Mirador 27/09/2023
El obispo de cierta diócesis visitó el convento de cierta orden de religiosas.
Al entrar resbaló en el zaguán de la casa conventual y dio con sus episcopales posaderas en el suelo, donde quedó todo molido y quebrantado.
La madre superiora se azaró. Llena de confusión trató de pedir una disculpa al dignatario:
-Perdone Su Excelencia –le dijo aturrullada–. Es que enceramos el piso con cera virgen.
-¡Joder! –profirió el dignatario con olvido de su dignidad–. ¡Si lo hubieran encerado con cera puta me habría matado!
Esta historia –ignoro si es verdadera o apócrifa– contiene una lección: por grave que sea el problema que ahora tienes, siempre habrá alguien que tendrá un problema considerablemente más grave que el tuyo. Lo que digo no tiene relación con aquello de “Mal de muchos...”, etcétera. Más bien enseña a afrontar tus problemas con ánimo sereno, y a buscarles con igual ánimo la debida solución.
¡Hasta mañana!...