Nuestra propia naturaleza: Imperfección

Opinión
/ 10 enero 2022

Lo importante es la forma en que hemos vivido y el mensaje que dejamos; eso es lo que nos sobrevive

“Mantén tu cerebro ilusionado, activo, hazlo funcionar y nunca degenerará”, esta frase define el espíritu de una científica fuera de serie. Mujer extraordinaria que, al ser judía en la Italia fascista, no parecía tener futuro en el ámbito de la ciencia, debido a las absurdas leyes raciales que le impedían el acceso a la enseñanza universitaria y al ejercicio profesional. Sin embargo, ella jamás se dio por vencida, superó el nazismo y el machismo, persiguió con tenacidad su carrera como investigadora hasta llegar a descubrir la química que utiliza el cuerpo para dirigir el crecimiento celular, construir las redes nerviosas y garantizar su supervivencia. Rita Levi-Montalcin fue una mujer incansable que publicó su último artículo científico a los 102 años de edad.

103 AÑOS...

Hace 10 años, en el ocaso del año 2012, una notica apareció en los titulares de los principales periódicos de Europa, sobre todo en Italia, que enlutó al mundo de la ciencia: “A los 103 años fallece Rita Levi-Montalcini, premio Nobel de medicina, neurocientífica y notable investigadora. Rita deja una obra científica extraordinaria, pero es más importante todavía lo que su vida representa como testimonio, como persona comprometida, valiente y serena, buscando siempre la igual dignidad de todos los seres humanos”.

La sobrina de la científica comentó: “Es como si se quedara dormida. No, no estaba enferma. Solo se ha apagado, como puede apagarse una existencia larga y laboriosa, que fue feliz sobre todo en los momentos de trabajo”.

Federico Mayor, profesor de bioquímica, la encumbra: “Las aportaciones científicas de Rita Levi-Montalcini han sido fundamentales para el mejor conocimiento de la fisiopatología del cerebro. Pero sus aportaciones humanas son igualmente relevantes. Se ha hecho invisible, pero no se ha ausentado. Su estela seguirá iluminando los caminos del mañana”.

DESCUBRIMIENTO

Tiempo atrás, en una librería, me llamó la atención el sugerente título de un libro “Elogio a la imperfección”, de una escritora para mi desconocida me refiero a Rita Levi-Montalcini quien, en esta obra autobiográfica, aborda las razones que la llevaron a adoptar decisiones cruciales que, en su larga vida y a la luz del tiempo transcurrido, juzga con serenidad y sabiduría. En sus memorias desarrolla un apasionado balance de su trayectoria personal y profesional, aventura que comprende todo un siglo.

Leí con paciencia este inspirador libro del cual recogí magníficas enseñanzas, algunas de las cuales, junto con pequeños trazos de su ejemplar vida, comparto en este espacio.

FUERA DE SERIE

Con una mente lúcida y fresca Rita expresa que siempre trató de conciliar dos aspiraciones aparentemente irreconciliables: la perfección en la vida o la perfección en el trabajo, y descubrió, después de los años, el valor de la imperfección en ambas, el placer que ambas procuran, en el sentido de que es una gran ventaja tener la consciencia de esta imperfección en todo lo que se emprende, porque esto representa un aliciente para mejorar, para superarse. Hace evidente que las personas somos seres imperfectos, pero siempre perfectibles, lo cual representa un canto a la esperanza, a la posibilidad de ser más humildes y por tanto más humanos, más sensibles a las necesidades de nuestros semejantes.

Me sorprendió su enorme inteligencia, perseverancia y, al saber que leía un libro escrito por una mujer muy mayor, más me impresionó su lucidez intelectual, su alegría y juventud mental, el compromiso social que en los hechos manifiesta, su lucha en contra de la desigualdad y la discriminación, así como una laboriosidad y optimismo que hoy muchos jóvenes envidarían.

UN SIGLO

Dice su ficha biográfica: “Rita nació en el seno de una familia judía –no ortodoxa pero sí practicante–, Levi-Montalcini vivió su infancia en Turín, mientras se libraba la primera guerra mundial, y se empeñó en matricularse en medicina en 1930, para doctorarse en neurocirugía. Ayudante del eminente histólogo Guiseppe Levi, montó un laboratorio en su propia casa cuando las leyes raciales de la Italia fascista le impidieron proseguir sus investigaciones. Acabada la segunda guerra mundial, y durante treinta años, investigó en la Universidad de Washington en Saint Louis, y el descubrimiento del factor del crecimiento nervioso (NGF) le valió en 1986 el Premio Nobel de Medicina”.

