Pobreza y enfermedad
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Los números no mienten. Son exactos. Difieren dependiendo de las fuentes y cambian con los días. Ambas afirmaciones no disminuyen su valor y no minimizan sus mensajes. Pobreza y enfermedades, amén de discursos políticos yermos y propósitos tanto religiosos como políticos durante la Navidad se entienden de otra forma mediante cifras. Aunque los datos siguientes se modifiquen con el transcurrir del tiempo su peso no cambia. Las interrelaciones entre unos y otros no requieren explicaciones. Fluyen, se concatenan. No tienen orden. Pueden leerse a partir del primer dato o acercarse a ellos empezando por el último, el cual, por supuesto, no es el último.
Primer escenario. 8 mil millones de seres humanos habitamos el planeta; 2 mil 400 millones carecen de agua potable; medio millón fenecen por diarreas, muchas veces debido a aguas contaminadas; en México, entre 12.5 y 15 millones o no tienen agua o no es potable.
Segundo escenario. Cada día mueren en el mundo, debido a hambre o a causas relacionadas, 24 mil personas; 45 por ciento de los decesos en menores de cinco años se deben a falta de alimentación; un porcentaje elevado de las muertes en pequeños ocurre en los grupos, cada vez más numerosos, de refugiados; en 2021 se contabilizaron 89 millones de desplazados forzosos según datos del Alto Comisionado de la ONU para los refugiados; de acuerdo con el Inegi, en nuestro País fenecen 8 mil 500 personas por desnutrición al año.
Tercer escenario. El término “trampa epidemiológica” es interesante: los pobres enferman o pierden la vida debido a sus magras condiciones económicas; los ricos enferman o fenecen debido a sus malos hábitos: comen mal, beben alcohol en exceso y no hacen ejercicio. En los países en vías de desarrollo, fallecen quienes carecen de recursos: o no acuden al médico, o llegan tarde a consulta, o no tienen dinero ni para atenderse ni para comprar fármacos ni cuentan con la posibilidad de no trabajar: un mare magnum diabólico. En naciones ricas, los mayores de edad padecen enfermedades crónicas como diabetes mellitus, enfisema pulmonar, insuficiencia cardiaca, obesidad y tumores malignos (no siempre son crónicos). Las enfermedades listadas, por su agresividad y tiempo de duración, son onerosas; pocas naciones pueden costear los tratamientos. Además, si la población occidental sigue envejeciendo, la carga económica para mantenerla se incrementará de tal forma que los gobiernos no serán capaces de atender las demandas. Inmensas nuestras trampas: los pobres perviven mal por carencias y los ricos, cuando enferman, son víctimas de sus excesos, y, de su edad, realidad que deviene otra trampa: dadas las condiciones del mundo y teniendo en cuenta el poder de la tecnología médica, ¿es adecuado seguir buscando las vías para que la población sea más longeva?
Cuarto escenario, y en este escrito, último escenario −sobran conflictos, falta espacio−. El mundo de los abortos es muy complejo tal y como lo demuestra la anulación el pasado mes de junio por parte de la Corte Suprema Justicia de Estados Unidos de la histórica sentencia conocida como Roe versus Wade (1973), la cual garantizaba el derecho al aborto. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en todo el mundo se llevan a cabo cada año aproximadamente 25 millones de abortos en malas condiciones (peligrosos); en Europa y EU el procedimiento es seguro; en Latinoamérica, África y Asia es inseguro; al menos 50 mil mujeres fenecen anualmente (no hay datos certeros); en México se realizan 500 mil abortos inseguros al año.
Los números no mienten escribí al inicio. El listado puede ampliarse ad nauseam. El brete fundamental es inmenso: los números crecen sin cesar.