Mirador 26/09/2025
Nadie lo puede ver, pero ahí está, cargando con ambas manos el orbe sobre su cabecita
Lo que en seguida voy a relatar sucedió hace mucho tiempo, tanto que se ha perdido la memoria del acontecimiento.
Resulta que un niño se paró de manos –así se dice– sobre el suelo. Las manos se le pegaron a la tierra, y cuando se enderezó tuvo sobre sí al mundo, y con él a todos los seres y las cosas existentes.
En vano quiso aventar al mundo como se avienta una pelota. Lo tenía tan pegado a sus manos que ya no lo pudo despegar.
Esto, como dije antes, pasó hace mucho tiempo. El niño sigue sosteniendo al mundo igual que un pequeño Atlas. Nadie lo puede ver, pero ahí está, cargando con ambas manos el orbe sobre su cabecita.
Llegará el día –todos los días llegan algún día– en que el niño se cansará y caerá al vacío junto con el mundo. Espero no estar aquí. Temo al vacío.
¡Hasta mañana!...