Navidad: Llama permanente de esperanza
A Cristina Pacheco, indispensable cronista, entrañable para siempre en nuestro recuerdo
“A las diez, de una víspera de invierno”. Tomamos de Robert Frost esta última línea de su poema “Buenas horas” para colgar aquí, con sus luces y sus sombras, la víspera del cierre de año.
Cierre del año 2023. Los árboles de la ciudad terminan por dejar caer las últimas hojas. Y así como en la naturaleza, así se viene el cierre del ciclo, que invita a la reflexión. Los años que vivimos en la infancia son muy distintos a los de la madurez y vejez.
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Los días previos a las fiestas pasaban con lentitud pasmosa. Una a una eran contadas las horas y uno a uno los días para que llegara Navidad y Año Nuevo, la temporada decembrina que ponía a todos a la mesa. Hoy, las sillas que empezaron a quedar vacías a lo largo de los años pesan y duelen. Las cosas dejaron de ser lo mismo desde que empezaron las ausencias.
Los años llegaron pronto. El futuro se instaló y aquellos días, y aquellas horas que tardaban tanto en avanzar, se acumularon en años. Volvemos la vista atrás y son veinte, son treinta, son cincuenta.
Las luces que se desprendían desde los escaparates quedaron atrás. Los recuerdos de la feliz compañía cargando pinos de Navidad por las calles, se transforman rápidamente. Y ahora toca hacerlo desde la dirección del adulto, que debe dejar colgados esos recuerdos y comenzar a forjar los de los más pequeños.
La ciudad se transformó. Muchos de los comercios que se vestían de fiesta en la temporada y que por ser los únicos despertaban la emoción del estreno, dejaron de estar. Nuevos hay, que la dotan de muy diferentes facetas y colorido; que comienzan desde temprano a estallar en una fiesta que, por lo menos, en un mes se verificará.
Hay ahora, en cambio, una enorme profusión de luces a lo largo de toda la ciudad. Vienen las memorias de un emocionado grito infantil “Las Nochenavidades”, cuando el niño de tres años tuvo sus primeros encuentros con la flor de Nochebuena, que adornaba las céntricas calles de Saltillo.
Este mismo niño, ahora, en este fin de 2023, ya un joven de 18, caminando por Paseo Capital expresa, con la mirada de un joven adulto, que la mayor seguridad que puede haber en una ciudad es la congregación de personas en un lugar de esparcimiento y diversión. Era el comienzo de este nuevo espacio peatonal del centro histórico y en donde se organizan actividades culturales que han atraído a muchos saltillenses de todos los puntos.
Ahora la emoción de los niños en Villamagia, instalada en la Plaza de Armas, es grande. La recorren entusiasmados y llenan con su alegría la ya de por sí alegre estampa derivada de esta temporada. (Lo siguiente sería deseable fuese la propia estatua de las Ninfas ahora cubierta: una ya necesaria restauración a fondo para consolidar el sitio como un espacio cultural de importancia, además por la trascendencia de ser sitio fundacional de nuestra ciudad capital).
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El barrio en que nací y crecí, este amado centro histórico, luce ahora alegre. La temporada contagia, y es un momento en que debamos pensar, reflexionar, en lo que le da origen: el nacimiento de un ser humano que vino a prodigar el mensaje de paz, amor y unión. Que esa sea la luz que siga iluminando.
Es el arranque del invierno; el cierre de un ciclo. La renovación, como ocurre en primavera, está dentro de cada espíritu.
Que el de los saltillenses sea una llama permanente de esperanza que los ilumine en su andar.