Mirador 24/12/2025

Opinión
/ 23 diciembre 2025

Comieron de aquella paja las humildes bestias. Pero en vez de acabarse la paja se multiplicó, igual que los panes y peces de las bienaventuranzas

San Francisco de Asís amaba a Dios en sus criaturas. ¿Acaso hay un modo mejor de amarlo? El humilde santo se encendía en amor al contemplarlas, tanto que –dice una leyenda– de él brotaban llamas, y un ángel tenía que venir a apagárselas para que no fuera a incendiar con ellas el convento.

Tommaso di Celano relata en su “Primera Vida”, biografía de San Francisco, que el Poverello le pidió a un hombre justo, Juan de Greccio, que pusiera en su casa un pesebre de paja, con un asno y un buey, a fin de recordar que el Salvador del mundo había querido nacer en la pobreza. Comieron de aquella paja las humildes bestias. Pero en vez de acabarse la paja se multiplicó, igual que los panes y peces de las bienaventuranzas, y por mucho tiempo todos los animales de la comarca se alimentaron con ese pienso milagroso.

Sea la Navidad para nosotros como la paja de aquel segundo Belén que fue el primer belén: no se acabe en un día ese día, sino quede en nosotros para siempre, como un nacimiento que no quitamos nunca de nuestro corazón.

¡Hasta mañana!...

Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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