México no necesita un gobierno empresario, sino uno que deje de ser su meteorito
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El Estado en lugar de poner la mesa para que quienes deben ser empresarios lo sean, se empeña en hacerle al empresario sin tener la vocación, los medios y la experiencia
Una de mis memorias más antiguas sobre las páginas de un periódico es de los cartones del periódico VANGUARDIA de Saltillo, a fines de los años setenta. En particular, recuerdo la forma en que se caricaturizaba la figura del empresario. No sé si era el mismo cartonista o si era común que al “empresario” o a la IP (iniciativa privada) la dibujaran como un señor gordo, vestido exageradamente elegante, con una leontina, sombrero de copa y hasta pipa.
Desde muy chico esa caricatura me hizo cortocircuito, ya que generalizaba a cualquiera que tuviera a una empresa como a ese señor, que más bien parecía al del Monopolio (el juego de mesa). Yo tenía (y sigo teniendo) curiosidad por entender en qué punto los empresarios micros, pequeños y medianos, e incluso los grandes, comenzaban a parecerse y a ser representados por alguien como el señor dibujado en los cartones de VANGUARDIA y hasta qué punto quienes no cabían dentro de esa caricatura burlona se sentían ignorados por sus “representantes” empresariales (las grandes cámaras) y un gobierno que solamente pensaba en la interacción con 10 o 20 empresarios representados por la cámara en turno (Coparmex, Consejo Mexicano de Hombres de Negocios o el Consejo Coordinador Empresarial).
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No cabe duda de que las cosas no han cambiado mucho, y que el señor de la leontina y sombrero de copa no sólo sigue siendo el referente del “empresariado” nacional ante los ojos del Gobierno y de muchos analistas, que no saben ver los tonos de gris que hay entre lo que se considera la Iniciativa Privada mexicana. Es un error pensar que el universo de la IP mexicana tiene voz y representación en las tres cámaras de siempre o el Consejo Asesor Empresarial.
Seamos directos: es probable que las PYMES mexicanas estén más olvidadas que nunca porque no son parte real de la agenda de Gobierno. Las emergencias y las ocurrencias, y no mencionemos la ideología tóxica estatista y resentida, ocupan casi todo el ancho de banda que debería haber para enfocar en iniciativas que promuevan, generen y sostengan las condiciones ideales para que exista un ecosistema empresarial en el país. Cualquier país que quiera aspirar al crecimiento, pero sobre todo al desarrollo, sostenido, necesita tener un ecosistema emprendedor y empresarial vigoroso.
En México llevamos cerca de 40 años escuchando que aspiramos a salir del subdesarrollo, que ahora sí, con tal o cual presidente, con tal o cual partido, romperemos la mala racha de no pasar del equivalente al “cuarto partido” del crecimiento económico, de la desigualdad, del desarrollo, de la pobreza. Los últimos 6 años, ya con un cocinero, ingredientes y recetas supuestamente distintas, nos arrojaron resultados iguales (tal vez peores) a los anteriores y un retroceso marcado en el camino de promover dicho ecosistema. Los cambios en esa materia son de 360 grados; se anuncian planes, iniciativas, expertos, novedades, pero acabamos donde mismo, sólo que mareados.
Es oportuno y urgente que los distintos actores y sectores relevantes se quiten la idea de que el empresario mexicano es el de los cartones setenteros o el monito del Monopolio, y se den cuenta de que son una especie benigna que, en general, enfrenta una serie de obstáculos y condiciones que amenazan su existencia. Los hay de todos tipos y tamaños, formales e informales, y sobreviven con los dados consistentemente cargados en su contra.
Monopolios públicos, burocracia, sectores enteros protegidos, políticas públicas que son como una loza encima, inseguridad, impuestos, contrabando, tarifas y extorsiones son las condiciones adversas que el Estado se ha encargado de generar y mantener para que quien emprende o maneja un negocio la tenga aún más cuesta arriba de lo que debería ser. De acuerdo con el Inegi, entre mayo de 2019 y mayo de 2023 murieron 1.4 millones de negocios en México. Se considera que la esperanza de vida de un negocio en México es de 7.8 años, no necesariamente rentables.
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Encima de todo, de pronto nos topamos con un partido en el poder con una ideología de izquierda seminútil, crítico del sector empresarial (aunque protege a sus cuates), con una Presidenta y un gabinete de primer nivel que han sido políticos, académicos o funcionarios públicos prácticamente toda su vida adulta; han sido de todo menos empresarios y tienen la obsesión de que el Gobierno (o, peor aún, el ejército) arranque, expropie y maneje empresas. Un Estado que en lugar de poner la mesa para que quienes deben ser empresarios lo sean, se empeña en hacerle al empresario sin tener la vocación, los medios, la experiencia o la lógica para ello.
México no necesita un gobierno empresario; México necesita un gobierno que deje al empresario ser empresario, que procure que más mexicanos se animen a emprender en condiciones en las que la mortalidad de empresas se reduzca y que la vida promedio de estas se extienda por encima de esos 7.8 años. La política industrial y la política de PYMES del país NO puede ser más rollo, más tratados comerciales huecos, más estatización, más militarismo empresarial, más concentración anticompetencia, más concesiones a favoritos. El Gobierno y sus prácticas se han convertido en el meteorito que puede causar la extinción del empresario.