Contrapeso: La temida llegada de Donald Trump

Opinión
/ 25 enero 2025

Pasarán los cuatro años de esta nueva administración americana, y estoy seguro de que al final tendremos un saldo positivo en nuestra relación con el pueblo vecino

Malamente acostumbramos a que en reuniones familiares o de amigos se toquen varios temas obligados, entre ellos el de la política.

En octubre del año pasado me encontraba en una carne asada familiar y salió al tema la inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. A diferencia de la mayoría, y luego de ser juzgado como loco, yo expresé como positivo el posible triunfo del empresario, por el crecimiento económico previsible y por la posible intervención estadounidense contra los grupos del narcotráfico en México, los cuales operan con toda libertad y con la anuencia y total complicidad de los gobiernos morenistas tanto estatales como federales.

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Veía como positiva la vuelta al poder de Trump como único contrapeso vigente a las incontables tropelías del Gobierno de México.

Los últimos años han abundado los ejemplos del atentado morenista contra la transparencia, contra la democracia, contra el Estado de derecho y la independencia judicial, contra la seguridad del pueblo mexicano, a los delincuentes les brindaron abrazos mientras los balazos eran dirigidos a ciudadanos inocentes. Desapareció la defensa a los derechos humanos. Abundan más que antes los casos de corrupción, de nepotismo y amiguismo, se presumió como logro del gobierno el crecimiento en el envío a nuestro país de las remesas de migrantes mexicanos.

Pese a la jugosa oportunidad del nearshoring, México tuvo un crecimiento acumulado en el sexenio pasado de apenas el 1 por ciento, y más de 800 mil mexicanos murieron por la atención negligente de las autoridades de Salud respecto a la pandemia del COVID-19.

Al tomar protesta, hace unos días, vi a un Trump suave con China, con Rusia, pero ubicando a México como el enemigo número uno. Eso no es por culpa de nosotros, los mexicanos, sino principalmente de las últimas dos administraciones. Por un lado, López Obrador solapó a los grupos del narcotráfico negando ante la vicepresidenta de Estados Unidos que en México se fabrique el fentanilo, droga que tiene en jaque a las autoridades de salud norteamericanas.

Por otro lado, luego de que López fuera cómplice de Estados Unidos al enviar a miles de militares para formar un muro inhumano que evitara el cruce diario de miles de migrantes, Trump aprendió que por medio de la amenaza y de la presión suele conseguir grandes beneficios para sí mismo y para su gobierno. Ahora firmó un acuerdo para establecer un arancel del 25 por ciento contra las importaciones de México y de Canadá. Esa amenaza no me preocupa tanto, pues resulta ser un balazo en el pie para la economía del vecino país, pues la mayoría de las exportaciones mexicanas son de productos “Made in USA” fabricados realmente en nuestro país. Seguramente busca presionar desde ahora para lograr una renegociación del tratado del libre comercio más favorable a Estados Unidos.

Si López trabajó para no tener contrapesos, y Claudia completó eficientemente esa obra al acabar con el INAI, estoy convencido de que Trump terminará siendo ese contrapeso que beneficiará a mediano plazo a los mexicanos.

Mientras las bandas del narcotráfico matan a ciudadanos inocentes, asolan a comerciantes estableciendo el derecho de piso, Trump los declara como organizaciones terroristas que podría atacarlas incluso en nuestro territorio logrando la paz tan anhelada que el gobierno lejos de conseguirla se ha asociado impunemente ejerciendo un innegable narcogobierno.

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Ante la amenaza de expulsar a los migrantes ilegales, Trump debería pensar en los efectos a la economía americana que generaría el no contar con los que trabajan día a día haciendo el trabajo que otros no quieren hacer, como dijo la obispa de la Iglesia Anglicana en Washington durante su homilía frente a Trump: “Señor presidente, le pido que tenga piedad con la gente en nuestro país que ahora tiene miedo. La gente que recoge nuestros cultivos, y limpian nuestros edificios y oficinas. Que trabajan en granjas y empacadoras de carne. Quienes lavan los platos en los restaurantes donde comemos, y trabajan en turnos de noche en los hospitales. Puede que no sean ciudadanos o que no tengan la documentación adecuada, pero la mayoría de los inmigrantes no son criminales. Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son miembros fieles de nuestras iglesias. Así que tenga piedad, señor presidente. Nuestro Dios nos enseña que debemos tener misericordia con el extranjero, porque todos en algún día fuimos extranjeros en esta tierra”.

Pasarán los cuatro años de esta nueva administración americana, y estoy seguro de que al final tendremos un saldo positivo en nuestra relación con el pueblo vecino, siempre y cuando renunciemos a fijar las acciones del gobierno en pérdidas de tiempo, como el demostrar desde cuándo se llama Golfo de México.

aquientrenosvanguardia@gmail.com

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