Paula Gatica Reyna... aunque se la ‘robaron’, en el Registro Civil dijo: ‘No me caso’

Opinión
/ 16 agosto 2024

Paula Gatica Reyna nació el 24 de junio de 1924, en el ejido el Pozo (hoy 4 de marzo), de Parras, Coahuila. Muy cercano a Viesca. Sus padres fueron Isidra Reyna y Manuel Gatica. Vivió su infancia en el ejido Boquillas del Refugio, también de Parras. Desde niña fue muy inquieta, no le gustaba la escuela y se peleaba muy seguido con sus compañeros. Su mamá recibía las quejas frecuentes de la maestra Guadalupe Trillo. Un día decidió ya no enviarla a la escuela, razón por la que no aprendió a leer ni escribir, pero sí tuvo la destreza de conocer el valor de las monedas y billetes.

De joven fue muy hermosa, según cuentan, delgada, de cabello negro hasta la cintura, nariz espigada y cara afilada. Le tocaron las épocas de hombres que se llevaban a las muchachas sin su consentimiento. Se las “robaban”. Uno de ellos, apodado “Cañón” en el ejido Boquillas del Refugio se la “robó” a caballo, cuando apenas rayaba los 15 años. Los padres de ambos arreglaron la boda sin el consentimiento de Paula. Se trasladaron en tren de pasajeros a Parras, Coahuila, para realizar el matrimonio. Estando en el registro civil, para sorpresa de los presentes, ella se negó al matrimonio. Se regresaron en el tren por la tarde, a la estación de Paila. Ella bajó por una puerta y él por otra. Los músicos los esperaban, las cazuelas de comida típica estaban preparadas: asado y siete sopas. La familia del novio le cobró los gastos que se habían hecho para la celebración a Doña Isidra Reyna.

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Con el paso del tiempo, llegó al ejido un joven viudo, apuesto, de nombre José Ruíz Guía, hijo de Bartolo Ruíz y Ascensión Guía, originarios de Matehuala, S.L.P., en busca de trabajo. Paula y José se enamoraron y decidieron vivir en unión libre en el ejido el Pozo, esto a sus 20 años. Del matrimonio Ruiz Gatica, nacieron ocho hijos e hijas, fallecieron cinco y sobrevivieron: Teresa, Cenobia y Anastasio. Cenobia, al paso de los años, se casó con Nachito de la estación. Vivieron en el Ejido el Pozo, su mamá Doña Isidra era la partera en esa región entre Viesca y Parras. Paula, en su segundo embarazo, tuvo que hacer el recorrido de 9 kilómetros entre ejido el Pozo y Boquillas, acompañada de su hija mayor, Teresa, que tenía un año. En el transcurso del camino tuvo que enfrentar su parto ella sola. Parió en el monte, entre mezquites con el llanto de su niña mayor.

En esas condiciones vio nacer a su hija en la madrugada del 6 de noviembre de 1946, se dio valor para llegar con su mamá y tomó a sus hijas en brazos. Luego de un largo caminar sangrando, con la placenta aún dentro y el cordón umbilical sin desprenderlo, llegó con la partera. Ahí su mamá por fin la atendió. De este nacimiento sufrió depresión posparto y se descontroló de los nervios. Cenobia, la que nació en el monte, se casó en Viesca, Coahuila, en el año 1966 con el señor Nachito Espinoza. Y su mamá Paula se instala en Viesca. Doña Paula es todo un personaje, muy reconocida por su forma de afrontar la vida. Cuentan que a pesar de no saber leer ni escribir, nadie la hacía tonta. Decía que en esta vida solo existen dos sopas: O estar loca o estar “pendeja”; y a ella, ya le había tocado una. Ella siempre usaba mucha ropa, una encima de otra, se ponía medias y se cubría de la cabeza. Decía que sentía mucho frío, aunque las temperaturas fueran de 40°. Por eso se bañaba una vez al mes a cambio de un frasco de café. Lo tomaba para controlar los nervios. Usaba uñas muy grandes, alegaba que era para defenderse. Pedía que se las pintaran de rojo.

Una de sus peculiaridades era su voz, muy fuerte, se escuchaba por toda la estación. Cargaba con costales de ropa para no tirarla y no dormía en cama. No iba a que le cortaran el pelo, decía que cuando llegara con Dios, debía llegar con sus pertenencias. Trabajó en la pisca del algodón, se trasladaba en tren o en camión, hasta los sembradíos. Aunque no sabía leer ni escribir, se la ingeniaba para calcular los kilos que juntaba y sabía cuántos billetes debía recibir. Contaba que la habían embrujado, que la tenían en una tinaja de agua, por eso tenía mucho frío. No cocinaba, ni limpiaba su casa. Aunque la tildaban de loca, ella fue muy feliz. Se despidió de la vida en Viesca, Coahuila el 12 de mayo de 1999. Fue sepultada en el ejido 4 de marzo. Doña Paula fue enigmática, una mujer incomprendida para su época.

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