La resistencia silenciosa en los bosques tarahumaras
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No todas las resistencias sociales son iguales, pero todas cuentan cuando se trata de entender un proceso que busca finalmente la libertad y la autodeterminación. En medio del exagerado gasto en materia de publicidad para las elecciones del próximo domingo 4 de junio en Coahuila y en el Estado de México, la comunidad rarámuri, mal llamada tarahumaras, sigue siendo despojada. Aunque haya gente religiosa y del promedio que quiere apoyarles con alimentos, la inseguridad prevalece exactamente en estos meses en los que el buen clima permite que los delincuentes talen su bosque.
Los rarámuris tienen hambre y temen un verano aterrador si no llueve, así que muy pocos están preparándose para captar y guardar agua de lluvia, en caso de que la hubiere. María Luisa Bustillos, siriame (gobernadora) de Ciénega de Norogachi, municipio de Guachochi, Chihuahua, preside Nátika, asociación civil que busca posibilidades técnicas para la conservación del bosque. De hecho, ella recibió recientemente de manos de su “tocaya” Maria Luisa Albores, titular federal de la Semarnat, el máximo reconocimiento que se ofrece a personas por su trabajo en materia de conservación del bosque. Aunque a María Luisa Bustillos no le pagan por su labor y los funcionarios sí reciben emolumentos.
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El 40 por ciento de los bosques del mundo se han perdido en los últimos cien años, dato que compartió el ingeniero forestal chihuahuense Manuel Chávez en un foro de empresarios con prácticas productivas sustentables realizado el viernes pasado en Ciudad Juárez. En la sierra tarahumara existen aún algunas zonas en donde no se ha adentrado el hombre, por lo que contienen bosques antiguos; pero en la mayor parte de esta sierra es notoria la depredación humana.
María Luisa se atavía bellamente con prendas multicolores que atestiguan la defensa de sus raíces ancestrales ante las modas convencionales. Pero ella nos compartió otra forma de resistencia que está viviendo en compañía de los suyos: la resistencia silenciosa. En paralelo a la tala delincuencial, se dedica con un puñado de hombres, mujeres y jóvenes a plantar árboles. “Somos rarámuris”, dijo. “Somos huelladores de nuestros abuelos”.
La menuda mujer nos anima a caminar con la naturaleza y es que para los rarámuris cada elemento de la naturaleza está vinculado a su alimento espiritual. “Cada vez se va deteriorando más nuestro territorio donde más que avecinados somos sus propietarios desde tiempos ancestrales. Sin embargo, hay personas ajenas a nuestro pueblo que nos visitan clandestinamente para extraer nuestras plantas medicinales sin compasión, porque las extraen con todo y sus raíces. Entonces se extinguen como el chuchupate”.
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El excesivo gasto en campañas electorales, es decir, el real contra lo que los partidos políticos aseguran que gastan; significa muchos millones de pesos para hacer lucir a Delfina o a Alejandra, a Guadiana, a Jiménez o al fugitivo de la 4T, generando ruido visual y auditivo a la ciudadanía de tantas veces que repiten frases adoctrinadoras. Unos políticos echan la culpa a otros, pero qué ocurre con los culpables del arrasamiento de los bosques mexicanos: nada. Al perecer en el bosque muere la posibilidad de la generación de oxígeno, de la captura de dióxido de carbono y de la supervivencia de especies de fauna que son sagradas para los rarámuris, porque los apoyan en su vida espiritual, quienes están migrando por la falta de agua. Los manantiales se están agotando en la sierra y sin su agua tampoco se podrían realizar las ceremonias ancestrales de este pueblo heroico
María Luisa, desde su rinconcito de tierra −como ella le llama-, trabaja por el planeta con su esposo Tonino Sandoval, sus hijos y nietos. Asegura que el medio ambiente necesita de todas nuestras manos, y con relación al agua cree que nos purifica y hermana a los habitantes de la Tierra. “A jalar más manos los que tengamos conciencia de que requerimos acciones y más acciones”. Sin natura no puede pervivir la cultura.