Migración al alza: ¿de qué es indicativo?
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De acuerdo con datos de la Unidad de Política Migratoria, de la Secretaría de Gobernación, la cifra de mexicanos detenidos por la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos y posteriormente deportados a nuestro País creció 60 por ciento en los primeros siete meses del año, en comparación con el mismo periodo de 2021.
Estamos hablando de 156 mil 687 personas detenidas mientras intentaban ingresar ilegalmente al vecino país. Destaca en la estadística el hecho de que uno de cada diez deportados era menor de edad y no iba acompañado de ningún adulto.
Chiapas, Guerrero y Oaxaca, tres de las entidades más pobres de México, ocupan los primeros lugares en volumen de personas deportadas. Casi la tercera parte de todas las deportaciones
realizadas por las autoridades estadounidenses corresponden
a personas originarias de esas entidades.
La estadística obliga a preguntarse por qué está creciendo el número de personas que deciden abandonar sus lugares de origen en México para intentar alcanzar el “sueño americano”.
Responder de forma simple a la pregunta anterior no es posible, desde luego, pero lo que sí puede adelantarse es que el impulso fundamental está relacionado con la falta de oportunidades en sus propias comunidades.
Y eso conduce, de forma obligada, a cuestionar el discurso
oficial relativo al hecho de que es posible mejorar las condiciones de vida de la población más vulnerable aun cuando no se tenga crecimiento económico, pues las políticas públicas del actual gobierno están generando bienestar.
Conviene apuntar, aunque pueda parecer una obviedad, que quienes buscan ingresar ilegalmente a los Estados Unidos pertenecen al segmento menos favorecido de la sociedad, es decir, forman parte de la comunidad más pobre que es la principal beneficiaria de los programas sociales puestos en práctica por el Gobierno de la República.
Pero si los más pobres, que constituyen el núcleo de las políticas de este gobierno, siguen optando por migrar, la conclusión parece obvia: lo que se está haciendo a nivel doméstico para apoyarles resulta claramente insuficiente −en el mejor de los casos− o es ineficaz −en el peor.
Si la interpretación es correcta, entonces no se puede concluir sino que las políticas actuales no están siendo efectivas en el combate a la pobreza y a la desigualdad que caracteriza a nuestra sociedad. Porque si fuera al revés entonces las cifras de migración deberían ir a la baja.
No pocas voces han advertido en los últimos cuatro años que, si bien los programas sociales han sido modificados por unos que privilegian las transferencias de dinero a las personas, en realidad no se está gastando más en políticas para el combate a la pobreza.
Las cifras de migrantes deportados desde los Estados Unidos parecen, en este sentido, un buen indicador de que la modificación de los programas sociales no está resolviendo el problema, por más que desde el discurso oficial se afirme lo contrario.