Mirador 28/09/2023
En horas de la madrugada y a la caída de la tarde llegan los venados cola blanca a la huerta llamada “Los coyotes”.
Son ya sus dueños, y entran a ella como Pedro por su casa, según el dicho dice. Buscan las dulcísimas manzanas y la hierba verde que crece en el borde de la acequia. Después de gozar los frutos y las hojas se retiran con paso al mismo tiempo majestuoso y grácil, monarcas lo mismo de la montaña que de la labor.
Don Abundio, el viejo cuidador del huerto, se molesta. Me dice:
-Trabajamos para ellos, licenciado.
Le contesto:
-Nos pagan dejando que los veamos sin tenernos miedo.
Visión de encanto es la de estas criaturas tan hermosas que bajan de sus refugios en el bosque y nos visitan confiadas en nosotros. En ellas, en los cervatillos que retozan en torno de sus madres, miro el retrato perfecto de la vida que se renueva, siempre igual y siempre diferente. Si el mundo fuera mío se los regalaría para que nunca se fueran de él. A falta del mundo les doy mis pobres manzanas, tan ricas, y la verde hierba de mi huerto.
¡Hasta mañana!...