Pioneros
En memoria de mi primo Florentino de Valle Gutiérrez
Viktor Frankl fue un neurólogo, psiquiatra y sobreviviente del Holocausto, conocido principalmente por ser el fundador de la logoterapia, una forma de psicoterapia que se centra en encontrar un sentido de vida incluso en las circunstancias más difíciles. Es autor del influyente libro El hombre en busca de sentido (1946), donde relata sus experiencias en los campos de concentración nazis y cómo estas vivencias influyeron en su enfoque terapéutico.
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Viktor Frankl dice: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.” [...] “Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a aquellos que iban de barracón en barracón, consolando a los demás y dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al ser humano se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino”.
PREGUNTAS...
Fue Aristóteles quien afirmó que el ser humano es lo que repetidamente hace; para este filósofo la excelencia no es un acto, sino un hábito que se construye a base de constancia. Este pensamiento nos invita a reflexionar sobre nuestras acciones cotidianas: ¿Cumplimos cabalmente con nuestras tareas? ¿Con qué calidad realizamos nuestro trabajo? ¿Enfrentamos y superamos nuestras circunstancias? ¿Tenemos la actitud y la valentía para cambiar aquello con lo que no estamos de acuerdo? ¿Qué tan proactivos somos?
SIN EMBARGO
Es común que en el día a día nos acostumbremos a ver la realidad como algo dado, como una situación de destino, olvidando que, en muchas ocasiones, nuestro entorno está condicionado por nosotros mismos, por nuestros propios paradigmas. Por lo tanto, depende de la voluntad personal cambiar nuestra forma de ser y de ver el mundo.
Durante el proceso educativo, aprendimos que la realidad y las situaciones de la vida son como las vemos y las vivimos; quizá también nos enseñaron que no hay muchas maneras de cambiarlas. Sin embargo, para el beneficio de la humanidad, siempre han existido personas inconformes con la realidad, cuyas ideas y emprendimientos han transformado el mundo para bien con sus propuestas e iniciativas. Estas personas tienen una actitud proactiva; son los inconformes, los iniciadores, los pioneros.
INCONFORMIDAD
Esta sana inconformidad es la que impulsa a los seres humanos a buscar un mejoramiento continuo en su quehacer y en su vivir. Es esta búsqueda, combinada con la voluntad de “hacer que las cosas sucedan”, la que permite a las personas salir de la rutina y superar la mediocridad. Esta forma de ser demuestra que no existen los imposibles cuando se tiene el entusiasmo de trascender y alcanzar las más altas metas. A esta actitud se le denomina proactividad: hacer que las cosas sucedan.
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PROACTIVIDAD
¿Qué significa ser proactivo? Steven Covey considera que la esencia de una persona proactiva radica en su capacidad para liderar su propia vida. Independientemente de lo que suceda a su alrededor, la persona proactiva decide cómo quiere reaccionar ante esos estímulos y enfoca sus esfuerzos en su círculo de influencia, es decir, se dedica a aquellas cosas sobre las cuales puede actuar.
Covey sostiene que el concepto de proactividad no se limita a tener iniciativa (saber qué hacer), sino que también implica actuar con responsabilidad, considerando a los demás dentro de su círculo de influencia. En otras palabras, la proactividad no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe. Por lo tanto, las personas proactivas actúan de acuerdo con sus valores y principios. En el extremo opuesto, las personas reactivas se dejan llevar únicamente por sus sentimientos y las circunstancias que las rodean.
Como seres humanos, a menudo estamos condicionados a conformarnos con nuestro entorno, y tendemos a pensar que aquellos que han cambiado nuestra realidad material a través de sus contribuciones personales son diferentes, seres privilegiados por la naturaleza o incluso superhombres.
La proactividad es más que un pensamiento positivo: es actuar en positivo, en “crescendo”; significa llevar a la realidad los sueños previamente concebidos en nuestra mente y corazón. Representa la “segunda creación” del ser humano y es la antítesis de las buenas intenciones y los pecados de omisión.
