Mirador 12/03/2025

Opinión
/ 12 marzo 2025

Chalo vendió por eso su cobija y se gastó el dinero. Pero a principios de abril cayó una helada a la que siguieron días interminables de gélidos fríos

Chalo el de la Villa tenía una costumbre inveterada: cada año estrenaba cobija nueva.

Llegaban en primavera las golondrinas a revolar sobre la parroquia de Santiago, y el buen Chalo veía en eso el anuncio de que el invierno había terminado. Vendía entonces su cobija, y con el dinero de la venta se pagaba sabrosos comeres y beberes. Ya iría ahorrando para comprarse otra cobija en los primeros fríos del invierno.

Sucedió una vez que las golondrinas se equivocaron. Llegaron puntualmente, sí, y Chalo vendió por eso su cobija y se gastó el dinero. Pero a principios de abril cayó una helada a la que siguieron días interminables de gélidos fríos. ¡Y Chalo sin cobija, y sin dinero para comprarse otra!

Una mañana su hermano llegó a visitarlo y lo encontró acurrucado en el catre en posición fetal, tiritando de frío sin más cobertura que la de una mísera sábana más delgada que tela de cebolla. Le explicó lo de la venta de la cobija.

-Pensé que ya no la iba a necesitar.

Le sugirió el hermano:

-Pos vende también la mitad del catre, al cabo así acurrucado como duermes tampoco la necesitas.

Tradiciones de Santiago, Nuevo León, una de las muchas magias de ese bello Pueblo Mágico.

¡Hasta mañana!...

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