Testimonios de honestidad... y los traidores de la moral humana
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Las siguientes palabras de Ernesto Sábato resaltan una reflexión profunda sobre la evolución de los valores en la sociedad contemporánea: “La vida de los hombres se centraba en valores espirituales hoy casi en desuso, como la dignidad, el desinterés, el estoicismo del ser humano frente a la adversidad. Estos grandes valores, como la honestidad, el honor, el gusto por las cosas bien hechas, el respeto por los demás, no eran algo excepcional, se los hallaba en la mayoría de las personas”.
A esto agrega: “Otro valor perdido es la vergüenza. ¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado, pero ahora todo es lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan y lo tratan como a un señor”.
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Estas palabras hoy más que nunca cimbran al mundo, especialmente a México, que llora y sangra violencia, impunidad y corrupción. Pero, al mismo tiempo, es a través de ellas como los jóvenes pueden ir contra corriente honrando la honorabilidad, la legalidad y el respeto a las instituciones. Su deber es resistir.
En una era donde la falta de valores parece prevalecer, el llamado de Sábato es un recordatorio de la importancia de la integridad y la ética personal.
Tenemos la responsabilidad de contrarrestar el cáncer mortal de la impunidad y corrupción, reafirmando nuestro personal compromiso con los principios de honestidad y respeto. A través de nuestra resistencia, podemos construir un futuro más justo y equitativo, honrando los valores que alguna vez fueron fundamentales en nuestra sociedad.
SANCHO DE PINIGA
Existe una narración de las Indias –referido en el tomo segundo de “México a través de los siglos”– que relata un pasaje que data del año de 1537, en el cual Don Antonio de Mendoza, virrey de México, sufrió a cuenta propia -palabras más, palabras menos- la siguiente experiencia:
“Cuando el virrey desembarcó en el puerto de Veracruz, tuvo muy presente la instrucción de procurar arreglo a ese puerto y construir una fortaleza en alguno de los arrecifes de la bahía. Además, procuró inmediatamente proveer al puerto de grandes anclas y gruesos cables para que pudieran asegurarse las embarcaciones que llegaban. Para esto, Mendoza encargó a un hombre llamado Sancho de Piniga -que llevaba para España un navío- la compra en ese país de los cables y de las anclas, dándole para ese menester por adelantado, la grandiosa cantidad de dos mil pesos de minas.
“Pero Sancho de Piniga era -según se supo- un hombre de muy mala fe, pues se robó el dinero que le había dado el virrey. Para ello fingió errar la ruta llegando hasta las costas de Tabasco, en donde mañosamente hundió su navío y al intentar subir a una canoa de salvamento hundió también la caja en donde se encontraba el dinero del citado encargo dándola intencionalmente por perdida.
“Sin embargo, posteriormente pudieron sacarla del mar y al abrirla encontraron que, en lugar de dinero, la caja contenía un objeto sin valor. Casualmente, en ese lugar -y para mala suerte del infractor-, se encontraba un comisionado del virrey que hizo apresar a Sancho recobrando lo que se había robado en su fraudulento naufragio”.
CINISMO
Este relato es de los primeros que existen sobre un acto de deshonestidad en el nuevo mundo. Sancho de Piniga encarna a uno de los iniciadores de la deshonestidad por estas tierras. Pero luego el listado de los traidores de los principios de la moral humana y de la patria, son sencillamente interminables.
Continuando con Ernesto Sábato: “Miles de hombres se desviven trabajando, acumulando amarguras y desilusiones, logrando apenas sostenerse un día más en su precaria situación, mientras casi no hay individuo que tras su paso por el poder no haya cambiado, en apenas meses, un modesto departamentito, por una lujosa mansión con entrada para fabulosos autos”.
Sobre esta realidad, pasada y presente, Kofi Annan, ex secretario general de las Naciones Unidas, comentó: “La corrupción es una plaga insidiosa que tiene un amplio espectro de consecuencias corrosivas para la sociedad. Debilita la democracia y el estado de derecho, conduce a violaciones de los derechos humanos, distorsiona los mercados, erosiona la calidad de vida y permite el surgimiento de la delincuencia organizada, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad humana”.
