No podemos esperar absolutamente nada de Donald Trump
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No hay nada que Trump sugiera que otros presidentes norteamericanos no hayan hecho
Con la personalidad que se carga el presidente de los Estados Unidos, ¿qué se puede esperar de él? Ni de él, ni de ninguno. Absolutamente nada. En el itinerario de las administraciones norteamericanas no está contemplado el desarrollo de otro pueblo que no sea el de ellos. Así lo indica la esencia del Destino Manifiesto.
Evidentemente, todos los países y sus gobiernos piensan hacia dentro, ¿por qué no habría de ser así con la nueva administración estadounidense? Sin embargo, hay quienes sí esperan que nos vaya bien, pero la verdad es que nunca ha sido así. Expansionismo, mercantilismo y exigencias comerciales será lo que –como siempre– operará en nuestras próximas relaciones internacionales con nuestros vecinos norteños. No esperemos más. ¿Qué pasó en el periodo anterior en el que Trump gobernó? Eso mismo pasará ahora.
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Basta con que recordemos el revuelo que causó en su primera versión con los mismos temas: aranceles, migración y drogas, lo mismito que ahora está ocurriendo. La especulación –como buen empresario–, las amenazas y la bravuconería son la marca de la casa. Y le recuerdo, no puede hacer nada más, en el caso nuestro, que el derecho internacional le permita. ¿Y qué ocurrió?
Sólo para que recapacitemos. No puede extralimitarse. Sí puede salirse de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sí puede dejar los Acuerdos de París porque ningún organismo internacional está por encima de los estados. Recordemos que los estados son soberanos y autónomos. Donde sí puede incidir, presionar y operar es en su casa, en su familia, en sus empresas y en el gobierno norteamericano, sin embargo, hay otras tantas cosas que el derecho internacional no le permite.
Por supuesto, puede amenazar a China, a Rusia, a algunos pueblos musulmanes, a México, a los pueblos latinoamericanos, a Panamá, a Dinamarca o a la obispa anglicana Mariann Edgar Budde; o llamarle, backstage, Golfo de América al Golfo de México; como usted también lo puede hacer. De ahí a que se cumplan las amenazas hay mucha distancia. El mundo funciona a partir de normas, leyes, acuerdos y protocolos; no de los deseos imprudentes, polarizantes o calenturientos de una persona que, según se levante por las mañanas, quiera implementar. No va por ahí.
No hay nada que Trump sugiera que otros presidentes norteamericanos no hayan hecho. No nos apaniquemos. Para que tenga una idea, hablando del tema migratorio –el problema es que son seres humanos como para arribar a la estadística–, Obama repatrió a más personas en su administración que Trump en su primera versión, igual Biden, pese a que había prometido parar las deportaciones. Como decía un ranchero tejano, “no nos conviene que haya deportaciones masivas. ¿Quién haría los trabajos que hacen los mexicanos?”. Eso dígase para todo. Pensemos en el desequilibrio que generarían las prácticas arancelarias en ambos lados.
No es un tema de clemencia, ni de misericordia, es de lógica elemental. Lo mismo pasa con la determinación de denominar “terroristas” a los cárteles mexicanos. Por supuesto que lo puede hacer y recontrahacer, finalmente la iniciativa no es suya, simplemente es hacer efectiva una ley que se comenzó en 1996 y que incluye en este momento a 75 grupos y personas de todas partes del mundo –donde hay muchos mexicanos– y, casualmente, no hay norteamericanos. Como si no hubiese cárteles de droga en Estados Unidos, bueno, ese es otro asunto. Así que otra vez, nada nuevo.
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El problema es el análisis que se hace de este lado de la frontera, donde si la estridencia del discurso del presidente Trump no fuera suficiente para amedrentar a los políticos sin convicción, a los empresarios que temen perder sus capitales –con toda razón– y a un periodismo al que le urge vender información sea como sea. Hablo de un análisis desproporcionado, sin hacer la más mínima investigación de lo que fue la primera administración Trump, lo que implica el derecho internacional y ni siquiera del papel que juegan sus asesores y las cámaras del Congreso norteamericano, que no van a permitir que un lunático, como el presidente, se vaya por la libre.
¿Qué esperar entonces del presidente Trump? Como ya lo comentaba líneas arriba, absolutamente nada. Su esencia como ser humano no le permiten dar ni clemencia ni misericordia, son virtudes que no son parte de su itinerario moral. Por lo otro, sabemos que como presidente de los Estados Unidos, la dinámica ha sido “no brincarla sin huarache”. Ojalá que el gobierno mexicano se muestre firme y que las buenas credenciales del Dr. Juan Ramón de la Fuente salgan a relucir ante esta nueva administración que está empoderada y que, sobre todo, nada tiene que perder. Así las cosas.