En resumen, una persona proactiva no solo toma la iniciativa, sino que también está dispuesta a asumir la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan. Es alguien que decide en cada momento qué quiere hacer y cómo quiere hacerlo. Es quien sabe superar las circunstancias y responder a ellas con madurez e inteligencia, tal como lo señala Frankl.
VOLUNTAD
Las personas que, con sus ideas y trabajo, han generado nuevas opciones para sus semejantes son personas comunes y corrientes, pero con un alto grado de responsabilidad y tenacidad. Es decir, son seres normales que han hecho de la vida y de su testimonio un hábito profundamente dinámico: estas personas son ejemplos de proactividad.
Cuando existe un sueño por cumplir, cuando se desea alcanzar metas, nos encontramos en un estado grandioso de creatividad e intención, pero estamos débilmente conectados con nuestra realidad cotidiana. Por lo tanto, es necesario generar grandes dosis de voluntad y motivación para que ese sueño, poco a poco, tome forma y se haga realidad.
DIMENSIONES
La persona proactiva crea en dos dimensiones todo cuanto hace. Por un lado, las obras se generan en el ámbito inmaterial, en la imaginación, para luego pasar a la dimensión real, a la creación material, en el mundo tangible y sensible a nuestros sentidos; es decir, el resultado del acto de emprender.
Cuando hablamos de personas proactivas, podríamos estar refiriéndonos a nosotros mismos. Esto es posible cuando salimos de nuestra rutina cotidiana, de la comodidad y del “acostumbramiento” que, en ocasiones, nos tiene atrapados. Todos podemos iniciar nuevos proyectos y debemos tener claro que el mejoramiento continuo solo se logra si deseamos cambiar nuestras realidades. Debemos comenzar a brindarle a nuestras vidas grandes dosis de confianza, aprender a decir basta a todo aquello que obstaculiza nuestro desarrollo, y estar decididos a “hacer que las cosas sucedan”.
POSTURAS
María Pallarés, experta en proactividad en el contexto laboral, comenta: “dos personas que trabajan en un mismo entorno, con responsabilidades idénticas y bajo las mismas circunstancias, pueden desempeñar su trabajo de maneras muy distintas. Una cuestiona la manera habitual de trabajar si no obtiene los resultados deseados, emprende constantemente nuevas acciones y genera cambios constructivos en su entorno.
“La otra se conforma con su situación actual y no hace nada para cambiar lo que no funciona. La primera persona actúa de forma proactiva, mientras que la segunda lo hace de forma reactiva”. La importancia de desarrollar un carácter para actuar de manera proactiva, de adentro hacia afuera, en el ámbito laboral, paga grandes dividendos, ya que la proactividad de la cual hablo se orienta a la obtención de resultados, pero no solo materiales, sino también en el ámbito espiritual.
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PODRÍAMOS...
Sin duda, todos deseamos mejorar y alcanzar mayores niveles de bienestar, pero solo unos pocos se atreven a intentarlo de manera continua, sistemática y consciente. La vida puede ser corta, pero podría considerarse “suficiente” si cotidianamente buscamos y conquistamos bienes internos, superiores; si mantenemos el entusiasmo por el hecho de estar vivos, de tener la libertad para elegir, de transformar nuestro breve entorno y de materializar nuestros más excelsos anhelos.
Podríamos ser más proactivos y convertirnos en personas plenas si comprendiéramos profundamente el significado de la última de las libertades humanas mencionada por Frankl: la libertad de elegir nuestra actitud ante las más adversas circunstancias, decidiéndonos a ser iniciadores ejercitando esta libertad que transforma realidades.
Sería valioso tener el coraje de ser humildes para emprender el enorme esfuerzo de magnificar lo mejor de uno mismo y vencer lo peor; de volvernos fuertes donde somos débiles. Sería conveniente tener el arrojo de ejercer cotidianamente la “última de las libertades humanas”, teniendo el atrevimiento de ser pioneros para cambiar aquello que nos resulta cómodo pero que, paradójicamente, limita nuestro crecimiento, desarrollo y potencial personal.