): somos los que contaminamos impunemente con nuestros hábitos consumistas el planeta que nos da cobijo. Somos ciudadanos del Antropoceno. ¿Será posible que nuestra especie (una entre ocho millones) condene la existencia de la comunidad terrestre por el ejercicio de un modelo de producción, consumo y distribución ambientalmente injusto?
Ni el aire, ni el agua, ni los suelos, ni los alimentos que consumimos, ni siquiera la leche materna está libre de la contaminación por microplásticos. ¿Qué comerán los niños del mañana? El 85 por ciento de los humedales se han perdido, ya no existe el 50 por ciento de los arrecifes de coral, una gran parte de nuestro territorio está contaminado por pesticidas para garantizar una producción agrícola tecnificada.
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¿Deseamos que ocurra la sexta extinción masiva de especies? ¿Seguirán siendo los permisos ambientales un negocio? ¿Los plásticos se apoderarán de nuestras vidas? Estamos consumiendo por semana 5 gramos de plástico que equivalen a una tarjeta bancaria de este material. El plástico ya se encuentra en la sal de mesa, en los helados y hasta en la lluvia. Esto se relaciona con la pubertad anticipada, con la infertilidad, con los cánceres, con la obesidad. La vida de entre el 60 y el 70 por ciento de la población actual en el mundo depende directamente del medio ambiente, por lo que debemos preservarlo y desplastificarlo.
Hay muchos datos duros que son preocupantes sobre el estado de conservación que guardan las selvas y los bosques de México. Distintos a los de la narrativa del Gobierno Federal. He sido testigo que pueblos indígenas, como el Yaqui, no tienen recursos económicos para patrullar su territorio y evitar cazadores furtivos. Y a partir del presente sexenio, aún menos. No es un secreto que la Semarnat cuenta con un modesto techo financiero para operar sus dependencias. La Comisión Nacional Forestal (Conafor), la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) han sido reducidas. No puedo imaginar cómo hacen su tarea dos personas representantes de la Profepa en Quintana Roo.
México es un país megadiverso, se encuentra en los primeros lugares de la lista mundial en patrimonio de fauna y flora; pero hoy está lejos de ser “el cuerno de la abundancia”, pues carecemos de autosuficiencia alimentaria. Desde hace mucho tenemos que importar maíz para satisfacer el consumo local, un maíz que además es transgénico.
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En este marasmo de inacciones, de políticas públicas sin consensos reales, de legisladores improvisados y de un partido político en especial que se adjudica el liderazgo en materia ambiental de lo legislativo en el Senado y en la Cámara de Diputados y hasta en las regidurías dedicadas a la ecología o al medio ambiente; no son buenos los monopolios legislativos.
México está en vilo. Necesitamos urgentemente descarbonizar la economía, desplastificar nuestras vidas. No seamos parte de los depredadores humanos del planeta. No permanezcamos ciegos, sordos y mudos ante la problemática ambiental en nuestro país. Ejerzamos una presión desde la inteligencia colectiva para que realmente legisladores, integrantes del poder judicial y gobernantes se comprometan a tener una agenda ambiental.