Ya terminaron las elecciones y no hay ya casi nada que decir, es un asunto terminado. Sin embargo, en lo económico apenas estamos viendo las consecuencias de lo que va a pasar si no hay una estrategia clara de lo que serán las políticas económicas a partir del 1° de octubre de este convulso 2024. Habrá quienes se pregunten cómo es posible que la economía tenga cambios negativos si no se ha hecho nada diferente; es aquí donde comienza el problema.
Primero, es necesario pensar que el país, pase lo que pase, se mueve en una dinámica poblacional, cada día hay más mexicanos y en consecuencia, se necesitan más servicios públicos, más transportes para mover a esas personas, o en pocas palabras, más de todo. Aunque crezcamos a una tasa de 1.6 hijos por pareja, y eso suene a poco, la verdad sigue siendo mucho. Se requieren más hospitales para atender esos nacimientos o a la gente enferma, se requieren escuelas, se requieren alimentos, por mencionar solo algunas cosas que se necesitan y urgen hoy.
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Se requieren más viviendas para aquellos que se incorporan al mundo laboral y que se independizan de los padres, se necesita más electricidad, esto es más que obvio con los apagones que tuvimos por el calor. Se necesita más de todo porque todo crece, todo en el país cambia por minuto, aunque en la política no suceda así. Eso es el punto central, mientras la economía se mueve, la política parece detenerse dejando que los problemas crezcan o sigan su marcha.
Me han preguntado que cómo es posible que el dólar se haya depreciado si las cosas están iguales. Ese es precisamente el punto, los inversionistas y los tenedores de deuda del gobierno y de las empresas esperaban escuchar, en estas casi dos semanas, las estrategias que iban a generar un cambio positivo para México, para que hubiera mejores condiciones económicas, para que hubiera un gobierno pro empresa. Ni el Presidente de la República ni la candidata electa, hicieron referencia a cuestiones que favorecieran las actuales condiciones competitivas de la economía, pero sí se pronunciaron a favor de desaparecer el sistema judicial como lo conocemos hoy. En consecuencia, el peso se ha depreciado casi dos pesos, la Bolsa Mexicana de Valores (fuente de financiamiento empresarial) perdió más de 6 mil puntos, hubo salida de capitales de cartera y habrá que esperar un mes más, para ver el efecto en la inversión extranjera directa y lo referente al nearshoring.
En segundo lugar, es necesario tomar en cuenta que el resto de los países del mundo van en una especie de “ola” económica que nos pone a competir por la inversión productiva que en México genera cuando menos el 20 por ciento del total del empleo nacional. No tomarla en cuenta significa pérdida de empleos. Tomando en cuenta que el desempleo actual es del 2.5 por ciento, entonces no es posible pensar que los asuntos económicos no son importantes como se ha mencionado en el ámbito político, donde se ha llegado a decir que “eso puede esperar”. No es posible, porque si esperamos la inflación empezará a generar una depreciación cambiaria en nuestro país, hará que las tasas de interés se mantengan elevadas, ocasionando que nuevos proyectos empresariales se detengan y en consecuencia haya menos empleo, sobre todo formal. Las estadísticas son claras, el 100 por ciento de los empleos generados por la inversión extranjera directa son formales, pagan impuestos, mejores sueldos que la mayoría de las empresas mexicanas y prestaciones de ley.
En tercer lugar, la baja del indicador de la Bolsa Mexicana de Valores reflejó un escepticismo pocas veces visto, cayó 6 por ciento al lunes siguiente de las elecciones. Un poco de análisis podría reflejar que la pérdida no se debió a un resultado electoral inesperado, sino a una idea de los inversionistas de seguir bajo el mismo tenor de factores financieros del “pasado reciente”. Hay preocupación en el ambiente empresarial por enfrentar políticas públicas que no favorecen el desarrollo empresarial, como hasta el momento. Aunque no han aumentado los impuestos de manera directa, la carga para las empresas sí lo está haciendo. Los empresarios ya tienen que pagar una mayor contribución a la afore por trabajador, hay una propuesta para reducir la jornada laboral, lo que incrementaría los costos de producción y administración, y para cerrar, aumentaron los días de vacaciones este sexenio. Se eliminaron los incentivos que daba la Secretaría de Economía para la formación de empresas y los apoyos para investigación y desarrollo en las universidades y empresas. A pesar de todo lo anterior, la economía creció 3.2 por ciento en 2023, habría que imaginar lo que hubiera ocurrido con mayor soporte al sector empresarial.
Con todo lo anterior, los inversionistas en la bolsa de valores esperaban que hubiera algún anuncio de al menos un pequeño cambio en la política económica nacional para dar el apoyo que las empresas necesitan en estos momentos que la economía se está desacelerando. No lo hubo y por eso el bajón en el indicador bursátil, por eso la depreciación del dólar y la salida de capitales “golondrinos”, como les llaman algunas personas a las inversiones en cartera. Hubo desilusión porque el mercado financiero y la economía no recibieron la atención necesaria para no caer en un proceso recesivo como todo parece indicar que habrá en el siguiente sexenio.
Todavía se espera que haya cambios, que la candidata electa pueda modificar en algo la política económica para cambiar positivamente las condiciones que prevalecen. Ya no se pide mejorar, sino adaptar para que la dinámica económica no nos cobre los costos de no hacer nada pensando que la economía se maneja sola y que no intervenir, en estos momentos, es hacer las cosas correctamente. Se requieren ajustes en la política fiscal para poder financiar los nuevos programas sociales que ya dijo el Presidente que se van a pasar al Congreso en septiembre. Si todo sigue de acuerdo con la dinámica económica actual, el país se tendrá que endeudar como hace 40 años y ya sabemos a dónde nos lleva ese tipo de acciones.
Después de diez días de unas elecciones llevadas a cabo correctamente, sin mayores contratiempos, todo indica que la trayectoria económica se mantendrá. México irá por la senda que ya recorrieron otros países como Argentina en los ochenta y Turquía esta misma década; dando programas sociales, que son muy buenos y adecuados, sin una base tributaria que equilibre el ingreso con el gasto y que terminan en el mejor de los casos en recesiones. Allí están los resultados y lo único que queda cuestionarse es si necesitamos una crisis económica para entender que no hacer nada, en la época actual, es generar pérdidas. Ya lo dijo Bill Clinton: “Es la economía, estúpido” lo más importante, y también lo dicen los otros datos.