Musk, Uqbar, Doge Tertius, o la invención de la condena
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Debo a la conjunción de un bot y de una enciclopedia el descubrimiento de las similitudes entre el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Borges y la destrucción institucional de Elon Musk. Y es que al buscar las entradas de ciertos conceptos relacionados con corrupción (captura del Estado, cleptocracia, oligarquía) en la versión en línea de la Enciclopedia Británica, me encontré con la nueva función de poder consultar la enciclopedia haciéndole preguntas a un bot operado por inteligencia artificial. Esta función me recordó una de las recientes controversias en las que se ha envuelto Musk tras intentar fallidamente comprar OpenAI, la compañía detrás de ChatGPT, pero también me recordó mi intención original al buscar estos términos: el corroborar que el lenguaje que utilizamos para describir la corrupción y su relación con el poder económico es insuficiente para explicar la destrucción institucional que estamos viendo por parte de la agencia Doge y de Musk.
Borges y Tlön: la metáfora del hackeo de la realidad. El cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, que es un maravilloso estudio y análisis del idealismo, narra cómo un grupo de intelectuales conspira para generar un mundo inventado, Tlön, hasta que esta idea acaba invadiendo y reemplazando al mundo real. Musk, con su poder, su ideología y sus tecnologías, está haciendo algo similar: su versión del mundo –en la que el Estado es obsoleto y debe ser hackeado, en la que la humanidad está condenada en la Tierra, producto de una crisis climática o del dominio de la inteligencia artificial (todo esto en palabras de Musk) y debe migrar al espacio o a una simulación– se impone cada vez más en la realidad política, económica y tecnológica.
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El hackeo del Estado: no es captura, es vaciamiento y destrucción. Musk no busca capturar el Estado al estilo clásico (como lo haría un oligarca o un líder de una cleptocracia). En cambio, lo vacía y lo “hackea”, lo transforma en un cascarón que puede servirle a su agenda y sus intereses económicos. Ejemplo de esto es Twitter: en lugar de apropiarse de una institución y fortalecerla, la desmantela y la reinventa bajo su control absoluto. Por otro lado, buscó y sigue buscando apropiarse de medios de comunicación y redes sociales, como Twitter y Tik tok, que tienen una presencia global y que determinan la diseminación de noticias y eventos. ¿Qué pasa si hace lo mismo con agencias gubernamentales, con nociones fundamentales de lo público o incluso con lo que consideramos verificable?
La teoría de la simulación y la condena de la humanidad. Musk ha expresado que cree que la vida de la humanidad en la tierra está condenada, ya sea por razones ecológicas, tecnológicas o incluso filosóficas. Pero si tomamos en cuenta su fascinación por la teoría de la simulación, debemos preguntarnos: ¿esa condena es sobre el mundo físico, o sobre la simulación que él mismo está creando? ¿Estamos condenados porque vivimos en una realidad que él cree defectuosa y quiere sustituir con otra? La similitud con la idea borgeana de que la ficción puede invadir y reemplazar a la realidad toma un aspecto aterrador con Doge y Musk si se toman en cuenta la forma en que desea reemplazar instituciones enteras y personal calificado por inteligencia artificial. Así como las consecuencias desastrosas que tendrá en la crisis climática sus “políticas ambientales” (como despedir masivamente a personal encargado de estos temas).
Cuando alguien con tanto poder económico y político cree en una visión del mundo y tiene los medios para imponerla, esa visión deja de ser una hipótesis y se convierte en un hecho. En Borges, Tlön empieza como un experimento filosófico, pero acaba infiltrando la realidad. Musk, con su desdén por el Estado y su ambición de reescribir la historia humana, podría terminar haciendo lo mismo. Si aceptamos su narrativa de la condena de la humanidad, podríamos estar ayudándolo a hacerla realidad.
*Especialista en temas de justicia, anticorrupción y tecnología cívica
@itelloarista