A TODA PRUEBA

Cuando fue investida Doctora Honoris Causa por la Universidad Complutense comentó: “Nunca he pensado en mí misma. Vivir o morir es la misma cosa. Porque naturalmente la vida no está en este pequeño cuerpo. Lo importante es la forma en que hemos vivido y el mensaje que dejamos. Eso es lo que nos sobrevive. Eso es la inmortalidad”.

Según Rita: “Es ridículo obsesionarse por el envejecimiento. Mire, mi cerebro es ahora mejor que cuando era joven. Es verdad que veo mal y oigo peor, pero mi cerebro ha funcionado siempre bien. Lo fundamental es tener activo el cerebro; intentar ayudar a los demás y mantener la curiosidad por el mundo”, por eso ella nunca considero la jubilación: “Estoy en contra de la jubilación o cualquier otro tipo de subsidio. Vivo sin ello. Renuncié a ello”.

Sus estudios la llevaron a decir que el hemisferio derecho “es la parte instintiva, la que sirvió para hacer bajar al australopitecos del árbol y salvarle la vida. La tenemos poco desarrollada y es la zona a la que apelan los dictadores para que las masas les sigan. Todas las tragedias se apoyan siempre en ese hemisferio que desconfía del diferente”, sin duda un tema que compromete a estudiar y analizar, pues de esta parte del cerebro se valen aquellos que, de mil formas y artilugios, intentan dominar y manipular; tal vez, por ello - y por su propia biografía - Rita siempre defendió a las mujeres, a los menos favorecidos y fue una obstinada opositora a toda clase de totalitarismos.

Aprender...

Elogio a la imperfección es un libro que todos los jóvenes deberían de leer para contagiarse de juventud y carácter.

Ella, por ejemplo, aconseja a quienes pretenden iniciar una carrera como investigadores: “Si miro de manera retrospectiva mi larga trayectoria, la de mis coetáneos y colegas, así como la de los jóvenes novicios que se han ido uniendo a nosotros, creo poder afirmar que los factores esenciales que determinan, en la investigación científica, el éxito y la satisfacción personal, no son el grado de inteligencia ni la capacidad para llevar a cabo con exactitud la tarea emprendida. Ambos dependen, en su mayor parte, de una entrega total a la tarea y de la capacidad de cerrar los ojos ante la dificultad: de este modo podemos afrontar problemas que otros, más críticos y más ingeniosos que nosotros, no podrían”.

Es cierto, la entrega total a la tarea, la actitud positiva ante la adversidad y ver los problemas como oportunidades es lo que hace la diferencia, esta verdad debería ser constantemente enseñada en las aulas de escuelas y universidades, en las cuales, en ocasiones, hoy se privilegia más la complacencia que la laboriosidad.

TENACIDAD

Cuando cumplió 100 años, se le preguntó en una entrevista sobre el secreto para una longevidad productiva, para llevar una vida como la suya, a lo cual contestó: “La única forma es seguir pensando, desinteresarse de uno mismo y ser indiferente a la muerte, porque la muerte no nos golpea a nosotros sino a nuestro cuerpo, y los mensajes que uno deja persisten. Cuando muera, solo morirá mi pequeñísimo cuerpo” (...) “a los cien años, tengo una mente que es superior a la que tenía a los 20, gracias a la experiencia”.

Rita fue una mujer tenaz, valiente y decida, que iluminó no solo la ciencia, sino también dejo notables enseñanzas de heroísmo, de vida, entre las cuales se encuentra la manera de encarar a la mismísima muerte: sin miedo, sin amargura, solamente con la alegría del haber consumado la vida en cada instante.

GOZAR

Es cierto, solo murió su cuerpo, porque sus ideas, descubrimientos, testimonio y legado seguirán en el mundo recordando, a las personas comprometidas y responsables, sobre la necesidad de elogiar y de “gozar” todos los días las imperfecciones personales para logar mayor efectividad en el oficio, para despertar la creatividad dormida, para ser personas más productivas y humanas, porque, adicionalmente, es la imperfección lo que mejor se ajusta a nuestra propia naturaleza y, por tanto, es mejor convertirla en una aliada.

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