Oficinista (parte II): La memorable huelga de Cinsa-Cifunsa

Opinión
/ 12 enero 2025

La empresa había decidido negociar con un sindicato afiliado a la CTM local y en lugar de existir dos contratos colectivos solamente había un

Con la aclaración de que son 50 años de aquella huelga memorable de Cinsa-Cifunsa, nos arrancamos con la entrega. La empresa había decidido negociar con un sindicato afiliado a la CTM local y en lugar de existir dos contratos colectivos solamente había uno, que era revisado en la misma fecha y aplicable a las dos fuentes de trabajo.

La CTM de Saltillo tenía como secretario general a Gaspar Valdés, quien había sido electo a mediados de los años 60 para tal cargo. Mientras que el comité ejecutivo del sindicato Cinsa-Cifunsa era encabezado en 1974 por Margarito Carranza, quien en el mes de abril de ese año, en conjunto con su comité y varios comisionados, efectuaron las pláticas de negociación con las empresas mencionadas y llegaron al acuerdo de un incremento salarial del 12.5 por ciento y otras prestaciones, entre ellas un seguro de vida de 25 mil pesos. Sin embargo, a instancia de los abogados, se solicitó al comité que se firmara el mismo y se depositara en la junta local de conciliación, hecho el 2 de abril de 1974.

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El 3 de abril se citó a una asamblea para avisar a los trabajadores del incremento y las prestaciones nuevas. Sin embargo, para esa fecha, una brigada del FAT y un grupo de asesores políticos sindicales ajenos a la CTM habían estado haciendo campaña, incluso en las puertas de las factorías, mediante publicaciones que hacían referencia al derecho de huelga, la formalidad de la aprobación de contratos por parte de las asambleas y de cómo, en la huelga de 1959, la empresa había mostrado una férrea oposición, logrando acallar a los trabajadores. Y con eso de que la “revolución que transa, se suicida”, el contexto fue preparando la conciencia de grupo de los operarios que, como mencionamos en la anterior entrega, laboraban en condiciones muy difíciles: con ruido, humos, solventes, azufre, altas temperaturas, mugre y cochambre en los pisos.

Ese día una operaria de experiencia, Socorro Castañeda, reclamó al comité el porqué se había ya depositado el contrato colectivo. Ante la falta de una respuesta convincente, surgió la figura de un operario del área de mantenimiento, con antigüedad de un par de meses, de nombre Salvador Alcázar, quien después de su discurso, una voz propuso que se destituyera al comité y se nombrara uno nuevo con el compañero Alcázar a la cabeza.

El comité se vio rebasado por la multitud y cedió a los nuevos funcionarios, ocurriendo que en los próximos días la CTM local tratara de arropar al nuevo secretario general, sin embargo, ya estaban enterados de que a Salvador lo habían contactado los abogados del FAT, como Arturo Alcalde Justiniani, y un grupo de universitarios, quienes lo asesoraron a lo largo del conflicto.

La estrategia planteada por el FAT en los siguientes días fue primero solicitar la consabida toma de nota y posteriormente la de emplazar a huelga, considerando la causal de desequilibrio entre los factores de producción, además de solicitar un incremento salarial del 35 por ciento, ocurrencia de Alcalde Justiniani. Así, la huelga fue estallada a los pocos días.

La empresa consideró que ya se había efectuado una revisión y envió a sus abogados, Arizpe Narro y Aguirre Castro, a defender el punto ante la Junta Local de Conciliación, quienes fueron remplazados por el licenciado Yllanes Ramos de la Coparmex. Después del intento para que se declarara la inexistencia y un amparo por la falta de personalidad, que fue negado, se siguió cabildeando a nivel estatal y federal sin resultados.

Tras agotar las instancias locales, los huelguistas convocaron a una marcha a San Luis Potosí, enterados de que el presidente Echeverría estaría en esa ciudad. La caravana partió con gente de a pie, otros en moto y camionetas de redilas.

La charla con Echeverría fue fructífera, ya que obtuvo que los empresarios se sentaran a negociar, lográndose un incremento salarial de emergencia de un 20 por ciento y el pago del 70 por ciento de los días de paro.

Las cosas nunca fueron igual en las dos compañías. Al poco tiempo algunos revoltosos fueron despedidos por diversos motivos y empezó a circular la versión de que Alcázar era financiado por un grupo político local en venganza contra la familia López. Lo cierto es que además de sentar precedente de que las condiciones laborales influyen en el ánimo de la gente y más su ambiente de trabajo, las relaciones laborales deben ser prioritarias a la par de la producción.

Al paso de los años fue evidente la lección aprendida por ambas partes y el GIS fue derrotado por la misma familia que lo creó y los diversos intereses de los muchos herederos y sus particulares sueños. Haya cosa.

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