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CORRUPCIÓN 2024
En este contexto, el Índice de Percepción de la Corrupción 2024, elaborado por Transparencia Internacional, subraya: “Por cuarto año consecutivo, México mantuvo la misma calificación en el IPC: 31 puntos. La escala del IPC va de cero a 100, siendo 100 la mejor calificación posible. Con 31 puntos, México se ubica en la posición 126 de los 180 países evaluados por Transparencia Internacional.
“México comparte puntuación con El Salvador, Kenia y Togo, todos con 31/100 puntos. Los puntajes más altos del IPC corresponden a Dinamarca (90/100), Finlandia (87/100) y Nueva Zelanda (85/100).
“Entre el grupo de países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México se ubica en el último lugar.
“También está peor evaluado que Cuba y Trinidad y Tobago (42), Colombia (40), mientras que en la zona de los 30 puntos también están Argentina (37) y Brasil (36), así como República Dominicana y Panamá (35) y Ecuador (34)”.
CULTURA
Es lamentable enterarse que existen evidencias que, a partir de los 12 años, muchos niños mexicanos empiezan a practicar el soborno para lograr, por ejemplo, que los maestros les suban las calificaciones o que los pasen de grado sin merecerlo.
Hay incontables formas de corrupción: ahí se encuentra la mordida para evadir infracciones o ciertos delitos; también se encuentra en el ámbito laboral de la burocracia, cuando se dan puestos sin importar las credenciales, sino solo por amistad o parentesco; también ocurre cuando personas que ostentan algún cargo público, lo utilizan para obtener beneficios y privilegios ilegales.
CUIDADO...
Ante la imparable violencia, que se ha convertido en el signo de México, se ha dicho que somos más los buenos y honestos, que los malos y deshonestos, pero al analizar las cifras de corrupción esta afirmación puede quedar en entredicho.
Hay que tener cuidado, la corrupción destruye la vida institucional, anima el desprecio por la legalidad y representa la conquista de la inmoralidad, el engaño y la ilegitimidad.
La corrupción es un suicidio a pellizcos en el que la mayoría, de alguna manera, pudiéramos encontrarnos inmersos.
TAREA
El tema es muy complejo, pero al final del día la corrupción se facilita cuando el espíritu se enferma, cuando se pierde la vergüenza y entonces conviene sentarnos en la sala del cinismo, razón por la cual su erradicación se encuentra en la consciencia de cada mexicano.
Lo consecuente sería emprender contiendas individuales. Humildes. Pequeñas victorias, siendo cada uno su propio cuidador, distinguiendo y eligiendo el bien y la verdad, nunca lo inmoral y la mentira.
La tarea por emprender es personal y podría iniciar con preguntas esenciales: ¿Cómo utilizo el tiempo en la chamba o en la escuela?, ¿pido a los miembros del equipo de la escuela que me subsidien la calificación cuando no trabajo?, ¿uso los recursos de la empresa para cuestiones personales?, ¿me salgo antes de tiempo?, ¿llego tarde?, ¿y qué hay con esas cuentas de gastos?, ¿me hago de la vista gorda?
Es innegable: los humanos llevamos bajo la piel a Sancho de Piniga, pero también en nosotros existe la posibilidad de ser personas honestas, buenas. Decentes.
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RECLAMO
Tiene razón el Papa Francisco al afirmar que la corrupción es “la gangrena de un pueblo”, y que por tanto “ningún político puede cumplir su rol si está chantajeado por corrupción. Esto se da en todos los pueblos del mundo, y si un pueblo quiere mantener su dignidad, tendría primero que desterrarla”.
México reclama acciones personales, pero también un gobierno que combata particularmente la impunidad. El país necesita testimonios de honestidad con nombre y apellido. Solo así podríamos dejar de ser jueces de los “otros” para convertirnos en nuestros propios jueces. Así, lograríamos alcanzar la paz en esta vida y, de paso, en la eterna.
cgutierrez_a@outlook.com
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey
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